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El nuevo orden mundial y la desaparición de los tratados de no-proliferación nuclear

Foto: Huffpost

Resumen:

El régimen de no proliferación nuclear se encuentra en una delicada situación motivada en gran parte por el gran número de cambios que se han producido como consecuencia del fenómeno de la globalización y el nuevo orden mundial, de carácter multipolar.

Haciendo una mirada retrospectiva, el final de la llamada “Guerra Fría” parecía haber traído una nueva situación en el que los grandes conflictos armados entre potencias quedaban cada vez más alejados, no haciéndose necesaria la tenencia de grandes arsenales nucleares y menos aún, el empleo de este tipo de armamento.

Parecía que el acercamiento entre los antiguos rivales podría llegar a ser un hecho consumado y que la nueva Rusia tan solo necesitaría una capacidad de disuasión suficiente para asegurar sus intereses vitales. En el bloque occidental el optimismo se percibía en una forma parecida, pensando que los gobiernos de carácter democrático se impondrían como un nuevo modelo para la extensión de la economía de mercado.

Sin embargo, pronto comprobarían todos que el panorama mundial que se configuraba iba a ser muy diferente del se esperaba.

Los nuevos actores globales y el fin del tratado ABM

Uno de los primeros acuerdos en llegar a firmarse y que estaría vigente hasta el cambio de siglo, sería el Tratado ABM o Tratado sobre Misiles Anti-Balísticos. Este importante documento, firmado en 1972, aportaba una intención de  prudencia en el enfrentamiento entre los bloques antagónicos, ya que limitaba el número de sistemas para hacer frente ante un ataque nuclear con misiles por parte de soviéticos o norteamericanos. De este modo, cualquier oponente tendría que pensar aún más detenidamente la iniciación de un ataque nuclear, ya que el contrario tendría la capacidad de respuesta asegurada debido a las limitaciones para defenderse del primero.

El fenómeno de la globalización, a caballo del cambio de siglo, hizo irrumpir nuevos actores apareciendo junto a los Estados grupos, organizaciones e individuos, como posibles artífices de los acontecimientos que se podrían producir. Los sucesos del 11-S pusieron de manifiesto este fenómeno. Ante el futuro incierto que se abría por delante, EE.UU. decidió abandonar el Tratado ABM en 2002, para paliar las necesidades de seguridad que tenían sus territorios metropolitanos.

Entretanto, el fenómeno globalizador seguía su curso y los países exsoviéticos que se habían despojado de las armas nucleares, veían en el ejemplo de Ucrania que quizás se hubiesen precipitado en tomar esta decisión. Al mismo tiempo, la crisis ucraniana sirvió como revulsivo para que otros países con intereses nucleares no abandonasen sus programas armamentísticos, por el temor a que la situación internacional no fuese capaz de garantizar el cumplimiento de sus necesidades vitales.

En marzo de 1994 Ucrania había aceptado deshacerse del arsenal nuclear soviético que se encontraba en su territorio, que constituía el tercer acúmulo del planeta de este tipo de armas. Este material bélico era un factor de seria preocupación por el riesgo de que cayesen en manos no adecuadas, por lo que rusos, estadounidenses y otros estados occidentales, ofrecieron a los ucranianos (al igual que a kazajos y bielorrusos) la posibilidad de desmantelar su arsenal nuclear a cambio de protección.

De este modo se firmó el Memorándum de Budapest, sumándose Ucrania al Tratado de No Proliferación Nuclear y comprometiéndose rusos británicos y estadounidenses a garantizar la integridad territorial ucraniana.

Los sucesos de 2014, en el que voluntarios rusos intervinieron en el conflicto del Donbass y Rusia se anexionó Crimea, hicieron saltar por los aires todos los paradigmas que el referido memorándum había establecido. A partir de este momento cualquier Estado proliferante podría alegar como ejemplo que la integridad ucraniana no había sido defendida y que por lo tanto, deshacerse de las armas nucleares sería un verdadero error estratégico.

El final del tratado INF: La desconfianza múltiple asegurada.

Volviendo de nuevo a la caída de la Unión Soviética, se puede observar que en dicha época se alcanzaron importantes acuerdos en materia de control y reducción de armas nucleares y convencionales entre rusos y occidentales. Mientras, la potencia global emergente constituida por China no se sumaba a ninguno de ellos. Igualmente, algunas potencias regionales como pudieran ser India y Paquistán se apresuraban a garantizar su seguridad mediante la acumulación de todo tipo de armamentos.

