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Opinión Pública y comunicación ¿cómo influyen en la planificación y desarrollo de planes estratégicos actuales y futuros?

Foto: Plenus

Resumen

Los avances en el ámbito de las Tecnologías de la Información y de la Comunicación -que dio origen a la llamada Sociedad de la Información y de la Comunicación-  vienen generando grandes transformaciones en las prácticas políticas, sociales, económicas y culturales de millones de ciudadanos en todo el mundo. Entre algunas de las consecuencias ya visibles se pueden mencionar: la diversificación de actores -no solo estatales- que cobran relevancia discursiva, social y política; el establecimiento de nuevas reglas de juego en el terreno político-estratégico (nacional e internacional) que influyen y deter­minan la construcción de imágenes y paradigmas sociales respecto a problemáticas específicas; la repercusión en la construcción de la imagen institucional de las organizaciones frente a la opinión pú­blica, que genera la movilización masiva de esta última, entre otros.

Frente a esta realidad actual y futura, diferentes organizaciones políticas y sectores académicos viene generando un análisis crítico y reflexivo en torno a la necesidad de construir nuevos marcos de referencias que contemplen esta nueva complejidad sistémica dentro de las planificaciones estratégicas vinculadas a la defensa y a la seguridad de los estados, las regiones y el mundo. En ellas deberían contemplarse, como pilares centrales, las nuevas características de la relación gobiernos-fuerzas armadas-comunicación que impactan directamente en la opinión pública.

Análisis

Relevancia del poder blando y el rol de la comunicación

Puede decirse que los conflictos son inherentes al desarrollo de las sociedades y a sus intereses. Las que van cambiando con el paso del tiempo son las mo­dalidades con las que se opera acorde a los avances que se logra en materia de ciencia, tecnología y comunicación y los recursos dispo­nibles de las partes implicadas. Entre los elementos del conflicto se encuentran el lenguaje y la disputa por un derecho o un objetivo. El primer caso es el eje de todos los procesos de transformación que se vienen mostrando y está integrado por acciones y gestos destinados a exteriorizar creencias, evidenciar u ocultar intenciones y materia­lizar acciones. Con el lenguaje se intenta influir sobre la conducta del oponente y de otros actores.

Desde las relaciones internacionales y la Teoría del Poder Blando, Joseph Nye otorga relevancia en los conflictos –violentos o no– a los aspectos persuasivos y de influencia legítima (y del modo más natu­ral posible) para el logro de objetivos que los actores se propongan: el poder es hacer que los demás hagan lo que tú quieras que hagan. Eso puede hacerse por medio de coerción (poder duro); o la convicción (poder blando) (Nye, 2016). Uno de los más antiguos estrategas de la historia, Sun Tzu, recomen­daba que la mejor estrategia es aquella en la que no había combate. Textualmente se presenta de la siguiente manera: “El supremo arte de la guerra es someter al enemigo sin luchar (Sun Tzu, 1994, p. 23)”.

Otro académico que vale la pena mencionar en esta materia es Morgenthau (1986), quien exponía la necesidad de ganarse la mente de la opinión pública en los conflictos internacionales de este modo:

“La lucha por el poder en el campo internacional es hoy no solo la lucha por la supremacía militar o por el dominio político sino que, en el sentido específico, una lucha por la mente de una nación depende no solo de la habilidad de la diplomacia y de la fortaleza de sus fuerzas armadas, sino también del atractivo que para las otras naciones pueda llegar a tener su filosofía política, sus instituciones políticas o sus actividades políticas”.

En todos estos casos se destaca la importancia de prevenir y/o ga­nar conflictos sin el empleo del poder duro, por lo que se remarca la supremacía del soft power frente al hard power. Vinculándolo especí­ficamente al nuevo escenario de las nuevas tecnologías de la información y de la comunicación, hay muchos especialistas que intentan definir y analizar el concepto de poder en el entorno del advenimiento de las nuevas tecnologías, uno de ellos es Manuel Castells (2008), quien expone lo siguiente:

“El poder se basa en el control de la comunicación y la información, ya sea el macro poder del Estado y de los grupos de comunicación o el micro poder de todo tipo de organización […]. Poder es algo más que comunicación y comunicación es algo más que poder. Pero el poder depende del control de la comunicación. Al igual que el contra poder depende de romper dicho control. Y la comunicación que puede llegar a toda la sociedad se conforma y gestiona mediante relaciones de poder enraizadas en el negocio de los medios de comunicación y en la política del Estado. El poder de la comunicación está en el centro de la estructura y la dinámica de la sociedad (p. 23)”.

