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Westlessness: El mundo es cada vez menos occidental

Las intervenciones de los principales líderes mundiales en las últimas ediciones de la Conferencia de Seguridad de Múnich vienen poniendo de manifiesto múltiples y profundas discrepancias a la hora de valorar la situación mundial. Discrepancias no solo entre representantes occidentales y de otras potencias, lo cual no deja de ser comprensible, sino también entre dirigentes de ambas orillas del Atlántico. Esta tendencia se ha sustanciado en la edición de 2020, que ha sido convocada bajo el inquietante lema de Westlessness, desoccidentalización.

En el correspondiente informe, elaborado por el embajador Ischinger, presidente de la Conferencia, se desmenuzan los factores y circunstancias que llevan a los organizadores a concluir con tan lacónico diagnóstico: el mundo es cada vez menos occidental.1 Lo es, según el informe, por causas atribuibles a las propias sociedades occidentales y por causas externas.

La reciente campaña electoral en los Estados Unidos nos ha dejado imágenes preocupantes de una polarización social que será difícil de revertir por la siguiente Administración. Esta preocupación es compartida por el nuevo presidente, Joe Biden, que entre sus prioridades más inmediatas señala, precisamente, la de subsanar una radicalización que presenta un fuerte componente racial.2

En Europa, sacudida por el shock que supone el Brexit, es misión casi imposible encontrar un tema de discusión que no suscite agrios enfrentamientos entre sus miembros: el suministro energético, la inmigración, la penetración china, las relaciones con Estados Unidos o con Rusia, la percepción de riesgos y amenazas… Incluso la propia definición de democracia es interpretada de forma diferente por algunos gobiernos de la Unión Europea. Estos problemas internos que se dan a uno y otro lado del Atlántico repercuten, inevitablemente, en el hasta hace poco incuestionado vínculo trasatlántico. A la vista de todo lo cual, parece que la mayor amenaza a la que se enfrenta el bloque occidental no proviene solo de elementos externos, sino que radica igualmente en su propia falta de cohesión interna. Westlessness in the West.

La hiperglobalización ha dejado perdedores en el camino. También en Norteamérica y en Europa, cuyas clases trabajadoras han visto cómo sus puestos de trabajo se transferían a países asiáticos en los que los costes salariales eran mucho más reducidos. La crisis económica que se inició en 2008 golpeó a las economías occidentales con especial virulencia, dando alas a los movimientos populistas, entonces incipientes. El desasosiego que esto produce se materializa en el auge de posicionamientos identitarios radicales, nacionalistas y populistas, que objetan el modelo desde dentro.

A esta pérdida de relevancia occidental ha contribuido, en buena medida, la decisión norteamericana de renunciar al liderazgo cuasi hegemónico que ejercía, y con mucho gusto, hace apenas un par de décadas. Las guerras sin fin, y sin resultados plausibles, han desmotivado a una sociedad estadounidense a la que no le faltan problemas de orden interno en los que volcar sus esfuerzos y recursos: el control de la pandemia y la recuperación económica serán algunas de sus prioridades en el futuro inmediato.

En lo que se refiere a Europa, no se puede ocultar su ausencia clamorosa en la gestión de los muchos y graves conflictos que la rodean. La cuenca mediterránea, entendida en su sentido más amplio como prolongada hasta el Sahel por el Sur, o hasta el Cáucaso por el Este, pasando por toda la región de Oriente Medio, es un escenario en el que el guion lo dictan terceras potencias o, lo que es peor, en el que países miembros de la misma Alianza o de la misma Unión, defienden intereses encontrados. De esta situación se lamentaba el Alto Representante Josep Borrell cuando, siendo todavía candidato al puesto, afirmaba que nuestra credibilidad como europeos sería ínfima si no somos capaces de resolver los problemas de nuestra vecindad inmediata.3

La Unión Europea y la OTAN, están pasando momentos difíciles. Afirmaciones por parte del entonces presidente electo norteamericano, Trump, como la de que la OTAN es obsoleta, aunque posteriormente matizada, poco ayudan al buen entendimiento entre los aliados. Más recientemente, las crecientes tensiones en el Mediterráneo entre Turquía y Grecia, esta última con el apoyo de Francia, abundan en esta percepción de enfrentamientos internos. En la Unión Europea conviven visiones estratégicas muy distintas (países del Este en relación a los del Sur) y se defienden intereses enfrentados en escenarios concretos, como la guerra de Libia.