En el año 1987 los presidentes Reagan y Gorbachov firmaron un importante acuerdo para la eliminación de sus arsenales de cualquier tipo de misil terrestre de alcance intermedio, con un rango de actuación entre los 500 y 5500 kilómetros, así como sus medios de lanzamiento. Bajo el nombre de INF (Intermediate Nuclear Forces), por primera vez en la historia se establecía una reducción en vez de marcar un techo en la cuestión nuclear. El tratado INF poseía un mecanismo de inspección in situ, que se extinguió en 2001 sin que se produjese su renovación.

Cuando se produjo el ascenso de Putin al poder, a finales de siglo, Rusia percibía que había quedado relegada a un segundo plano en el nuevo orden mundial que se avecinaba, situación que no se correspondía con su importancia global. Además, el mundo occidental se aproximaba cada vez más a sus fronteras por haberse sumado a la OTAN muchos de los países que constituían el glacis defensivo que le separaban de occidente.

En el año 2007, sería el entonces ministro ruso de exteriores, Sergey Ivanov, quien reconocería que el Tratado INF había sido un error, ya que debilitaba a su país frente a las posibilidades de los aliados y el carácter bilateral del tratado, lo que podría ser interpretado como un temor hacia los chinos[1]. En el año 2008 los estadounidenses detectaron un vuelo de prueba de un misil en Rusia, que podría contravenir el tratado. Sin embargo, la entonces administración Obama dejó pasar este incidente, quizás motivada porque se estaba discutiendo la renovación de otro importante tratado nuclear, el New START sobre armas nucleares estratégicas, del que hablaremos más adelante.

En 2010 EE.UU. emitió un informe en el que se manifestaba que Rusia no estaba cumpliendo los tratados de No-Proliferación en materia nuclear. La reacción rusa llegó de la mano de Serguéi Lavrov, ministro de exteriores, quien criticaría a los norteamericanos por no aplicar lo que denunciaban, ya que EE.UU. había desplegado en Europa un sistema antimisiles con capacidad de lanzar armas que incumplían el tratado INF[2]. Además el tratado había quedado obsoleto para los rusos, debido al desarrollo de nuevas armas que deberían incluirse en este, como por ejemplo el vehículo aéreo remotamente tripulado “Predator”, cuya versión de ataque podría compararse perfectamente con un misil de alcance intermedio.

A lo largo de toda la década se produjeron una serie de acusaciones mutuas que culminarían en una total discrepancia en 2017, cuando los estadounidenses increparon a los rusos por poseer dos “batallones” móviles de misiles 9M727/SSC8, con capacidad de ser municionados varias veces y que violaban claramente el Tratado INF[3].

La espiral de acontecimientos y desavenencias desembocó en el anuncio del presidente Trump de no renovar el tratado, el cual abandonarían ambos Estados en febrero de 2019.

La senda hacia la desaparición del Tratado New START.

En cuanto a la reducción de las armas nucleares estratégicas, se han producido a lo largo de la historia numerosos intentos para su contención, destacando los acuerdos SALT (siglas en inglés de Strategic Arms Limitation Talks) y los Tratados START (siglas en inglés de Strategic Arms Reduction Treaty).

El START-I, firmado entre los presidentes Bush y Gorvachev en 1991 no solo fue útil para la reducción de armas nucleares estratégicas entre rusos y norteamericanos, sino que sirvió para la anteriormente referida eliminación de este material bélico de las repúblicas exsoviéticas que lo poseían.

El tratado START-II fue un reflejo de los nuevos problemas que se produjeron a caballo del cambio de siglo. Aunque fue firmado entre los presidentes Bush y Yeltsin en 1993, no fue ratificado por la Duma rusa hasta el año 2000. En este contexto ya se había producido la expansión de la OTAN hacia el este y las intervenciones de EE.UU. en Irak y Kosovo. El abandono por parte estadounidense del Tratado ABM, como consecuencia del 11-S, provocaría que los rusos abandonasen el START-II en el año 2002.

Buscando una salida a esta situación, se llegó en 2002 a la firma entre Bush y Yeltsin del tratado SORT (Strategic Offensive Reductions Treaty), que rompía con el espíritu de las grandes reducciones, pero limitaba el número de ojivas nucleares.

El Tratado New START se firmaría entre los presidentes Obama y Medvédev en 2010, en un clima de mutua desconfianza ante la expansión norteamericana y la contra-preparación rusa, al amparo de Putin. Sin embargo ambos países sentían la necesidad de limitar la cantidad de las muy costosas armas estratégicas a un número razonablemente suficiente. La negociación sería claramente favorecedora para los rusos, quienes tenían que reducir menos armas y más incómoda para los norteamericanos, por tener que ser más drástica su disminución.

