Resumen
El COVID-19, dada su naturaleza vírica y su propagación planetaria, no discriminatoria, sostenida en tiempo y espacio uniformemente, se ha convertido en el elemento vector capaz de radiografiar el conjunto de capacidades estratégicas, tácticas y operativas ante escenarios de crisis y guerra no convencional. Éste ha generado un nicho de recolección y análisis de información crítica sin precedentes facilitando la observación de las capacidades de respuesta y gestión pragmática de todos los gobiernos a escala global, desentramando las filias y conflictos latentes entre teóricos aliados y enfatizando las guerras económicas previamente existentes.
Análisis
A principios de enero, el foco de la geopolítica mundial se ubicaba en el Golfo Pérsico. Tras el asesinato del General Qassim Soleimani, la tensión entre el bloque occidental e Irán creció ostensiblemente, fruto de una escalada beligerante que auspiciaba, al igual que había sucedido en Iraq, Siria, Libia y Afganistán, un enfrentamiento frontal entre los EE.UU. e Irán. No obstante, ese conflicto “aparente” ocultaba una feroz lucha por los recursos energéticos entre dos bloques. Proceso que paulatinamente iba gestando la antesala de un conflicto que distaba del choque de civilizaciones difundido en los medios. A mediados de enero el foco de la geopolítica mediática pasó súbitamente de Oriente Medio hacia China. La comunidad internacional comenzó a observar la expansión de un patógeno cuyas consecuencias, apriorísticamente locales, pasaban a extenderse por la casi totalidad del globo.
Dejando al margen la innegable catástrofe humanitaria vigente, el Covid-19 se ha convertido en la llave capaz de abrir la observación masiva y sin paliativos de las capacidades operativas de todas las naciones del globo en materia de crisis, conflictos no convencionales o ataques NRBQ (Nuclear, Radiológica Biológica y Química). El valor geopolítico en materia de inteligencia del Covid-19 radica en el factor “sorpresa” con el se ha propagado. Su distribución de forma exponencial y transfronteriza esta permitiendo la homogeneización de las vulnerabilidades independientemente del grado de desarrollo económico, industrial o social de las naciones afectadas. Un aspecto crucial para determinar las capacidades de respuestas reales ante crisis o conflicto de guerra no convencional. Contexto al que hay que añadir la ausencia constatable de previsión e inexistencia de Planes y Estrategias de Seguridad Nacional que contemplen la pandemia como escenario crítico. Por consiguiente, estamos observando como el covid-19 ha sido capaz de enlazar de forma sincronizada cuatros requisitos fundamentales para el desarrollo de una radiografía geopolítica sin precedentes a escala planetaria:
- El uso de la red de transporte como catalizador de una expansión internacional que facilitase un mínimo margen de anticipación;
- La identificación de una vulnerabilidad estructural crítica común al conjunto de naciones que fuese explotable para la adquisición de información;
- La existencia de representantes políticos en las naciones desarrolladas que sistemáticamente desoyesen las recomendaciones de sus respectivos comités de expertos y organismo internacionales.
- La ausencia de eventos de magnitud similar recientes tanto en su tipología (vírica) como dimensión territorial (global)
El mero fallo de uno de ellos hubiese alterado significativamente la evolución de los acontecimientos y, por ende, el presente escenario no hubiese tenido lugar en la magnitud ni intensidad vigente.
La crisis transversal que la practica totalidad de las naciones atraviesa ha reactivado el valor de los servicios de inteligencia e información ante sus respectivos representantes políticos. Aspecto que paulatinamente está ayudando a mutar la actual pandemia de una crisis sanitaria a geopolítica. Calder Walton[1] ha identificado cuatro vectores en la actual crisis geopolítica encubierta a consecuencia del covid-19: a) centros nacionales de investigación e inteligencia médica; b) adquisición de información restringida o espionaje tradicional; c) desinformación y propaganda; d) vigilancia y trazabilidad.
Los Centros Nacionales de Inteligencia Médica han entrado de lleno en una competición desenfrenada por comprender la naturaleza del Covid-19. Una lidia que sobrepasa el campo sanitario y se embarca en el impacto geoeconómico de una solución global. La aportación en materia de inteligencia versa en el diagnóstico de tres fases superpuestas. La primera se corresponde con la identificación del impacto sobre la sociedad; la segunda con el proceso de toma de decisiones que active la desaceleración de la curva de contagios y su propagación; y la tercera con la capacidad de desarrollar autosuficiencia y restauración del orden previo.
Esta tercera fase ha suscitado la reformulación de la guerra económica previamente mencionada por el control energético entre los grandes bloques hacia dos campos: el farmacéutico (vacuna) y el logístico-industrial (mascarillas, respiradores y sucedáneos). No podemos obviar que el control de la vacuna y de la producción y distribución del material sanitario supone la llave al control de la recuperación de la pandemia, así como la restauración económica y social de todas las naciones. Por lo tanto, una herramienta de gestión que permite reequilibrar el orden mundial a conveniencia bajo el paraguas de las patentes de producción farmacéutica.
