Foto: Getty Images/Wathiq Khuzaie
Resumen
Las Fuerzas Armadas en Iraq han vivido varios procesos de transformación en las últimas décadas en un contexto en el que su control es vital para ejercer el poder sobre las distintas instituciones del país. Es así como se evidencia que su transformación es consecuencia de la necesidad de los distintos líderes -regionales, tribales, étnicos, religiosos- de mantener y acrecentar su poder. Las últimas decisiones que se están tomando referente a su trasformación, estructura y misiones pueden seguir poniendo en riesgo una ya inexistente balanza geopolítica regional.
Análisis
Las Fuerzas Armadas iraquíes han supuesto, tradicionalmente, la piedra angular de los distintos gobiernos desde el advenimiento de la República, en el año 1958, tras la destitución del rey Faisal II. De hecho, incluso durante la vice-presidencia de Saddam Hussein, entre los años 1968 y 1979, las Fuerzas Armadas fueron vitales para que Saddam ascendiera en el partido único Ba’ath y terminara derrocando al presidente Ahmed Hassan al-Bakr, consiguiendo así la presidencia del país.
La invasión de Iraq, llevada a cabo por EEUU y Reino Unido, en el año 2003, terminó con el desmantelamiento de las Fuerzas Armadas (Ejército, Armada, Fuerza Aérea y Guardia Nacional) acusadas de estar dominadas por la estructura y la ideología propia del Ba’ath y estar diseñadas para apoyar el liderazgo de los árabes suníes en detrimento de la mayoría árabe chií y de la relevante minoría kurda -y suní- del norte del país.
La situación inmediatamente posterior, en el contexto jurídico de la elaboración de la vigente Constitución Iraquí, de 2005, y en el contexto político del rediseño del aparato de seguridad iraquí nos ayuda a entender la situación actual de diseño y transformación de las Fuerzas Armadas en Iraq. Es así como, tras la reconstrucción de Iraq, se diseñan unas Fuerzas Armadas dominadas por la mayoría chií y con claros vasos comunicantes con el vecino del este -Irán- indiscutible líder del mundo chií y enemigo tradicional de Iraq, durante la segunda mitad del siglo XX. Esas tropas tienen como función la colaboración con las fuerzas estadounidenses y británicas en misiones de contrainsurgencia procedente de ex-miembros del partido Ba`ath que tratan de desestabilizar el Gobierno y la Administración iraquí, en manos de chiíes.
Así mismo, se fortalece y profesionaliza la función de los soldados kurdos, los Peshmerga, que han aportado una experiencia de décadas de lucha contra las fuerzas iraquíes en la época de Saddam en las montañas de la parte kurdo-iraquí. Una vez que se produce la declaración por parte de Estados Unidos, Reino Unido y Francia de la no fly zone en el año 1991, que protege a la población de los potenciales bombardeos de la Fuerza Aérea Iraquí, se produce la creación del Gobierno Autónomo Kurdo (Kurdistan Regional Government KRG) y la función de los peshmerga se institucionaliza y se profesionaliza. Lo anterior les permite controlar el territorio de la Región Autónoma de Kurdistán e ir adquiriendo la instrucción propia de una fuerza armada con control territorial. Tras el derrocamiento de Saddam en el año 2003 se incrementa el nivel de autonomía de la Región Autónoma de Kurdistán y, con ella, se fortalecen los Peshmerga.
Tras la llegada de DAESH, en el año 2014, se evidencia la poca preparación y arrojo de las Fuerzas Armadas iraquíes, que abandonan sus bases en la parte oeste del país. Para poder contrarrestar esa situación, algunos clérigos chiíes establecen un decreto islámico (Fatua) por el que declaran la urgente necesidad de crear brazos armados para combatir la amenaza. Esas milicias son después agrupadas en el paraguas de las Fuerzas de Mobilización Popular (PMF por sus siglas en inglés) o Hashd Al Shaabi con el objetivo de dar respuesta a las necesidades urgentes de seguridad. Como, de acuerdo al artículo 9.1.b de la Constitución iraquí, se prohíbe la existencia de milicias en Iraq, se decide centralizar a las PMF bajo el mando del Ministerio de Defensa a través de un decreto, del por entonces Primer Ministro Abadi, reforzando de facto la posición de Irán en el aparato iraquí de seguridad.
En el momento actual y tras el gran debilitamiento de DAESH, en los últimos meses, ha vuelto a suscitarse el debate sobre cuáles deberían de ser las estructuras y misiones de las Fuerzas Armadas en Iraq para hacer frente a las amenazas de seguridad. La realidad es que, al tratarse de un entorno tan distinto de otros lugares donde las amenazas son más facilmente identificables, los conflictos interestatales de baja o media intensidad y las guerras proxies son la causa principal de preocupación en un contexto complejo y tribal.
Es así que, la amenaza para Iraq deriva, al menos en los últimos 50 años, de una sobredimensión de la capacidad armada de ciertos elementos del país en razón de etnia, tribu y conexiones con poderes foráneos intra y extra regionales. La marginación de los grupos árabe-suníes en la etapa posterior a los dos hechos más relevantes de los últimos años: caída de Saddam y victoria sobre el DAESH augura una situación de desbalance con dos implicaciones. Una estatal: en el aumento de poder político y militar de los chiíes y una regional: Irán se fortalece en Oriente Medio.
Conclusiones
Las diversas Fuerzas Armadas en Iraq han sido y son utilizadas como medio de consolidar el poder de aquellos que lo detentan tanto a nivel tribal y/o sectario, como a nivel regional. El estudio de la transformación de las Fuerzas Armadas va siempre ligado a las necesidades del grupo antes que a las necesidades del Estado, en el histórico enfrentamiento entre chiíes y suníes. Esto explica cómo no se puede apreciar un diseño que trate de hacer frente a unas amenazas objetivas y medibles que en el caso de Iraq no existen per se. Para los suníes, los grupos chiíes representan una amenaza y viceversa. Lo anterior se ve incrementado por el conjunto de alianzas geopolíticas basadas en etnia, creencias religiosas e intereses compartidos.
El estudio y la reflexión sobre la transformación de las Fuerzas Armadas en Iraq nos permite tener acceso a un buen termómetro de la situación en la que se encuentran los distintos grupos que componen el país, así como la fortaleza de las relaciones de estos con las potencias regionales y extra regionales.
El resultado es que los árabes-suníes han sufrido dos grandes derrotas en los últimos tres lustros y los árabes-chiíes han aprovechado ambas para aumentar su poder, cristalizado en el control sobre las Fuerzas Armadas «regulares» y sobre las PMF. Al norte, los kurdos se mantienen en standby mientras ocurren los acontecimientos que les permitan seguir moviendo sus fichas en el tablero.