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Internet y conflictos híbridos: un nuevo escenario de confrontación

Internet y conflictos híbridos: un nuevo escenario de confrontación

Durante la última década, las organizaciones criminales vienen aprovechando los nuevos entornos digitales para alcanzar una buena parte de sus objetivos, tales como reclutar públicos jóvenes (a través de una instauración mediática de la denominada “narcocultura” presentada como una forma de vida atractiva), trasmitir comunicados al sector político, enviar mensajes amenazantes a otras organizaciones, demostrar poder y control territorial, entre otros.

Por otro lado, muchos organismos latinoamericanos abocados a la defensa y a la seguridad todavía no han logrado incorporar dentro de sus doctrinas, planificaciones y actividades estas nuevas tendencias que van de la mano con el desarrollo de las Tecnologías de la Información y de la Comunicación (TIC) y que impactan en la vida cotidiana de millones de ciudadanos. En consecuencia, desde el sector gubernamental debieran realizarse transformaciones culturales e institucionales que les permitan no solo tener un mejor y mayor abordaje de este nuevo espacio de confrontación (como es el del big data) sino también aprovecharlo para establecer políticas públicas sólidas y centradas en valores democráticos.

En este artículo, la autora analiza la doble dimensión de la función que cumple la comunicación en el marco de los conflictos híbridos, presenta algunos usos de las redes sociales por parte de organizaciones criminales (como es el Cártel del Nuevo Jalisco), y plantea la necesidad de adecuar las doctrinas y actividades de los organismos públicos a las prácticas sociales y tecnológicas virtuales.

Hacia un nuevo paradigma del uso de la comunicación

Antes de la irrupción de la COVID-19, millones de ciudadanos ya formaban parte de entornos virtuales donde desarrollaban sus prácticas sociales cotidianas. Sin embargo, esta tendencia se profundizó aún más debido a la pandemia, por lo que cualquier tipo de amenaza a la defensa y a la seguridad se verá potenciada a través de internet y de las redes sociales. No obstante, si bien no reemplazará las prácticas tradicionales, sí cobrará mayor incidencia en la definición de agendas sociales y políticas, así como en la construcción de sentido y de marcos de referencia para la interpretación y la posterior acción de quienes consuman sus contenidos. Esta situación, desarrollará la capacidad de generar nuevas cosmovisiones en grandes sectores sociales, si bien no necesariamente en las zonas de influencia actuales de muchas organizaciones criminales.

Acorde a lo expuesto, se puede afirmar que quien controle los nuevos espacios de información y comunicación (hoy ya pública a través de las redes sociales y páginas de internet), así como su correspondiente gestión, cobrará poder sobre una buena parte del sistema ideológico y emocional de los ciudadanos. En otras palabras, las TIC comienzan a cobrar un nuevo protagonismo en temas vinculados a los conflictos híbridos entre países y actores no estatales (organizaciones de crimen organizado, el narcotráfico, movimientos subversivos, organizaciones delictivas, entre otros), los cuales intentan socavar el sistema de valores y credibilidad gubernamental e institucional, además de crear nuevos sistemas de legitimación. Es en este escenario donde la comunicación se torna multidimensional y holística, pudiendo ser abordada en dos sentidos 1:

  • Como una dimensión cultural, compuesta por todo tipo de expresiones, tanto verbales como no verbales, que se refleja a través del pensamiento, narrativas y acciones de los miembros de una organización y/o comunidad. En ese sentido, esta dimensión puede y debe considerarse dentro de una planificación estratégica, ya sea para buscar el modo tanto de influenciar la toma de determinadas decisiones, como de consolidarlas o bien cambiarlas, entre otras posibles variables.
  • Como un proceso dentro de la planificación, donde se emplea a la información y a la comunicación (verbal y no verbal) como instrumentos de poder para generar distintos efectos en los públicos considerados “objetivos”, tales como movilizarlos, lograr alianzas, construir legitimidades, entre otros. La finalidad principal es generar recursos y capacidades a partir de la creación de nuevos espacios institucionales especializados que faciliten la concreción del proyecto global y holístico. Por ejemplo, la OTAN incorporó a su planificación estratégica la doctrina llamada “Stratcom” y, seguidamente, adecuó su estructura interna para garantizar su correcto funcionamiento. Aquí la comunicación es concebida como estratégica, ya que está ubicada en el nivel más alto de toma de decisión de la organización, su empleo es planificado, coordinado e integrado a todos los recursos y capacidades, y sirve de apoyo para alcanzar objetivos diplomáticos, militares, económicos o políticos. Es decir, puede ser utilizada como un factor de poder que se emplea como un elemento multiplicador de la fuerza y, a su vez, como un elemento facilitador y de apoyo a las decisiones y políticas que se lleven adelante en todos los escenarios posibles.

