Resumen
En este artículo, el autor analiza la lucha hegemónica como un fenómeno social cíclico en el que los países de mayor poder se valen de diferentes instrumentos y estrategias para hacerse del dominio. Actualmente, estas pugnas se desarrollan en el marco de un nuevo paradigma como es la sociedad virtual en el contexto de la COVID-19, frente al cual los países competidores han tenido que irse adaptando, generando un proceso de reestructuración global.
Palabras claves: lucha hegemónica, pugnas, paradigma, sociedad virtual, mundo multipolar.
Introducción
La capacidad de socialización es una cualidad natural del ser humano. Aristóteles definía al hombre como un homo politikon (un hombre político) pero, más allá del término, se refería a que el individuo se hace en la dinámica del diálogo, requiriendo para ello de una comunidad; es decir, ningún ser humano se puede forjar a sí mismo sin tener en cuenta todo lo que le brinda la sociedad (valores, educación, ética, conocimiento, desarrollo tecnológico, etc.). Antiguamente, lo más relevante era asegurar los recursos para la subsistencia de los integrantes del grupo. Esta situación generó una mayor competitividad no sólo por el hecho de ser superior a los demás, sino también por ser quien controlase todos esos recursos. A esta pugna se le denomina lucha hegemónica, la misma que en términos de Blanco y Sánchez (2014) constituye “la lucha por llenar [un] vacío, por medio de la presentación de un contenido parcial” (p.406). Por lo tanto, los enfrentamientos –en este contexto- tienen como objetivo lograr erigirse como el líder respecto a los demás.
Cabe señalar que los conflictos son sucesos que se gestan como parte del proceso de desarrollo de las sociedades y, por ende, no hay nación que no haya tenido. Incluso, los conflictos podrían ser considerados positivos (Contreras, 2006), ya que también son oportunidades para el desarrollo y los adelantos tecnológicos, constituyendo valiosos aportes en diversas áreas de investigación.
Durante el proceso histórico, especialmente en el Siglo XX, las guerras mundiales demostraron la necesidad de establecer parámetros de lucha que salvaguardasen al individuo. Estos parámetros se establecieron en los Derechos Humanos (DDHH) y en el Derecho Internacional Humanitario (DIH), ya que las guerras evidenciaron que no solo eran los militares, sino también los civiles, quienes sufrían las consecuencias de estos hechos bélicos. Por un lado, en 1948, con la Carta de San Francisco y la posterior Declaración Universal de Derechos Humanos, se promueve y protege el bienestar de todo individuo. Por otro lado, si bien ya se discutía la pertinencia de las reglas del Derecho Internacional Público a fin de regular los conflictos armados y proteger a las personas que no participan de ellos, fue en 1949 cuando estas propuestas encontraron mayor asidero (Contreras, 2006), mediante la aprobación de los cuatro convenios de Ginebra, entrando en vigor dos de sus protocolos a partir de 1977. Estos últimos, a razón del proceso de descolonización en la zona de Asia y África, iniciado en 1960 (Contreras, 2006). Por consiguiente, en estos eventos se encuentran las fuentes del actual Derecho Internacional Humanitario.
Sin embargo, a dicho escenario se le debe agregar un nuevo evento, el de la pandemia mundial. Este nuevo virus ha obligado a todas las potencias a competir por el hallazgo de una vacuna. Logro que, lejos de ser solo un antídoto, se convierte en un instrumento más del poder nacional del país o países que logren desarrollar estas vacunas, produciendo cambios en el enfrentamiento regular existente por la hegemonía mundial. En este sentido, en este artículo se analiza los nuevos comportamientos belicistas por el poder en el contexto de la COVID-19, así como el mundo virtualizado y el Derecho Internacional Humanitario.
Las pugnas por el poder o la hegemonía
La lucha hegemónica es un fenómeno social cíclico en el que una fuerza se vale de diversos instrumentos para establecer su dominio. De acuerdo con Laclau, la hegemonía se entiende como un tipo de relación política que inviste provisoriamente de poder a un grupo a fin de guiar o establecer un liderazgo moral, político e intelectual, logrando que sus intereses se impongan sobre los demás (como se citó en Ramírez, 2011). Este tipo de fenómeno ha ocurrido de manera constante a lo largo de la historia, como es el caso de los sumerios, los egipcios y los griegos, entre otros. Por otra parte, después de la Segunda Guerra Mundial, los Estados Unidos de América (EE. UU.) y la ex Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS) compitieron por asumir el rol de hegemon, creando un mundo bipolar. Dicha competencia, conocida como la guerra fría, no solo impulsó el avance tecnológico, sino también generó el establecimiento de alianzas para la protección de sus intereses. Tras la caída de la ex-URSS, los EE. UU. asumieron el liderazgo del poder político, económico, militar y tecnológico, constituyéndose en el país hegemon.