Ante este panorama de divergencias internas, de retraimiento y de falta de liderazgo, fácil lo tienen quienes desde fuera rechazan la propuesta occidental y propugnan sus propios principios y valores, que no necesariamente coinciden con los hasta ahora vigentes. La ausencia de europeos y americanos en regiones clave del globo y en la gestión de conflictos armados es rápidamente suplida por la llegada de Rusia, China, Turquía o Irán. Oriente Medio es un buen ejemplo de esto último.

En el caso concreto de China, su evolución en las últimas décadas es impresionante, tanto en lo social como en lo económico. Bajo la presidencia de Xi se han lanzado dos gigantescas iniciativas “One belt, one road” y “made in China 2025”. La informalmente conocida como Nueva Ruta de la Seda es la propuesta del gigante asiático de un multilateralismo «a lo chino», alternativo al occidental. Un multilateralismo que incide en derribar barreras comerciales, pero que obvia todo lo relativo a sostenibilidad o a derechos de las personas. A esto habría que añadir su desafío tecnológico, geopolítico y diplomático. China está alcanzando un liderazgo del que estaba ausente en el ámbito de las agencias de Naciones Unidas, donde ya preside siete de dichas agencias,4 ha lanzado iniciativas como la Organización de Cooperación de Shanghái o la Asociación Económica Integral Regional (RCEP).

La pujanza china viene suscitando, ya desde la Administración Obama, la máxima atención del Gobierno norteamericano, lo que explica el desplazamiento del centro de gravedad de la geopolítica mundial a la región de Asia-Pacífico, en detrimento de la centralidad que tuvo Europa en las largas décadas de la Guerra Fría. La Unión Europea, por su parte, ha experimentado también un giro significativo en su postura ante la penetración del gigante asiático. Si en el año 2013 la Agenda para 2020 de la Unión identificaba a China como socio estratégico para un orden internacional multilateral,5 en 2019 se añadían, además, las categorías de competidor económico y de rival sistémico.6 La luz de alarma se encendió en 2016 con la adquisición por parte de una empresa china de la tecnológica alemana Kuka,7 y con iniciativas como la conocida como 17+1, en la que ciertos países del Este y del Sur de Europa, algunos de ellos Estados miembros de la Unión, han firmado diversos acuerdos de cooperación con China.8

Rusia, al contrario que la gran potencia asiática, no está en condiciones de proponer, y menos de imponer, un modelo propio de gobernanza global. Pero sí que puede, de palabra y de obra, objetar la propuesta occidental. El presidente Putin fue muy claro al declarar obsoleta la idea liberal. Lo hizo en una entrevista concedida a Financial Times en junio de 2019, con motivo de la cumbre del G-20 en Osaka16. En su entorno más próximo, Rusia ha sido capaz de obtener el máximo rendimiento de sus crecientes capacidades militares, además de una inteligente política de apoyo a actores locales, para recuperar un papel preminente en el extenso arco geográfico que va desde el Cáucaso (recordemos que fue Rusia quien finalmente impuso un acuerdo de alto el fuego en Nagorno Karabaj), pasa por Oriente Medio y se adentra en el Mediterráneo hasta las costas de Libia. Presencia creciente a la que no es ajeno el resto del continente africano.

Sin llegar a la relevancia de chinos y rusos, otros actores tienen también agenda propia al margen del esquema liberal. Turquía se siente llamada a recuperar la vieja presencia otomana en las lejanas tierras de Asia Central (con la excepción del Turquestán Oriental, hoy Sinkiang, para no molestar al dragón chino), región en la que se asientan pueblos de lengua y cultura túrquicas. Ha intervenido activamente en el Cáucaso, apoyando a Azerbaiyán; y en Siria, para contener a los peshmergas kurdos. En el Mediterráneo, después de la constatación de la existencia de considerables reservas de gas natural, mantiene serias fricciones con los países ribereños vecinos, y está también protagonizando la evolución de la guerra de Libia con su apoyo a una de las partes enfrentadas. Todo ello provoca recelos y tensiones entre aliados y vecinos.

Por último, el terrorismo yihadista constituye una amenaza persistente, en plena reorganización y fortalecimiento tras los reveses sufridos en Oriente Medio, como nos recuerdan periódicamente los atentados en suelo europeo. Aunque justo es reconocer que estos son apenas una ínfima parte del total de ataques perpetrados por estos grupos terroristas en África, Oriente Medio o Afganistán.

