Resumen
En los últimos años, las Fuerzas Armadas del Brasil vienen llevando adelante un proceso de modernización de sus capacidades materiales en consonancia con las nuevas realidades globales que atañen a la defensa y la seguridad de los Estados. En este sentido, estas dinámicas de reestructuración tienen al menos una doble lectura. Por un lado, Brasil necesita recuperar el control territorial en manos del crimen organizado. Por otro, el gigante sudamericano busca reinsertarse en el plano internacional, para alcanzar propósitos claves de política exterior.
Análisis
El rol polivalente de las Fuerzas Armadas
En los últimos años y a raíz de la emergencia de lo que se consideran nuevas amenazas a los Estados, la frontera de delimitación entre los conceptos de Defensa Nacional y Seguridad Interior comenzó a diluirse. Cuestión que generó un debate en países de América del Sur, acerca de hasta dónde las Fuerzas Armadas deberían involucrarse en cuestiones de Seguridad Interna. Si bien existe una importante heterogeneidad en la región, en cuanto al rol y el empleo de sus Fuerzas Armadas y también acerca de lo que cada Estado percibe como amenazas, lo cierto es que durante los últimos años, se viene observando una mayor participación de las mismas en el combate al terrorismo y a los delitos derivados del crimen organizado transnacional (trata y tráfico de personas, narcotráfico, contrabando), que evidencian no solo el rol polivalente que han ido adquiriendo, tras la democratización, sino también la necesidad de repensar su naturaleza, estructura, misión y tipo de modernización a la luz de su objetivo principal de defensa de la soberanía nacional, y de las tareas subsidiarias a las que son encomendadas.
En este sentido, la desactualización y la falta de adaptación a las nuevas realidades globales que caracterizan a los conceptos de defensa y seguridad, que manejan las Fuerzas Armadas en America Latina, tienen una relación directamente proporcional con la (in) capacidad de éstas de defender y garantizar la seguridad tanto dentro como fuera de sus Estados. De ahí la necesidad imperiosa de modernizar tanto la idea como la forma (capacidades materiales) y de comprender que tanto una (defensa) como la otra (seguridad) están inherentemente relacionadas, por lo cual deberían complementarse.
En el caso de Brasil, que vivió bajo la regla autoritaria entre 1964 y 1985, las Fuerzas Armadas son, según Datafolha, la institución mejor valorada por el 78% de los ciudadanos brasileños. De ahí su fuerte respaldo en el ámbito interno, al ser consideradas un actor idóneo para acabar con la violencia y el crimen organizado que sacude al país. En este sentido y de acuerdo con el articulo 142 de la Constitución Federal, así como también por la Ley Complementaria 97 de 1999 y por el Decreto 3897, las Fuerzas Armadas pueden actuar con poder de policía en el contexto de las misiones de Garantía de la Ley y el Orden (GLO), a través del mandato del Presidente de la República, siempre que existan graves situaciones que perturben el orden, y solo cuando las fuerzas tradicionales de seguridad pública se encuentren agotadas. Es así que, en el marco de las misiones GLO, las FFAA han participado en la pacificación de comunidades de Rio de Janeiro, en los Juegos Olímpicos de 2016 y en el Mundial de FIFA 2014. No obstante ello, el mayor involucramiento de las Fuerzas Armadas, en el ámbito de la seguridad interna, ocurrió en 2018 con una intervención militar sin precedentes ordenada por Michel Temer en Rio de Janeiro, a causa de los altos índices de violencia urbana desatada, entre otras cosas, por el crimen organizado. En este caso, los resultados fueron controvertidos: la violencia se incrementó, las tasas de homicidios no bajaron lo esperado y la caída de policías en funciones fue la más alta desde 2008. Aun así, y a pesar de que no todos los brasileños están de acuerdo con la premisa de que los problemas de (in) seguridad en el país se podrían resolver mediante la vía represora, lo cierto es que es muy posible que la participación de militares en tareas de seguridad interna se mantenga como hasta ahora, aunque con la salvedad de que el recurso de la intervención militar sea considerada la ultima ratio.
Si bien en la esfera interna los militares han sido actores centrales desde la transición tutelada iniciada en 1985 hasta la actualidad, lo cierto es que la institución pasó por diversos estados que han ido cambiando su carácter y estructura a lo largo de los años. En este sentido, la democratización llevó a las Fuerzas Armadas a padecer lo que Wendy Hunter denominó una “crisis de identidad” y a un retraso y/o abandono de sus capacidades militares producto de las reducciones presupuestales, la disipación de la rivalidad con Argentina que había tenido lugar entre 1970 y 1980 y la percepción de ausencia de amenazas. A raíz de esto, las FFAA tuvieron que redefinir sus roles tanto a nivel interno como externo y elegir entre la esfera de la defensa soberana del territorio y el combate al tráfico de drogas.
En relación a la esfera externa, la Política Nacional de Defensa, lanzada en 1996 y modificada en 2005, se constituyó como el punto de inflexión para comenzar a delinear los objetivos geopolíticos de las FFAA brasileñas, en relación a los intereses nacionales del país de cara al siglo XXI. De esta manera, se estableció al Amazonas, y más tarde, al Atlántico Sur, como ejes prioritarios de la Defensa Nacional, que incluiría entre otras cosas, programas de cooperación con pares sudamericanos. Sin embargo, no fue hasta el establecimiento de la Estrategia Nacional de Defensa (END) de 2008 cuando se verán fehacientemente establecidas las delimitaciones entre defensa y seguridad. En esta misma línea, el lanzamiento en 2012 del Libro Blanco de Defensa Nacional, vino a complementar la END de 2008 y a poner blanco sobre negro acerca del rol de la defensa brasileña en el siglo XXI. De esta manera, Brasil argumentó que sus Fuerzas Armadas se estructuraban en torno a capacidades y no en función de enemigos, y que el rol fundamental de su sistema de defensa descansaba en un efecto disuasorio, mientras que en el interno, solo tendría tareas como garante de la ley y el orden.