Los paradigmas y la hegemonía
Las pugnas por el poder se desarrollan en un paradigma. De acuerdo con Kuhn, filósofo epistemólogo, un paradigma es un modelo que involucra un sistema de principios, valores, creencias y premisas que influyen en cada sujeto para percibir la realidad (Gonzáles, 2005). Por consiguiente, un paradigma es un sistema compuesto por subestructuras, que existen de manera cíclica. Aunque los cambios de paradigma son constantes en la historia, se debe señalar que pasar de uno a otro requiere de mucho tiempo. Como se ha mencionado, un paradigma es un espacio en el que se desarrollan las pugnas por el poder, el mismo que se traduce en el ejercicio del poder político, económico, militar y tecnológico, pues si un país consigue solo el control de uno de ellos, no llegaría a ser hegemon (Oscco, 2 de junio del 2020). Así como, en su momento, la rueda y el giro copernicano marcaron el cambio del mundo, en la actualidad, el paradigma vigente es el de la sociedad virtual, que se ha establecido como una regla de dinámica social.
Cada vez que aparece una nueva manera de ver el mundo, las estructuras anteriores cambian. Consiguientemente, los países hegemones deberán tenerlo en cuenta y actualizarse para mantenerse en el poder; de lo contrario, se dará paso al establecimiento de nuevos líderes mundiales. En ese sentido, el poder de un hegemon sobre otras culturas se consolida con la globalización.
Con respecto a la globalización, se puede afirmar que este es un fenómeno que involucra procesos principalmente económicos, sociales y culturales (Espinosa, 2007), siendo el capitalismo su propuesta económica más expandida, lo que ha impactado en prácticamente todos los sectores sociales. Esta situación también ha facilitado la configuración de una sociedad mundial de mercado (Espinosa, 2007) y ha generado una transformación en las relaciones sociales de producción (Espinosa, 2007, p.18). En este contexto, el proceso de inserción al mundo virtual se ha ido agudizando en las últimas décadas. De acuerdo con el portal Yiminshum, basada en los datos de la investigación realizada por GSMA Intelligence DATA y Ericson Mobilitu Report Data, el 67% de la población mundial dispone de un teléfono móvil. Por lo que se puede afirmar que el nuevo paradigma es el de la sociedad virtual.
La COVID-19 y la sociedad virtual
En medio de este nuevo modelo, el escenario mundial se encuentra en un proceso de reestructuración debido a la COVID-19. De acuerdo con la Organización Mundial de la Salud (OMS), la humanidad no se había enfrentado anteriormente a una crisis como esta (OMS, s.f., párr.1). Dicha entidad recomienda que las personas guarden -al menos- un metro de distancia entre ellas, así como el uso constante de mascarilla al interactuar con otras personas. Todo esto, como parte de “la nueva normalidad” (OMS, s.f.) para evitar la expansión del virus. En este sentido, cabe resaltar que los recursos tecnológicos son un gran aliado para mantener el distanciamiento social y evitar el contagio. Gracias a ello, la Internet se convirtió en el principal bastión para mantener la comunicación social y los intercambios económicos mundiales.
La virtualización se inició en la década de los 60; sin embargo, estos últimos meses se ha intensificado, por lo que el país que cuente con el mayor poder tecnológico podría convertirse en el nuevo hegemon. De acuerdo a la opinión pública, este rol lo ha venido cumpliendo los EE. UU., en parte gracias a su famosa Silicon Valley (California). En este lugar se encuentra la mayoría de las grandes empresas de este mercado, como Facebook y Amazon. No obstante, cuando los medios de comunicación empezaron a presentar noticias sobre el avance de la pandemia a nivel mundial, se conoció que los hospitales en los EE. UU. también habían colapsado. Es decir, un país desarrollado se encontraba en el mismo escenario que otros en vías de desarrollo (Oscco, 2 de junio del 2020). Desde entonces, la opinión pública ha venido cuestionando el liderazgo de los EE. UU. para enfrentar esta pandemia mundial y su rol de hegemon.
Alcances en el nuevo paradigma
La actual pandemia ha evidenciado la existencia de un mundo multipolar, marcado por una fuerte competencia entre potencias como los EE. UU., China y Rusia, así como por una intensa campaña de desprestigio entre ellas. Esta situación permitiría inferir que quien obtenga primero la vacuna se erigiría como la potencia con mayor prestigio y, hasta cierto punto, como la potencia con mayor poder frente a las otras. En este escenario, Rusia fue la primera en patentar su hallazgo de vacuna contra la COVID-19, lo cual la coloca ligeramente por delante de su competencia e invita a pensar en el regreso de anteriores pugnas. A este escenario de competencia se suman también los intereses de muchas transnacionales médicas que observan con atracción el millonario negocio de la producción masiva de vacunas contra la COVID-19.
