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Resumen
Cada día se desplazan cientos de migrantes hacia los Estados Unidos a través de México, cruzando las porosas fronteras de la región centroamericana. La gran pregunta es, cuál será la capacidad que tendrán los Estados Unidos y México para gestionar la crisis generada por la pandemia, y al mismo tiempo seguir con sus políticas de neutralización de la migración.
La pregunta es oportuna si, como se sostiene en este artículo, el cierre formal de las fronteras no tiene mucho efecto en la voluntad de migrar de muchas personas, como se está mostrando en diferentes partes del mundo. En este caso el crimen organizado es un actor esencial en este tránsito y no va a renunciar a este lucrativo tránsito, si como todo indica los centroamericanos no se encuentran particularmente motivados a permanecer en sus países ante la pandemia. La respuesta de Estados Unidos basada fundamentalmente en la respuesta militar no parece la mejor alternativa para dar respuesta a esta crisis.
Análisis
La pandemia del COVID-19 plantea una oportunidad de negocio para el crimen organizado, que va a buscar satisfacer la demanda de estructuras de apoyo, a través de México, para que los migrantes centroamericanos sigan desplazándose y cruzando hacia los Estados Unidos. En los próximos meses se visualizará si los Estados Unidos y México tienen las capacidades suficientes para atender la pandemia, y continuar con la política de neutralización de los migrantes en tránsito. Los Estados Unidos han anunciado que el crimen organizado va a aprovechar esta crisis, para seguir con el tráfico de migrantes y para responder a esta amenaza se ha desplegado un importante número de fuerzas militares tanto en el Caribe, como en el Pacífico.
La relación de los Estados Unidos con la región es de ida y vuelta. En buena medida, el mercado estadounidense de las drogas y la libre disposición de armas en ese país es el que ha alimentado a los grupos del crimen organizado. También la política de repatriación de centroamericanos acusados por diferentes delitos hizo aumentar de forma muy relevante el número de delincuentes en la región. En las últimas semanas las críticas que ha recibido el presidente Trump, en relación con reducir las detenciones de migrantes, para no aumentar la población y contagios en los centros de detención, ha llevado a un nuevo endurecimiento de la posición del gobierno estadounidense frente a los migrantes.
A ello se suman las noticias de que las autoridades estadounidenses están repatriando a mexicanos y centroamericanos sin seguir los protocolos adecuados en este momento de pandemia. Ello puede convertirse en un factor de dispersión del virus, en el caso de remitirse migrantes infectados, sin haberles brindado la atención médica oportuna.
Desde el 18 de marzo, Trump rechazó la entrada al país de solicitantes de asilo, y desde el 21 decretó el cierre parcial de la frontera entre los Estados Unidos y México. Por otra parte, se suspendieron las actividades de los juzgados, por lo que el aproximado de 60.000 centroamericanos que están esperando sus resoluciones en diferentes puntos del norte y del sur de México, tendrán que seguir haciéndolo en condiciones muy precarias, y de gran vulnerabilidad frente a la epidemia. En muchos albergues en México empieza a cundir la preocupación, por no existir las condiciones ni los espacios para poder atender a migrantes enfermos.
El cierre formal de las fronteras no tiene mucho efecto en la voluntad de migrar de muchas personas, como se está mostrando en diferentes partes del mundo. Cada día se desplazan cientos de migrantes hacia los Estados Unidos a través de México, cruzando las porosas fronteras de la región y el crimen organizado es un actor relevante en este tránsito. La gran pregunta es, cuál será la capacidad que tendrán los Estados Unidos y México para gestionar la crisis generada por la pandemia, y al mismo tiempo seguir con sus políticas de neutralización de la migración.
Los migrantes no se desaniman por la gran presencia del virus en los Estados Unidos, o por la previsible fuerza que pueda adquirir en México. Por una parte, como todos nosotros, tienen la esperanza de que sea pasajera la situación. Por otra que los sistemas sanitarios, en todos sus países de origen son muy débiles, y que una situación sanitaria complicada no se va a superar de una mejor forma en sus lugares de origen que en el camino hacia el norte. Paradójicamente, a pesar de que el pico de la epidemia se encuentre en estos momentos en los Estados Unidos, si éste se eleva en Centroamérica, serán los familiares que se encuentran en los Estados Unidos o Europa, los que pudieran promover la movilidad a un espacio más seguro.
El pasado 25 de marzo, en toda la ruta carretera desde la Ciudad de México a Chetumal, utilizada de forma habitual por los migrantes y por el crimen organizado (especialmente a partir del paso de Chiapas hacia Veracruz, y desde Tenosique hacia Villahermosa), únicamente en el acceso al estado de Campeche, ya superados estos puntos críticos, había un puesto de información sobre la pandemia. No había ningún control en toda la ruta.