En lo relacionado concretamente con los actores estratégicos, es indispensable destacar que los mecanismos de producción, circulación y recepción de mensajes que pueden llegar a desarrollar en algunos casos los países u organismos internacionales a través de sus instituciones –como así también otros miembros de la comunidad mundial– son determinantes para lograr propósitos estratégicos de cada sector en lo vinculado a la capacidad de influencia. La planificación de la comunicación está dando origen a nuevas formas y tendencias con las que muchos grupos de poder están ejerciendo su influencia y su control sobre distintos espacios territoriales y sociales acorde a sus intereses geoestratégicos y económicos. Y es aquí justamente donde entran a jugar aspectos claves como los de conflicto y estrategia, que darán origen a la planificación estratégica y, en consecuencia, al empleo de la comunicación y de la información como herramientas de poder blando tendiente a alcanzar propósitos de los actores intervinientes en una disputa -incluida la sociedad civil-.

En otras palabras, y desde una mirada sociológica, la importancia del lenguaje y la comunicación radican en su posibilidad de construir, reconstruir, destruir a partir de la transmisión y generación de ideologías que se reflejan en las manifestaciones colectivas de las personas.

Opinión pública y la construcción del imaginario social

Desde el origen de la sociedad, las personas y los pueblos han estado generando producción e intercambio de informaciones y de significaciones culturales. Lo que va cambiando en el tiempo son los medios de comunicación, la tecnología informática, la producción, el almacenamiento y la circulación de información y el contenido simbólico que ya se ha convertido en un eje central de las sociedades simbólico que ya se ha convertido en un eje central de las sociedades denominadas del conocimiento (Thompson, 2010).

Antes que nada, es indispensable establecer la relación entre la opinión pública nacional y los gobernantes dentro de los sistemas democráticos donde estos acceden al poder a través del voto popular. Los ciudadanos les otorgan legitimidad a los mandatarios con el acceso al cargo y sus funciones y, en consecuencia, a la formulación de políticas públicas –incluidas las de política exterior y las de defensa–. Es válido sostener que los funcionarios públicos no necesariamente deben consultar este tipo de cuestiones con la sociedad, como bien lo ha demostrado la historia. Sartori (1992, p. 151, citado por Montero Sánchez) explica esta relación opinión pública-democracia política así:

“El nexo constituyente entre la opinión pública y la democracia es totalmente evidente: la primera es el fundamento esencial y operativo de la segunda […]. Para ser de algún modo soberano el pueblo debe, por lo tanto, poseer y expresar un «contenido»; y la opinión pública es precisamente el contenido que proporciona sustancia y operatividad a la soberanía popular. Desde esta consideración se desprenden dos definiciones clásicas de la democracia: que la democracia es un «gobierno de la opinión», y que la democracia es un «gobierno consentido», un gobierno fundado sobre el consenso. La vinculación entre las dos definiciones es fácil de ver: un gobierno de la opinión es un gobierno que requiere, precisamente, el consenso de la opinión pública; y un gobierno consentido es, concretamente, un gobierno mantenido por la opinión pública”.

Es en el espacio público justamente donde se da la formación y el debate de los temas de interés común que se encuentra mediado y delimitado por el papel de los medios masivos de comunicación. A su vez, son estos mismos medios los que otorgan un marco de referencia a los ciudadanos para interpretar los hechos y las polí­ticas públicas y, a su vez, actúan como catalizador de la memoria colectiva a través de la definición de los acontecimientos pasados y las perspectivas de futuro (Montero Sánchez, 2001, p. 107). De allí la relevancia del papel de los medios de comunicación como acto­res estratégicos con capacidad de influencia en la opinión pública y en la toma de decisión de los gobernantes. Puede decirse que la comunicación política se viene construyendo a partir de la relación gobernantes-medios de comunicación-sociedad civil.