Debido a las características de contagio de la COVID-19, muchos países han decidido cerrar sus fronteras, restringiendo los flujos migratorios. Sin embargo, esta situación puede afectar a aquellas poblaciones que sufren crisis de diferentes índoles y que están –hasta cierto punto- obligadas a movilizarse en busca de un ambiente más seguro. En este escenario, cobra sentido la importancia de las organizaciones internacionales que contribuyen con la paz y protegen los DDHH (a través del DIH), así como la trascendencia del desarrollo de un juicio para el discernimiento de la acción, lo que gravita en el proceso educativo o de formación que se le brinde a quienes serán los responsables de mantener el orden bajo principios humanitarios. Como refiere Contreras (2006), son cuatro las normas básicas en las que se debe basar esta formación: “(1) distinguir entre los combatientes y los no combatientes; (2) que los combatientes respeten y protejan a los no combatientes; (3) acoger y cuidar a los heridos y enfermos; (4) respetar y dar un trato digno a los detenidos” (p.187). El primero de ellos tiene como fin conducir de manera conveniente las hostilidades y limitar el uso de la fuerza, mientras que el segundo tiene como objetivo proteger a los civiles y, al mismo tiempo, a los combatientes (Contreras, 2006), contribuyendo a reducir las dificultades que se generan en un conflicto. No obstante, estas normas no pueden vulnerar el derecho a la soberanía que cada Estado tiene desde el establecimiento de la Paz de Westfalia. Como sostiene Kissinger (2017), “las premisas de la Paz de Westfalia fueron el primer intento por institucionalizar un orden mundial”; entendiéndose por ello que dichas reglas y límites tienen como fin evitar la hegemonía de un solo actor dueño del orden mundial.
Conclusiones
A lo largo de la historia, las pugnas entre los países por convertirse en el hegemon se han desarrollado de manera cíclica. Este fenómeno se ha enmarcado constantemente dentro de algún paradigma, predominando actualmente el de la sociedad virtual, el mismo que se ha consolidado como regla dinámica social debido a la pandemia de la COVID-19. Esta nueva práctica virtual de interacción social ha ido creciendo de manera sostenida en las últimas décadas, lo que -sumado a las normas de seguridad para evitar la propagación del virus- ahora constituye “la nueva normalidad”.
Asimismo, la globalización es el fenómeno social dinámico que ha permitido la intercomunicación y el desarrollo de las economías a gran escala. En este contexto, las prácticas económicas y culturales se han virtualizado y maximizado gracias al uso de la Internet. No obstante, estas nuevas oportunidades presentan también retos para las FF. AA. de cualquier país, ya que estas deberán desarrollar capacidades en campos como la ciberseguridad y la ciberdefensa, si es que desean contribuir con la seguridad y el bienestar nacional.
Finalmente, la COVID-19 y las normas de bioseguridad que cada Estado ha establecido han impactado en los actuales fenómenos migratorios. La necesidad del cierre de fronteras para reducir la velocidad de contagios ha reducido los flujos migratorios. En este sentido, ayudar a quienes lo requieran es una demanda ética y legal; sin embargo, esta situación no debe vulnerar la soberanía de cada país, ameritando que los miembros de las FF. AA. tengan un cabal conocimiento del DIH para que actúen en protección y respeto de la vida humana cuando ejerzan sus labores de control. Consecuentemente, tanto la enseñanza de los DDHH y el DIH entre los miembros de las FF. AA., como la actualización de sus normativas y procedimientos son de vital importancia si es que se desea contar con instituciones castrenses profesionales y respetuosas de los principios humanitarios.
Referencias:
- Contreras, J. (2006). El Derecho Internacional Humanitario: principio de una educación para la paz. Educación y Educadores, 9 (1), 177-189. https://www.redalyc.org/articulo.oa?id=83490113
- Blanco, A. & Sánchez, M. (2014). ¿Cómo pensar el afecto en la política?: Aproximaciones y debates en torno a la Teoría de la Hegemonía de Ernesto Laclau. Revista de ciencia política (Santiago), 34 (2), 399-415. https://dx.doi.org/10.4067/S0718-090X2014000200003
- Espinosa, O. (2007). Los pueblos indígenas de la Amazonía peruana frente al proceso de globalización. En Bernando Haour S.J. (Comps.). Apertura a la globalización (pp.15-36). Lima, Perú.
- Kissinger, H. (2017). Orden mundial. Buenos Aires, Argentina: Debate
- Gonzáles, F. (2005). ¿Qué es un paradigma? Análisis teórico, conceptual y psicolingüístico del término. Revista Investigación y Posgrado. 20 (1). 126-137. http://ve.scielo.org/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S1316-00872005000100002&lng=es&tlng=es
- Organización Mundial de la Salud [OMS] (s.f.). Fondo de Respuesta Solidaria a la COVID-19 de la OMS. https://covid19responsefund.org/es
- Oscco, W. (2 de junio del 2020). Conferencia Dr. Miguel Ángel Rodríguez Mackay sobre el mundo multipolar en el CEA Digital Law [Archivo de video]. https://www.youtube.com/watch?v=o4dT2cTgYXs
- Ramírez, C. (2011). Consensos fracturados: Hegemonía y teoría de la argumentación. Revista de Ciencia Política. 31 (2), 227-245. https://scielo.conicyt.cl/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S0718-090X2011000200004&lng=es&tlng=es