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La exhortación de Tucídides

Resumen

El pensamiento militar, estratégico y geopolítico contemporáneo escrito en español es pobre, pero la historia y experiencia Iberoamericana es una verdadera mina de oro, especialmente cuando se trata de pensar, repensar y escribir sobre la guerra irregular y la zona gris. La deuda no es con el pasado olvidado sino con el futuro. Una visión histórica compartida, un pensamiento estratégico y geopolítico común, dotarían a Iberoamérica de un vector de integración que, a largo plazo, tendría importantes réditos. El desarrollo de una escuela iberoamericana de pensamiento estratégico, geopolítico y de estudio de la historia militar es necesario para conquistar el derecho a ser escuchados, en ámbitos donde no se tiene voz, fuera y dentro de casa. Hace 25 siglos, Tucídides, en su guerra del Peloponeso, advertía que “una nación que establece demasiada diferencia entre sus estudiosos y sus guerreros termina depositando su pensamiento en cobardes y su combatividad en locos.”

Palabras clave:

Historia militar, pensamiento iberoamericano, zona gris, guerra asimétrica, estrategia, guerra entre la gente.

Introducción

En diciembre de 2006, después de 30 años, el Ejército de los Estados Unidos de América, decidió actualizar su doctrina contrainsurgente publicando el manual de campo denominado FM-3-24. Las guerras en Irak y Afganistán imponían la obligación de volver a pensar en cómo afrontar un tipo de guerra olvidado desde Vietnam. El “nunca más Vietnam” se convirtió en un damnatio memoriae; una condena de la memoria que obligaba a las fuerzas armadas más poderosas del mundo a recomponer sobre la marcha su forma de entender y hacer la guerra. El FM-3-24 counterinsurgency, firmado por los famosos generales estadounidenses David Petraeus y James Mattis, comienza su prefacio citando a un teniente coronel francés, David Galula, que volverá a aparecer en varias ocasiones en distintos capítulos del texto.

La experiencia militar francesa en las guerras coloniales en Indochina y, especialmente, en Argelia obligó al Ejército francés a replantearse su forma de entender la guerra contra un enemigo asimétrico. En la década de los años cincuenta del pasado siglo, nació una escuela de pensamiento militar francés dedicada a estudiar, entender, orientar y proponer un enfoque diferente para emplear, con alguna probabilidad de éxito, la fuerza armada en sus territorios de ultramar. Los tres principales teóricos de la doctrina de guerra contrainsurgente franceses de entonces fueron Charles Lacheroy, Roger Trinquier y David Galula. Paradójicamente Galula, el más conocido en los Estados Unidos, es el más desconocido en Francia.

¿Por qué este autor tuvo dentro de su escuela tanta proyección en los Estados Unidos en un momento de necesaria inspiración? La razón es fácil de entender. David Galula escribió en inglés un libro, con el título de Counterinsurgency Warfare: Theory and Practice, que fue publicado en los Estados Unidos y en el Reino Unido en 1964.

En Francia, hecho poco común, el Ejército y el intelecto han hecho buenas migas. Para la república, el oficial estaba obligado a completar la función del maestro. El oficial era un educador del ciudadano de la Francia republicana. El militar era un preceptor de la nación, convirtiéndose, junto al maestro, en apóstoles laicos de la república. Esta función singular, más allá de la de combatiente, con un indudable sentido moral y político, presenta con claridad la necesaria simbiosis en el oficial de su condición de soldado y de sus aspiraciones intelectuales como pedagogo político. En otras latitudes, la función pedagógica fue sustituida por la policial o de imposición de la paz en su propia casa.

La Francia republicana demanda una minoría rectora, una aristocracia de mando al servicio del Estado. Los ejércitos franceses han ofrecido a su república insignes modelos de inspiración, no exentos de controversia. Diferentes cada uno en su capacidad de influir podemos destacar algunos, como Hubert Lyautey, Pétain, Foch, De Gaulle, Charles Lacheroy, Roger Trinquier, David Galula y, más recientemente, Pierre de Villiers. Muchos de ellos, además de sus hechos de armas y carreras militares, completaron su aportación personal de servicio a la nación pensando y, en ocasiones, escribiendo para iluminar el destino de los franceses en la guerra y en la paz.