Llevando estos postulados a hechos más concretos a nivel de amenaza, organizaciones más globales, como el ISIS, tuvieron una gran propagación e impacto en la opinión pública internacional a través de un amplio aparato propagandístico con la finalidad de lograr mayor repercusión internacional, lo cual les facilitó la captación de un gran número de personas que se alistaron en sus filas, el control de territorios, una mayor cantidad de recursos, entre otros. En Latinoamérica, se puede citar al Cártel Jalisco Nueva Generación o a la Nueva Familia Michoacana, ambos claros ejemplos de cómo las difusiones de sus acciones tomaron dimensión pública a través de la incorporación de los medios de comunicación -principalmente internet- dentro de sus planificaciones estratégicas.

Actualmente, la narcocultura -especialmente mexicana- se visibiliza entre los jóvenes por medio de las redes sociales (por ejemplo: Tik Tok), siendo un fenómeno social en ascenso que expone tanto símbolos de poder económico (dinero, animales exóticos, mansiones, lujosos autos, armas, etc.) como métodos violentos que emplean para sostener y expandir sus negocios. Lamentablemente, la narcocultura viene resultando altamente atractiva para algunos grupos juveniles.

Estas prácticas no son nuevas, llevan casi una década, pero el auge de las series televisivas relacionadas a organizaciones criminales, las publicidades y mensajes con fines específicos creados por los cárteles resultan una nueva amenaza que muchos Estados no logran detectar a tiempo, ni contrarrestar de modo efectivo una vez que la comunicación se hizo pública.

La construcción de una nueva narrativa en defensa y seguridad

Dentro del contexto de la sociedad de la información y de la comunicación, donde gran parte de los ciudadanos se encuentran vinculados por el internet, los aspectos discursivos y el mundo de la imagen tienen un rol protagónico en la construcción de nuevos paradigmas sociales y políticos; sobre todo, frente a conflictos de naturaleza híbrida.

Para intentar abordar esta nueva problemática, es indispensable analizar y entender el dinamismo de los nuevos entornos (tecnológicos, económicos, comunicativos, sociales y políticos) que condicionan la evolución de los hechos actuales y futuros. Posteriormente, se requiere situar en él a los proyectos y tácticas de los actores intervinientes (desde los grupos delictivos hasta los organismos oficiales), a fin de ver el posicionamiento social y mediático de cada uno, las percepciones y comportamientos humanos (deseables y esperables) de los emisores y receptores de los mensajes, los canales y contenidos que emplearán para garantizar la circulación de sus mensajes, entre otras variables. La finalidad de esta metodología, brevemente presentada, es diseñar y ejecutar acciones integradas, flexibles y ágiles tanto en función del proyecto institucional gubernamental como en la lucha contra las organizaciones delictivas. En ese sentido, a continuación se muestran dos aspectos claves a considerar:

  • Desde los organismos abocados a la defensa y a la seguridad, una vez creadas las condiciones institucionales que abordarán este tema, se ha de construir una narrativa coherente con los valores que defiende y promueve el Estado. En este marco, la narrativa es entendida como el conjunto de mensajes que se definen al máximo nivel político en relación con la seguridad, desprendiéndose de ella, distintos mensajes y contenidos acordes a los intereses y objetivos buscados entre los actores y sus audiencias 2. Es necesario destacar que dichas comunicaciones irán formando parte de la identidad y reputación de las instituciones, por lo que deben ser transparentes, veraces y elaborarse en torno a valores e imágenes positivas.
  • Dentro del proceso de planificación de la comunicación deberían estudiarse en profundidad los públicos con los que es necesario comunicarse (ya sea para misiones específicas o globales), evaluarse tanto el mejor lenguaje como el canal para llegar a ellos y, a partir de allí, los posibles efectos que pueden presentarse luego de la interpretación de contenidos y la capacidad para transformarlos en acciones reflexivas y críticas específicas. Por ejemplo, si se busca evitar procesos de desinformación en redes sociales, en primer lugar, la ciudadanía debiera tener la capacidad de identificar los distintos fenómenos de desinformación (fake news, trolls, bolts, otros), impidiendo su propagación. Situación similar se da con la publicidad de las organizaciones delictivas, donde no siempre los organismos gubernamentales pueden detectar su producción y difusión, pero sí lograr construir nuevos marcos interpretativos y prácticas entre los receptores (como que empleen canales oficiales para su denuncia, evitar promocionarlos intencionalmente, entre otros), así como establecer acuerdos intersectoriales y con empresas de comunicaciones para limitar el accionar criminal en sus espacios, mientras que se consolidan valores democráticos e imágenes institucionales positivas.