Dinámicas de Modernización
A diferencia de otros países de la región, Brasil fue uno de los primeros en pensar claramente un programa de modernización de sus Fuerzas Armadas, a la luz de los cambios estructurales del sistema internacional. Sin embargo, mientras el gigante sudamericano se consolidaba en la última década como una potencia emergente en lo económico y hacía uso del soft power para ejercer influencia en las agendas globales, su capacidad militar mostró no solo las fisuras que los años de abandono y reducción presupuestal infligieron en su estructura, sino también la necesidad de llevar a la práctica la interrelación entre defensa nacional y seguridad interna proclamada por la Política de Defensa Nacional (PDN) y la Estrategia de Defensa Nacional (EDN) elaboradas durante las presidencias de Lula da Silva (2003-2010). Esto trajo aparejado, a su vez, un conjunto de nuevas misiones y la delimitación de los objetivos primarios que constituirían las bases del proceso de reestructuración de sus Fuerzas Armadas. En este sentido, Brasil parecía dar muestras de haber entendido que la readecuación y modernización de sus capacidades militares, era una misión sine qua non para ejercer su rol de gran jugador en la política internacional, así como también, para enfrentar las nuevas amenazas que un mundo mucho más interdependiente y globalizado representan para los Estados.
De esta manera, la reestructuración militar se fijó en seis pilares: nuevas tecnologías, capacidad nuclear, compra de hardware militar, plan de control y vigilancia fronteriza, reestructuración de sus Fuerzas Armadas y el desarrollo de un programa espacial.
Estas dinámicas de modernización implementadas durante los últimos años, tienen una doble lectura. Por un lado, Brasil necesita recuperar el control territorial en manos del crimen organizado y acabar con la violencia derivada de este. Por otro, el gigante sudamericano busca reinsertarse en el plano internacional tras años de crisis institucional y económica, para alcanzar propósitos claves de política exterior.
Por ambos motivos, el país se ha propuesto una reestructuración de sus capacidades militares que, en 2007, significo una nueva carrera armamentística. En este sentido, el país inició con una renovación de su complejo de monitoreo y vigilancia territorial, a través de iniciativas de coordinación inter-agencia. De esta manera, el Ejército brasileño ha venido desarrollando, desde 2010. un sistema integral de monitoreo fronterizo (SISFRON), con el propósito de reforzar la presencia estatal y las capacidades de acción del país en su frontera terrestre. desde Rio Grande do Sul hasta Amapá.
En una línea similar, el Ejército inició un proceso de modernización de sus blindados al introducir un nuevo modelo de tanque (Guaraní que sustituye a los Urutu) que le permite circular en tierra y agua en zonas de frontera; medida que resultó particularmente importante, habida cuenta de las facilidades geográficas y topográficas que manejan las facciones del crimen organizado en la región de la Triple Frontera amazónica.
La aeronáutica también ha sufrido sendos cambios como resultado de las dinámicas de modernización. Es así que en 2013 y después de 15 años de negociaciones iniciadas durante la presidencia de Fernando Henrique Cardoso, Brasil se adentra en la compra de 36 cazas supersónicos Gripen. En la misma línea, la Fuerza Aérea Brasileña comenzó un proceso de modernización de su flota de aeronaves T-27 Tucano (EMB-312), cuya función durante años fue la de interceptación de trafico aéreo clandestino en las fronteras brasileñas.
En el campo naval, Brasil inició en 2012 la primera etapa del proyecto para construir el primer submarino de propulsión nuclear nacional, cuya construcción se prevé comenzar en 2020 y deberá concluirse para 2029. A todo este panorama debe agregársele el desarrollo de una política de ciberseguridad en función de los riesgos y amenazas a la conectividad que sufre el país y que dio como resultado el establecimiento de la Doctrina Militar de Defensa Cibernética en 2016.
Conclusión
Avances y limitaciones
Haciendo un balance positivo de las dinámicas de modernización efectuadas hasta el momento, podemos decir que el capital de Brasil hoy radica en la transformación en el área del conocimiento (know how) y la adquisición de autonomía en industrias de armamento claves como es la aeronáutica. En este sentido, los acuerdos de cooperación con la empresa sueca Saab le permitirá al país, entre otras cosas, desarrollar sus propios aviones, Gripen gracias a la transferencia de tecnología y el intercambio de información. A su vez, el anuncio del nuevo ministro de defensa, Fernando Azevedo, de establecer una racionalización de los recursos, conducirá a una reducción de los costos operacionales periféricos y a la canalización de los mismos para proyectos estratégicos específicos. Finalmente, los cambios en la carrera militar por medio de mayores incentivos a los futuros reclutas, podría significar un salto cualitativo si resulta bien capitalizado.
Como contrapartida, el recorte presupuestal, impuesto por los últimos gobiernos, dio origen a una “contingencia de recursos” que ha obstaculizado la implementación de diversos proyectos estipulados por la Estrategia de Defensa Nacional. De hecho, las Fuerzas Armadas junto con todo el área de defensa, se constituyeron como el sector que menos recursos recibieron por parte del Estado.
En esta misma línea, Brasil deberá repensar el uso y la distribución que hace de su presupuesto, toda vez que el 75% del mismo es utilizado para el pago de salarios y pensiones. En este sentido, continuar con una política de escasez de inversión en un área tan sensible como la defensa, podría comprometer seriamente la capacidad de combate de las Fuerzas Armadas brasileñas.