La llegada de la nueva Administración estadounidense es vista por muchos como la anhelada oportunidad para imprimir un cambio de rumbo, para recuperar un cierto liderazgo norteamericano en el mundo y para propiciar un escenario de nuevas relaciones de colaboración comercial, tecnológica y de seguridad entre, al menos, las democracias liberales. Sin duda algo de eso habrá.

Tanto cuando era solo candidato, como una vez confirmado nuevo presidente, Biden ha repetido en numerosas ocasiones que quiere transitar por la senda de un revivido multilateralismo, restañar las heridas abiertas con los aliados y volver a liderar, aunque de forma diferente, el mundo. Frente al America first!, el America’s back! Pero una cosa es decirlo y otra, muy diferente, ver hasta qué punto podrá llevar a cabo esa apuesta global.

Muchas esperanzas, tal vez demasiadas, están puestas en el nuevo presidente norteamericano. Biden no pierde ocasión de afirmar que su país tiene vocación de liderazgo. Estados Unidos son muy bienvenidos para diseñar, junto con los aliados, una renovada forma de liderazgo. Un liderazgo compartido con los afines, que sea percibido como una responsabilidad por todos asumida, no como una imposición. Occidente tiene que hacerse oír con una voz fuerte, pero una sola voz. De lo que no cabe duda es de que, con todos sus problemas internos y a pesar de sus carencias, Occidente merece sobrevivir al asedio al que está siendo sometido. Desde fuera… y desde dentro.

Referencias:

  1. Munich Security Report 2020. Westlessness.  Disponible en: https://securityconference.org/assets/user_upload/MunichSecurityReport2020.pdf
  1. Agencia EFE (08NOV20): Un día después de que se declarara su victoria, el equipo del presidente electo de Estados Unidos, Joe Biden, reveló este domingo sus planes para la transición de poder, con la pandemia, la recuperación económica, la desigualdad racial y la crisis climática en lo más alto de sus prioridades. Disponible en: https://www.efe.com/efe/usa/america/biden-trabaja-desde-ya-en-la-transicion-con-pandemia-como-prioridad/50000103-4389188
  1. Borrell: “no seremos creíbles en nuestra ambición de ser un actor geopolítico, si no somos capaces de resolver los problemas de nuestra vecindad inmediata”. Disponible en: https://theobjective.com/borrell-fija-en-los-balcanes-y-rusia-sus-prioridades-como-jefe-de-la-diplomacia-europea/
  1. GARCÍA MORITÁN, Roberto (14MAY20). Disponible en: https://www.infobae.com/america/opinion/2020/05/14/la-onu-con-impronta-china-y-la-universalidad/
  1. Servicio Europeo de Acción Exterior. Disponible en: https://eeas.europa.eu/archives/docs/china/docs/eu-china_2020_strategic_agenda_en.pdf
  2. Comisión Europea (12MAR19). EU-China. A strategic outlook. Disponible en: https://ec.europa.eu/commission/sites/beta-political/files/communication-eu-china-a-strategic-outlook.pdf
  3. El Economista (08AGO16): “La firma china Midea se hace con casi el 95% del fabricante de robots Kuka”. Disponible en: https://www.eleconomista.es/empresas-finanzas/noticias/7754335/08/16/La-firma-china-Midea-se-hace-con-casi-el-95-del-fabricante-de-robots-Kuka.html
  1. PARRA PÉREZ, Águeda. La Ruta de la Seda Digital: la gran globalización china. Documento de Opinión IEEE 38/2020. Disponible en: http://www.ieee.es/Galerias/fichero/docs_opinion/2020/DIEEEO38_2020AGUPAR_sedadigital.pdf

Este artículo ha sido gracias al Instituto Español de Estudios Estratégicos.


Este artículo ha sido gracias al Instituto Español de Estudios Estratégicos.

Una versión más extensa de este texto se puede ver en http://www.ieee.es

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1 comentario en «Westlessness: El mundo es cada vez menos occidental»

  1. Interesante opinión del autor que actualiza la situación geoestrategica de los actores de mas peso en el mundo, siendo importante mencionar que su punto medular es la desoccidentalización.
    Este término abarca también a América del Sur? Porque hay teorías que sustentan que esta región es diferente, (hibrida, quizás?, como su democracia), si bien es cierto que mediante la colonización y posterior independencia se impuso valores occidentales, muchos de éstos aún no han calado en gran parte de su población

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