La pandemia: una oportunidad para construir una imagen cercana a la ciudadanía

Con la aparición y desarrollo de la pandemia generada por la COVID-19, diversas fuerzas armadas de todo el mundo han cobrado mayor protagonismo a causa de las nuevas acciones asociadas al apoyo logístico y la asistencia, garantizando -en muchas situaciones- el cumplimiento de otras políticas públicas, como las sociales y/o sanitarias, dentro de un espacio geográfico nacional no pensado ni planificado.

América Latina no fue la excepción, por lo que se viene operando en un terreno no convencional a los conflictos esperados. Más allá de las numerosas interrogantes que están presentes en las mismas organizaciones y en la sociedad civil sobre si este nuevo rol permanecerá estable o transitorio en el tiempo, estas condiciones son propicias para conocer, comprender, construir y/o fortalecer un nuevo paradigma centrado en la relación seguridad-ciudadanía-TIC, en el mismo espacio nacional.

Conclusión

Con el desarrollo de los entornos virtuales, las amenazas están ya instaladas en los hogares a través de cualquier dispositivo móvil con conectividad. A ello se suman la falta de mecanismos de control de los contenidos que se publican,  así como los bajos costos y el alcance mundial que más de una organización delictiva ha sabido aprovechar para alcanzar sus objetivos.

Por consiguiente, los nuevos paradigmas de los establecimientos de defensa y de seguridad deben considerar estos nuevos escenarios de conflicto y confrontación donde el principal blanco o público objetivo son los mismos ciudadanos. Para ello, debieran desarrollar espacios institucionales, doctrinas, políticas y acciones específicas que intenten, por ejemplo: 1) detectar las estrategias comunicativas y proyectos a partir del análisis de los medios y contenidos que difunden las organizaciones criminales, los públicos a los que se dirige y las metas que aspiran alcanzar, de tal modo que puedan identificarse puntos de vulnerabilidad y actuar según ese análisis, 2) construir y/o fortalecer la conciencia ciudadana respecto a la creación, recepción, consumo y difusión de mensajes e informaciones que vayan contra los valores democráticos y, a su vez, que se traduzcan en acciones tendientes a prevenir las acciones criminales.

Los escenarios y las actividades criminales han ido cambiando a la luz de las tecnologías de la información y de la comunicación, los organismos en defensa y seguridad no pueden permanecer alejados de esa realidad por lo que se espera una actitud proactiva frente a estos nuevos espacios de disputa de poder.

 Referencias

    1. María Ana Leal, Conflictos políticos, poder y comunicación. (Argentina: EdiUC, 2019), 129-130.
    2. Ibíd., 155.
    3. El Litoral, Redes sociales: la nueva “ventana” del narcotráfico mexicano (Santa Fe: 17 de diciembre de 2020), https://www.ellitoral.com/index.php/id_um/273706-redes-sociales-la-nueva-ventana-del-narcotrafico-mexicano-cartel-tiktok-informacion-general.html
    4. Infobae, El terror del narco alcanzó las redes sociales: las campañas digitales de los cárteles para mostrar su poderío (Mexico: 08 de diciembre de  2019), https://www.infobae.com/america/mexico/2019/12/08/el-terror-del-narco-alcanzo-las-redes-sociales-las-campanas-digitales-de-los-carteles-para-mostrar-su-poderio/
    5. Oscar López, “Los cárteles mexicanos invaden Tik Tok,” The New York Times ( New York: 28 de noviembre de 2020),  https://www.nytimes.com/es/2020/11/28/espanol/america-latina/cartel-tiktok.html

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Las ideas contenidas en este análisis son responsabilidad exclusiva del autor, sin que refleje necesariamente el pensamiento del CEEEP ni del Ejército del Perú

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