Básicamente el acuerdo en vigor contempla que la cantidad de cabezas nucleares y bombas se reduce para ambas partes a 1550. Además los misiles balísticos intercontinentales (ICBM), los submarinos lanzadores de misiles balísticos (SLBM) y bombarderos pesados con misiones nucleares se limitan a las 700 unidades, pudiendo alcanzar el límite de 800 el conjunto de estos recursos para misiones nucleares y no-nucleares. El tratado no limita los ICBM y SLBM no desplegados[4].

A lo largo de este año 2020 se debe renegociar este acuerdo, ya que expira en 2021. No obstante, en la situación actual es muy difícil que lo anteriormente pactado llegue a aceptarse de nuevo.

El mal cariz que la extinción del tratado INF ha provocado deja el comienzo de las negociaciones en una situación de enfrentamiento entre americanos y rusos, teniendo además en cuenta el rápido ascenso de China. Además, existe un sector de la política estadounidense que percibe que en la época de Obama se firmaron acuerdos nucleares perjudiciales para los intereses de EE.UU., como el acuerdo nuclear con Irán o el propio New START.

Conclusiones: El riesgo de una nueva carrera de armamentos.

La reconfiguración del nuevo orden mundial, en el que nos encontramos inmersos, se presta a que las nuevas potencias globales y regionales busquen un nuevo espacio de poder e influencia de acuerdo con sus posibilidades.

Esta situación da lugar a que se produzca una competición por alcanzar unas cuotas de poder razonables, adaptadas al nuevo estatus que cada uno de los actores posee, no descartándose el uso racional de la fuerza para alcanzar sus objetivos.

El nuevo entorno geopolítico ha quedado muy condicionado por los nuevos referentes geográficos. Así Robert Kaplan, en su libro “The Revenge of Geography: What the Map Tells Us About Coming Conflicts and the Battle Against Fate” propugna que las zona de ruptura de Eurasia deben ser replanteadas en función de la tecnología, principalmente en el ámbito militar y el incremento poblacional, que hace que el macro-continente se convierta en algo claustrofóbico.

A las teorías de Kaplan se añaden los planteamientos geopolíticos revisionistas de rusos y chinos. Por una parte Tikhorimov y Brezkum reclaman un área de influencia para Rusia similar a la de la antigua URSS, protegida por un paraguas nuclear. Por otro lado, Li Ming-Fu asienta sus teorías sobra la base de un “espacio vital” para China, que asegure la protección de las rutas de acceso a las materias primas. Esta protección solo puede hacerse desde un planteamiento militar.

Jhon Mearsheimer en su obra “The Tragedy of Great Power Politics” pone de manifiesto, en el ámbito de las Relaciones Internacionales, el comportamiento competitivo entre Estados por alcanzar la hegemonía en el ámbito mundial o regional. Añade como característica adicional que, para llegar a este nivel, necesitan adquirir la capacidad nuclear. Mearsheimer llega más allá cuando expone que la superioridad puede adquirir su máxima expresión cuando un actor puede destruir a su adversario, sin que este pueda llevar a cabo acciones significativas en su contra.

Por todo ello se entiende que en el ámbito del realismo ofensivo en que se desarrollan las relaciones al comienzo de la segunda década del siglo, se abandonen los tratados que limitaban la posesión de armas nucleares, en tanto se reconfiguren de nuevo los espacios de poder e influencia de las antiguas y nuevas potencias.


Este artículo ha sido gracias al Instituto Español de Estudios Estratégicos.

Una versión más extensa de este texto se puede ver en http://www.ieee.es


[1] Россия Сегодня/Rusia Hoy, “Scrapping Medium-Range Ballistic Missiles a Mistake-Ivanov-1”, 07.02.2007.,Disponible en: http://sputniknews.com/russia/20070207/60350944.html

[2] Фонд стратегической культуры/Fundación Cultura Estratégica, “Контроль над вооружениями: США продолжают нарушать свои обязательства/Control de armas, Estados Unidos siguen violando sus obligaciones”, 10/08/2010. Disponible en: https://www.fondsk.ru/news/2010/08/10/10337-10337.html

[3] GORDON, Michael R., “Russia Deploys Missile, Violating Treaty and Challenging Trump”, The New York Times, Feb. 14, 2017. Disponible en: https://www.nytimes.com/2017/02/14/world/europe/russia-cruise-missile-arms-control-treaty.html

[4] US Department of State, New START Treaty, disponible en: https://www.state.gov/new-start/

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Las ideas contenidas en este análisis son responsabilidad exclusiva del autor, sin que refleje necesariamente el pensamiento del CEEEP ni del Ejército del Perú

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