Una llave cuyo efecto e importancia depende del segundo vector: la adquisición de información restringida y espionaje. En tiempos de convulsión la veracidad de la información suele descender para ocultar debilidades estructurales. Tanto entre naciones hostiles como entre aliados. Ante la dubitación suscitada por los datos estadísticos aportados, países con grandes redes de inteligencia han comenzado a identificar en terceros territorios la dimensión tangible de la pandemia. Un proceso que de forma asociada está facilitando la observación de vulnerabilidades intrínsecas relativas a escenarios de guerra convencional y guerra cibernética. Hay que destacar que países como China, Rusia e Irán han instaurado medidas desproporcionales para el número de infectados declarados oficialmente. Circunstancia que Corea del Norte lleva a la hipérbole al oficialmente declarar la ausencia de contagios mientras que simultáneamente solicita de forma urgente y masiva el envío de material sanitario.
Esa predisposición hacia la negación del impacto ha sido entendida por los grandes actores geopolíticos en clave de debilidad tanto por el bloque occidental como oriental. Sendos están observando la presente crisis global como una oportunidad para la consecución de pretensiones geoestratégicas previamente inalcanzables. Jeremy Konyndyk, exdirector del Centro Internacional de Asistencia de Desastres Estadounidense y actual analista del Center fo Global Development mostraba cierta predisposición hacia la subversión del régimen de Kim Jong-un: “Corea del Norte es un país nuclear donde cualquier cuestión que pueda desestabilizar al gobierno serían de gran interés para los Estados Unidos”[2]. Contexto que a tenor de las declaraciones del Secretario General de la OTAN Jens Stoltenberg, Rusia tampoco ha querido desaprovechar: “Que Rusia no se equivoque; la OTAN mantiene intactas sus capacidades;[…] que no haya malentendidos ni nadie cometa un error de cálculo. La OTAN está lista para evitar que una crisis sanitaria se convierta en una crisis de seguridad ”[3]
La incertidumbre social instaurada en la totalidad del grueso de las naciones está facilitando el desarrollo del tercer vector: la desinformación y propaganda. El cuestionamiento por parte de la ciudadanía sobre qué modelo de gobierno (democrático o autoritario) es capaz de solventar mejor este tipo de crisis, ha desatado una flagrante guerra mediática de acusaciones para sembrar el argumentario de la “historia”. Acusaciones que discurren dentro del espectro de la conspiración, fabulación y premeditación entre líderes políticos mundiales conscientes de la transcendencia de su mensaje. Una propaganda que ahora más que nunca tiene que convencer a los propios de la eficiencia del modelo al que pertenecen como sembrar los posos de la dubitación en el contrario. Quizás, una de las facciones más cuestionables de esta maquinaria mediática, y cuyas consecuencias son más destructivas que constructivas, es el uso político intencionado de la palabra “guerra” para nombrar la actual crisis sanitaria. El concepto de la guerra está socialmente ligado a la supervivencia de una entidad (singular o colectiva) respecto a otras. Un término que lejos de sentar las bases de una solidaridad global imperativa ha derivado en el individualismo, el auspicio de la piratería y la supeditación del interés nacional ante cualquier atisbo de cooperación internacional masiva. Una consecuencia frívolamente calculada por la anteriormente mencionada maquinaria propagandística.
El cuarto y último vector propuesto por Walton es el relativo a la trazabilidad y vigilancia. Un vector que reabre el eterno debate del equilibrio entre privacidad y seguridad. En la actualidad, el termino de seguridad queda suplantado por el de supervivencia. Esta pandemia está permitiendo evaluar la predisposición jerárquica de las sociedades para con sus derechos y el valor de estos respecto a factores exógenos. Mientras que hace unos meses la UE criticaba duramente el control y vigilia del Régimen Chino hacia sus ciudadanos, ahora intenta emular dichas capacidades. Una imitación que dada la divergencia entre los ecosistemas legislativos va a resultar infructuosa en occidente. A fecha del 26 de marzo, más de 19 gobiernos habían declarado oficialmente el uso de geolocalización móvil como mecanismo de control de la pandemia. Una carrera por la “trazabilidad” que en ocasiones está siendo llevada al extremo. En Israel, el primer ministro Netanyahu aseveró “se usarán todos los medios disponibles para combatir el covid-19 incluyendo el uso de tecnologías de contraterrorismo que hasta ahora había sido reticente de emplear en la sociedad civil”[4]. No obstante, la vigilia mediante la geolocalización de terminales móviles queda sucintamente entre dicho dada la facilidad de su inhibición. El éxito de la capacidad China en este contexto versa en la convergencia de tres elementos inexistentes en occidente: a) obligatoriedad de portar el dispositivo móvil; b) la existencia de una red de CCTV de reconocimiento facial integrado y amplia cobertura territorial; c) la disposición legislativa hacia el seguimiento individual y nominal de los datos.
