Resumen
El Gobierno de Mauricio Macri parece iniciar una ambiciosa estrategia por la que pretende unificar las tareas llevadas a cabo por la Cancillería y el Ministerio de Defensa, reconvirtiendo así las Fuerzas Armadas en uno de los brazos ejecutores de la Política Exterior argentina. Así las cosas, los ejes centrales de trabajo de los que se ocuparán conjuntamente ambos ministerios son, de momento, los referidos al Atlántico Sur, a la frontera norte y a la ciberdefensa. No habrá, sin embargo, una unidad formal encargada de coordinar funciones entre ministerios, por lo que estas tareas habrán de coordinarse directamente por ellos «adaptándose a las circunstancias reinantes».
Análisis
El pasado mes de julio, Argentina copaba la atención de todos los expertos en Seguridad y Defensa en América Latina. El decreto publicado por el Gobierno de Mauricio Macri modificaba el rol de las Fuerzas Armadas facultándolas para intervenir en tareas de seguridad interior, y mermando así la excepcionalidad de Argentina como país que restringía el papel de sus FF. AA. a la defensa exterior. Hoy, tras la salida intempestiva y por decreto de Horacio Chighizola, del Ministerio de Defensa, y su reemplazo en la Secretaría de Estrategia Militar por Paola Di Chiaro, una funcionaria cercana al Jefe de Gabinete de Ministros Marcos Peña, el país vuelve a ser centro de atención por las novedades que se introducen desde este sector.
Y es que este cambio de nombres parece mucho más que un cambio de cargos. Se trata –sugieren algunos [1]– del comienzo de una ambiciosa estrategia del Gobierno de Macri que pretende unificar la coordinación de las políticas de defensa con la diplomacia. En efecto, la idea que subyace a tal afirmación no parece otra que la reconversión de las Fuerzas Armadas en uno de los brazos ejecutores de la política exterior del Presidente.
Pero el reciente movimiento del Gobierno argentino no debería suponer una sorpresa impredecible. No hemos de ignorar que, ya en junio, la Directiva de Política de Defensa Nacional (DPDN) ofrecía algunos indicios de lo que podría terminar convirtiéndose, en efecto, en una mixtura entre diplomacia y defensa. Una realidad, por cierto, que ya existe desde hace tiempo en otros países de la región como Brasil o Colombia.
En este sentido, la DPDN, en consonancia con la Ley de Seguridad Interior, preveía que las FF. AA. se involucraran en operaciones de apoyo «a la seguridad, a la comunidad y a la Política Exterior de la nación» [2]. Eso sí, la DPDN también reconoce el papel subsidiario de estas misiones paras las FF.AA., lo que deviene en la imposibilidad de que éstas se vean forzadas a desatender su misión principal (la defensa de la soberanía e integridad territorial argentina) en un panorama de incertidumbre y riesgos globales.
Dicho esto, la pregunta que se ha de abordar para continuar con este análisis sobre la decisión del Gobierno argentino es la siguiente: ¿cuáles son los ejes centrales de trabajo que conjuntamente encomendarán Ministerio de Defensa y Cancillería para activar el nuevo rol de las Fuerzas Armadas? En otras palabras, ¿qué escenarios condicionarán los cambios amalgamados a la política exterior que se produzcan en las FF. AA.? El anexo documental de la mencionada DPDN nos sugiere tres ejes de trabajo.
En primer lugar, el Atlántico Sur. Sabemos que, para la Casa Rosada, este área se ha convertido en un espacio estratégico tanto para la explotación marítima, como para su futuro posicionamiento en la Antártida. Siendo pues un enclave estratégico de tal envergadura, parece que el Gobierno argentino planea reforzar todos los operativos militares de patrullaje en las aguas del Atlántico Sur, un claro ejemplo de cómo convertir a las FF. AA. en uno de los órganos ejecutores de la política exterior del país.
Resulta necesario destacar que los esfuerzos realizados en este enclave ya vienen implicando una suerte de coordinación entre Defensa y Cancillería, por lo que no nos encontramos ante una situación anómala o totalmente novedosa. El canciller Jorge Faurie y el ministro de Defensa Óscar Aguad llevan meses trabajando de forma coordinada en la zona. De hecho, también han promovido la cooperación con otros gobiernos y FF. AA., como es el caso de Reino Unido (con quien se pretende colaborar en tareas científicas para definir nuevos lugares de cuidado medioambiental) y Brasil (con quien ha habido encuentros diplomáticos para avanzar en tareas de defensa común, cursos de capacitación y tareas de patrullaje conjunto).
En segundo lugar, la frontera norte. En este plan de modernización de las FF. AA. que plantea el Gobierno argentino, uno de los puntos clave es el reforzamiento de la frontera norte para dar apoyo logístico a las fuerzas de seguridad en la lucha contra el narcotráfico y el terrorismo. En junio del año pasado, la DPDN ya remarcaba que la ausencia de conflictos militares en la región no necesariamente significa que no existan amenazas para el Estado [3]. En efecto, los problemas de seguridad transnacional, como el terrorismo, el narcotráfico, el tráfico de personas o el lavado de dinero, se tornan esenciales y su combate requiere de la cooperación interestatal. Así, aunque son los organismos de seguridad pública e inteligencia nacional los que han de confrontar estos fenómenos, se argumenta que las FF. AA. cuentan con capacidades materiales, infraestructurales y tecnológicas que pueden apoyar una estrategia integral de lucha contra estas problemáticas.