México no ha querido decretar el estado de sitio, ni ha restringido de momento el tránsito vehicular. En los últimos días, sí ha sucedido que algunos presidentes municipales, han instalado puntos de control sanitario en los accesos a algunas ciudades, o incluso han decretado “toques de queda”. Siin embargo, éstos, que pueden disuadir a ciudadanos comunes, poco pueden hacer para detener al crimen organizado que traslada migrantes hacia la frontera de los Estados Unidos.
El presidente estadounidense tiene claro que el crimen organizado va a tratar de aprovechar esta oportunidad. De hecho, señaló, en los medios de comunicación, que había recibido alertas del sistema de inteligencia, que aprovechándose de esta coyuntura, diferentes grupos iban a aumentar el tránsito de drogas hacia los Estados Unidos. También se ha publicado en medios de comunicación que los servicios de inteligencia europeos advierten de esta situación en el caso de Europa.
Identificada esta amenaza, Trump ofreció una recompensa de 15 millones de dólares a quien entregara información para facilitar la captura de Nicolás Maduro, y afirmó que doblaría la presencia militar tanto en el Caribe, como en el Pacífico, para tratar de impedir el tránsito de drogas. En Venezuela se señala que la movilización militar estadounidense, que inició el 1 de abril, y que ahora sí plantea una clara amenaza al régimen bolivariano, responde a una distracción sobre el efecto de la pandemia en los Estados Unidos.
¿Cuál es el verdadero objetivo de Trump? Es difícil de adivinar, porque pueden ser varias las razones de esta movilización. Sin embargo, su argumento apoya la hipótesis que se presenta en este análisis, en relación a que el crimen organizado va a seguir operando durante la contingencia y va a tratar de seguir impulsando sus diferentes actividades delictivas. El crimen organizado no sólo mueve drogas. Son múltiples las actividades en las que están haciendo negocios. La trata de personas y el movimiento de migrantes hacia los Estados Unidos son algunas de esas actividades y son las que interesan en esta reflexión.
¿Qué capacidad van a tener los Estados Unidos y México en este contexto, para seguir manteniendo una política de neutralización tanto de los diferentes grupos delincuenciales, como del paso de migrantes en los próximos meses? De momento el número de homicidios por la violencia derivada de la tensión entre grupos criminales no ha descendido en México y ello preocupa al presidente Andrés Manuel López Obrador, que hizo recientemente un señalamiento claro a este respecto, al secretario de seguridad Alfonso Durazo.
Dependerá en mucho de la evolución y de los efectos de la pandemia, pero es más plausible considerar un escenario cercano en el que se abran posibilidades para el paso organizado de migrantes, a través de México, que el de un control ordenado de fronteras y territorios por parte del Estado.
Es previsible que se dificulte el paso individualizado espontáneo de ciudadanos centroamericanos, sin estructuras de apoyo a lo largo del viaje, con albergues saturados y comunidades encerradas en sus casas. Sin embargo,el interés y la necesidad de paso van a seguir existiendo. Va a ser más peligroso y más caro, pero el flujo difícilmente se va a detener. Es muy probable, que tal y como lo señala Trump, el crimen organizado vea esta situación como una oportunidad de negocio, y que se generen nuevas estrategias para satisfacer esta demanda.
Conclusiones
Estados Unidos, México y Centroamérica forman parte de una región que se retroalimenta, y que difícilmente puede escapar de situaciones complejas, sin la cooperación de todos sus actores. La pandemia del COVID-19 y su control, en una u otra dirección es un claro ejemplo de ello. A pesar del cierre formal de fronteras y de la estrategia de la contención, el virus ya se encuentra presente, en mayor o menor medidas, en todos los países de la región.
La estrategia habitual de los Estados Unidos ha sido el intento de “expulsar” de su territorio los problemas, y militarizar la respuesta de las naciones vecinas para mitigar o reducir sus amenazas. En este caso la respuesta ha sido similar. Se está expulsando migrantes indocumentados, con el estigma de que éstos pudieran incrementar el número de casos de contagiados en los Estados Unidos, sin los protocolos debidos y sin la atención médica requerida. No se considera con estas acciones que el posible aumento de contagios en México o Centroamérica, pone en riesgo una segunda o una tercera ola futura de contagios en los Estados Unidos.
Por otra parte, ante la debilidad del Estado frente a la pandemia, Donald Trump reconoce la posible amenaza del crimen organizado, y recurre, como en demasiadas ocasiones en la historia, al despliegue de la fuerza militar. En este caso amenazando de forma directa al régimen bolivariano de Venezuela y a las organizaciones delictivas que trafican con estupefacientes.
No ha contemplado el presidente estadounidense, hasta el momento, el incremento del paso de migrantes por México, con el concurso de grupos de la delincuencia internacional. ¿Tendrán México y los Estados las capacidades de atender esta situación, si como se sugiere en este análisis esta circunstancia se materializa?
El despliegue militar en el Caribe y el Pacífico no plantea un escenario tranquilizador, ni constructivo en este sentido, aunque tampoco rompe con la tradicional presencia de los Estados Unidos en la región. Por otra parte, las actitudes autoritarias de muchas autoridades locales tampoco generan un escenario ideal de gestión de crisis.