Por su parte, Castells (2009) introduce el concepto de política me­diática para definir la manera de hacer política en y a través de los medios de comunicación y –agrega– que la política actual es funda­mentalmente una política mediática y es por ello que los medios de comunicación tienen un papel trascendental porque en ellos se da la construcción del poder:

“Todo lo que hacen los medios está entrelazado con la realidad social concreta de un país y sus intervenciones serán funcionales a sus intereses económicos, políticos, ideológicos, nacionales, religiosos, etc.; de la misma manera que todos los demás actores sociales interactúan con los medios, los influirán, los cambiarán, los utilizarán (Del Olmo, 2018, p. 35)”.

A partir de principios del siglo XX los medios masivos de comunica­ción tomaron, en algunos casos, un papel protagónico como instrumento político de los Estados nacionales en su construcción hegemónica discursiva y, principalmente, en países desarrollados que supieron encontrar en las propagandas y otros sistemas de comunicación e información una herramienta de persuasión y manipulación para lograr sus inte­reses políticos y económicos. En otros casos, actores políticos intentaron ejercer diferentes tipos de control sobre las informaciones que no eran funcionales a sus intereses desarrollando diversos mecanismos que van desde la censura a otras técnicas de desinformación y manipulación.

Asimismo, el escenario mediático (prensa gráfica, televisión, radio, cine) tradicionalmente influyente en la construcción de los hechos noticiosos y en los procesos de legitimidad política de los gobernantes también viene siendo afectado por el desarrollo de las tecnologías de la información y de la comunicación como internet, el gran auge de las redes sociales como espacios de encuentros e intercambios, el acceso a nuevas las fuente de información, y el desarrollo de nuevos mecanismos de intentos de influencia social y de desinformación más sofisticados (trolls, bots, fake news), solo por mencionar algunos que se vienen consolidando como lugares de construcción y proyección de poder blando de numerosos actores políticos.

Conclusiones

La relación gobierno-comunicación-opinión pública ya ha sido analizada y expuesta por escritores vinculados al campo de la comunicación y de la planificación estratégica de los estados. Es este último caso, el cambio de los escenarios nacional e internacional en materia de desarrollos vinculados a las Tecnologías de la Información y de la Comunicación en un mundo altamente dinámico y cambiante, el creciente protagonismo de la opinión pública en los terrenos políticos y sociales, la mayor visibilidad de actores que emplean las ventajas de la interconectividad, velocidad y viralización a mayor velocidad y escala a un bajo costo; entre otros ha generado que la comunicación se torne altamente estratégica en la construcción y proyección de poder en actores relevantes y, especialmente, en la opinión pública.

Aquí la información y la comunicación se tornan estratégicas debido a la capacidad de influenciar no solo en la construcción de las imágenes de los hechos políticamente relevantes sino que, además, en la manera en que se establece el vínculo entre los gobernantes democráticos y el sistema de legitimación o no que desarrolla la sociedad civil en torno a las políticas públicas que se diseñan y ejecutan. A lo que debe sumársele la función de los medios de comunicación masivos (tradicionales y nuevos).

Específicamente en el ámbito de la defensa y la seguridad, es indispensable repensar cuál es el rol de la comunicación no solo en tiempo de conflictos sino además en tipo de paz, el tipo de vínculo que se crea y sostiene día a día entre las actividades que se llevan adelante y la función y protagonismo de la sociedad civil que se encuentra mediada por la información. A su vez, como se expuso brevemente, la naturaleza y el desarrollo de los conflictos ya tienden a tener como protagonista principal al denominado poder blando no sólo teniendo mayor predominancia sobre otros tipos de factores de poder como el militar sino que acompañan cualquier tipo de planificación desde el más alto nivel de las organizaciones.

En consecuencia, en la denominada Sociedad de la Información y del Conocimiento, la comunicación se torna un activo y un elemento de maniobra estratégica dentro de cualquier planificación tanto estratégica, táctica y operacional. Las instituciones no pueden permanecer ajenas a los procesos de cambios tecnológicos, económicos, sociales y tecnológicos del mundo, la región y de su mismo país y a partir del correcto proceso reflexivo deberán elaborar nuevos paradigmas y marcos de acción para poder alcanzar los objetivos políticos buscados.


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