Puesto que la frontera norte encarna uno de los puntos donde existe mayor concentración de este tipo de amenazas, con el envío de FF. AA., el Gobierno parece buscar un incremento del apoyo logístico, así como el fortalecimiento de las capacidades de control y vigilancia de los espacios soberanos. No obstante, el nuevo giro que representa la coordinación entre Cancillería y Defensa sugiere que esto es mucho más que un desplazamiento de soldados del interior a la frontera para apoyar las tareas de la Gendarmería o la Prefectura. En consonancia con la mencionada premisa de cooperación interestatal de la DPDN y como línea de Política Exterior, Argentina descarta emprender una guerra individual contra el terrorismo y el narcotráfico, y, en su lugar, promueve la coordinación con países como Estados Unidos, Israel o Brasil.
Este aporte internacional de cooperación entre gobiernos y FF. AA. en lugares calientes de la frontera norte –como la Triple Frontera– bien epitomiza el trabajo conjunto que, desde ahora, tendrán que realizar oficialmente Cancillería y Defensa. Un trabajo, por cierto, en el que el Gobierno no solo habrá de combatir grupos de narcos, sino también formaciones terroristas de la talla de Hezbollah. Una amenaza inédita en la región para la que las FF. AA. argentinas necesitarán el asesoramiento de países europeos y Estados Unidos. Otro nítido ejemplo de la conjunción «defensivo-diplomática» de la nueva estrategia del Gobierno.
En tercer lugar, la ciberdefensa. Para desarrollar un esquema de protección cibernética, Argentina distingue entre ciberdefensa y ciberseguridad. No obstante, el objetivo parece orientarse hacia la unificación de roles, tal y como sucede en Estados Unidos o Brasil, donde el sector militar tiene un alto grado de intromisión en estos temas. La propia DPDN advierte que «el sistema de defensa nacional debe cumplir un rol clave en la preservación del interés soberano, de conformidad con los lineamientos estratégicos de la Política Exterior argentina, particularmente en lo que respecta a la cooperación internacional» [4], subrayando a continuación la importancia de utilizar el ciberespacio con fines militares.
Asimismo, la DPDN destaca que «las amenazas cibernéticas sofisticadas provienen de organizaciones militares y agencias de inteligencia de otros Estados», lo que sugiere la necesidad de abordar esta problemática desde el punto de vista de la Defensa Nacional. Es probable, por tanto, que esto requiera la adopción de medidas que protejan la seguridad cibernética de las infraestructuras del Sistema de Defensa Nacional, así como de aquellas encargadas de su preservación, con independencia de la raíz de la agresión.
En suma, inferimos de estos desafíos y de la planteada coordinación entre Cancillería y Defensa que, de ahora en adelante, el Gobierno buscará que las FF. AA. hagan frente al impacto de la criminalidad transnacional. El análisis de las tendencias de seguridad en los contextos global y regional sugiere que la seguridad de los países latinoamericanos está vinculada con la atención de fenómenos de carácter trasnacional; por ello, la protección del ciberespacio o la desarticulación de redes delictivas vinculadas al crimen organizado configuran un reto prioritario tanto para la diplomacia, como para la defensa argentina.
Sea como fuere, el debate en torno a la última decisión de Macri no ha hecho más que empezar. Muchos se cuestionan la idoneidad de esta medida, al tiempo que se preguntan quién unificará las tareas de coordinación entre ambos ministerios. Por ahora, sabemos que no habrá una unidad establecida formalmente para unir funciones; las tareas de defensa y diplomacia se irán coordinando «entre ambos ministerios y en función de las circunstancias». Así, sin la existencia de una superestructura de poder que coordine a Cancillería y Defensa, ¿no habrá confusiones e incluso rencillas entre miembros del Gobierno en cuanto a la adjudicación de tareas? ¿No se incurrirá en un mecanismo de toma de decisiones demasiado lento que retrase la puesta en marcha de respuestas urgentes?
Lo que queda claro es que el cambio de nombres en el Ministerio de Defensa va más allá de un esquema coyuntural de poder y apunta a un proyecto global mucho más ambicioso. Un proyecto en el que entra en juego el rol que se le da a las FF. AA. En este sentido, la DPDN establece las funciones prioritarias de las FF. AA. en tiempos de paz: 1) vigilancia y control de espacios soberanos; 2) protección de objetivos estratégicos; 3) apoyo a la Política Exterior; 4) apoyo al Sistema de Seguridad Interior; 5) apoyo a la comunidad ante emergencias o desastres naturales; y 6) apoyo a la generación de conocimiento científico [5]. Este planteamiento no supone una modificación substantiva de las funciones de las FF. AA., pero sí parece implicar una jerarquización de ellas. Con este nuevo baile de cargos, Macri parece dejar claro su compromiso con el tercer punto, a saber, con la implicación de las FF. AA. en el futuro de la Política Exterior argentina.
[1] Dinatale, M. (2019). El nuevo rol de las Fuerzas Armadas: los 8 ejes de acción del Gobierno para unificar funciones de Defensa y Cancillería. Recuperado de: https://www.infobae.com/politica/2019/03/04/el-nuevo-rol-del-las-ffaa-los-8-ejes-de-accion-del-gobierno-para-unificar-funciones-de-defensa-y-cancilleria/.
[2] DPDN (2018: 2).
[3] DPDN (2018: 13).
[4] DPDN (2018: 17).
[5] DPDN (2018: 24).