Estos cuatro vectores de la radiografía geopolítica son fehacientemente complementados por dos cuya naturaleza han determinado con demasiada frecuencia el sino de naciones y sus sociedades: la estructura institucional y el perfil del líder. Desde la perspectiva institucional, cabe destacar la aportación de Micah Zenko[5] quién disecciona la cadena de fallos burocráticos de la administración Trump desde enero hasta la actualidad. Un análisis que pone de manifiesto, a modo de ejemplo, las negligencias observadas en el proceso de toma de decisiones, la propensión de los canales de transmisión hacia el bloqueo de información crítica y la negativa de parte de los órganos federales a integrar los análisis de inteligencia aportados por las agencias. Una información de alto valor que permite extrapolar reacciones tipo por parte de la administración ante hipotéticos escenarios de diversa índole. Análisis que remarca las vulnerabilidades estructurales de nuestras naciones para hacer frente a emergencias como la vigente.
Aspecto que transversalmente enlaza con la oportunidad de evaluar la capacidad de liderazgo de los respectivos representantes mundiales. No podemos dubitar que “es vital la presencia de líderes con capacidades y conocimientos necesarios para conducir las instituciones de manera holística e integral, […] para hacer frente a una realidad permanentemente cambiante con fenómenos y situaciones complejas, multidimensionales y de límites difusos, que provocan inestabilidad e incertidumbres afectando la seguridad de un país” [6]. A pesar de tan imperante necesidad es factible observar la fragilidad del liderazgo vigente en gran parte de las naciones del globo, así como en aquellos organismos supranacionales que ahora más que nunca deben cohesionar a las naciones integrantes por el bien de la estabilidad, paz y seguridad mundial.
Conclusiones
El Covid-19 se ha convertido, teorías de la subversión y conspiración al margen, en la mayor radiografía de análisis e inteligencia geoestratégica del siglo XXI. Una situación que, indistintamente de su naturaleza, está permitiendo identificar los procedimientos y funcionamiento de las estructuras críticas de la práctica totalidad de las naciones. Una información vital para la articulación de un nuevo orden mundial que ha sentado los preceptos de una nueva tipología de guerra comercial: la sanitaria. Todo ello en un contexto de suma fragilidad en el liderazgo político y con más que demostrados déficits estructurales en las instituciones gubernamentales. Un caldo de cultivo con el que los nacionalismos e independentismos están dispuestos a hacer redito político. Aspecto al que hay que añadir la tentativa de inicio o aceleración de conflictos locales y regionales. No podemos olvidar que en tiempos de “guerra” hay que sembrar cordura y sensatez para que la actual crisis sanitaria no torne en un conflicto bélico. De forma certera, esta radiografía geopolítica ha denotado más que las vulnerabilidades estructurales de los gobiernos el déficit humano de cooperación entre pueblos en situaciones adversas.
[1] WALTON, Calder. Spies Are Fighting a Shadow War Against the Coronavirus. Foreign Policy. 3 abril 2020. Disponible en: https://foreignpolicy.com/2020/04/03/coronavirus-pandemic-intelligence-china-russia/. Fecha de consulta: 5 abril 2020.
[2] The Japans Times. U.S. spies unclear on COVID-19 spread in China, North Korea and Russia. 31 marzo 2020. Disponible en: https://www.japantimes.co.jp/news/2020/03/31/world/u-s-spies-coronavirus-china-north-korea-russia/#.Xoog-ogzbr4. Fecha de consulta: 5 abril 2020.
[3] DE MIGUEL, Bernardo. Entrevista a Jeans Stoltenberg. El País. 2 abril 2020. Disponible en: https://elpais.com/internacional/2020-04-01/stoltenberg-que-rusia-no-se-equivoque-la-otan-mantiene-intactas-sus-capacidades.html. Fecha de consulta: 5 abril 2020.
[4] DOFFMAN, Zak, COVID-19 Phone Location Tracking: Yes, It’s Happening Now—Here’s What You Should Know. Forbes. 27 marzo 2020. Disponible en: https://www.forbes.com/sites/zakdoffman/2020/03/27/covid-19-phone-location-tracking-its-moving-fast-this-is-whats-happening-now/#7583d60711d3. Fecha de consulta: 7 abril 2020.
[5] ZENKO, Micah. The Coronavirus Is the Worst Intelligence Failure in U.S. History. Foreign Policy. 25 marzo 2020. Disponible en: https://foreignpolicy.com/2020/03/25/coronavirus-worst-intelligence-failure-us-history-covid-19/. Fecha de consulta: 5 abril
[6] ROBLES MONTOYA, José H. Reflexiones en torno al Liderazgo militar en tiempos de transformación institucional. CEEEP. Disponible en: https://ceeep.mil.pe/2020/03/11/reflexiones-en-torno-al-liderazgo-militar-en-tiempos-de-transformacion-institucional/ Fecha de consulta: 5 abril 2020.