En el mundo anglosajón la historia militar tiene un importante espacio en el mercado editorial. Toda librería que se precie tiene una sección dedicada a la historia militar y al pensamiento militar. Lamentablemente, no sucede lo mismo en los países hispanohablantes. No leemos tanto como otros y el interés por la lectura relacionada con los asuntos militares, estratégicos o geopolíticos, en nuestro mundo iberoamericano, es muy reducido.

Por otra parte, muchas universidades anglosajonas tienen departamentos de Historia Militar y de estudios relacionados con la estrategia, el arte operacional e, incluso, la táctica militar. El Reino Unido, particularmente, destaca por su investigación histórica, así como por su atención a los asuntos relacionados con la seguridad y defensa, tanto en el ámbito editorial como en el universitario. No obstante, en España no hay ninguna catedra dedicada al estudio de la historia militar, a la geopolítica, la estrategia, la geoeconomía, el arte operacional y las ciencias y artes militares.

En España y en Iberoamérica, los civiles y militares no han tenido la misma inclinación a publicar su pensamiento estratégico, operacional o táctico. Cuando lo han hecho, no han sabido construir un relato con fundamento doctrinal o con proyección estratégica o geopolítica suficientemente atractiva para terminar convirtiéndose en clásicos de obligada lectura. Tampoco se cuenta con una escuela propia de pensamiento estratégico y geopolítico. Sin escuelas no hay maestros. Sin escuelas y maestros no hay continuidad, lo más que se puede esperar son acciones discontinuas y aisladas.

“El pensamiento estratégico en España no ha estado a la altura de su importancia histórica como nación.”1 Esta cita del coronel del Ejército de Tierra Español, José Luis Calvo Albero, se puede aplicar al conjunto de los países de Iberoamérica. La deuda no es solo con el pasado olvidado y desaprovechado, sino también y, sobre todocon el futuro. Una visión histórica compartida, un pensamiento estratégico y geopolítico común, dotarían a Iberoamérica de un vector de integración que a largo plazo tendría importantes réditos. Se necesita una escuela iberoamericana de pensamiento estratégico, geopolítico y de estudio de la historia militar para conquistar el derecho a ser escuchados, en ámbitos donde no se tiene voz, fuera y dentro de casa.

En el siglo XXI se piensa y escribe en inglés

La guerra de la independencia de España, que comenzó el 8 de mayo de 1808 con el levantamiento del pueblo de Madrid contra el invasor, está fundamentalmente escrita por académicos británicos. Es uno de los casos más claros y dolorosos de olvido de la historia española. No hace falta una concienzuda investigación para descubrir que la gran mayoría de los libros sobre la guerra en España contra Napoleón se han escrito en inglés, algunos en francés y muy pocos en español. Una de las consecuencias es que una gran parte del mundo conoce esta devastadora guerra, hito esencial para comprender la historia contemporánea española de ambos hemisferios, como The Peninsular War.

Pero, si para los españoles es desconocida la guerra contra Napoleón, mucho más ignoradas son las guerras hispanas libradas en América, que terminaron con la emancipación de las repúblicas hermanas del continente. Esto no debería resultar extraño conociendo el grado de interés que en España se presta a la investigación histórica militar. Siendo pocos los libros de historia relacionados con la guerra y la milicia en España, gran parte de ellos se escriben utilizando las mismas fuentes y prescindiendo, en no pocas ocasiones, de una más ambiciosa investigación en las fuentes primarias.

Sobre pensamiento estratégico y geopolítico se puede decir que fundamentalmente ha habido una dedicación a traducir sin, en muchos casos, ni siquiera ir un poco más allá intentado interpretar. No pocos de los libros relacionados con la estrategia o la geopolítica traducidos al español muestran que los encargados de cambiar la obra de idioma no dominaban lo suficiente el tema ni tampoco tenían suficientes recursos lingüísticos.

El Reino Unido y los Estados Unidos llevan mucha ventaja respecto al mundo hispano en los estudios e investigaciones relacionadas con la historia militar, la estrategia y la geopolítica. Sin pretender ser exhaustivo, merece la pena repasar las actividades de algunas Universidades británicas con cátedras y centros dedicados a los estudios estratégicos y de historia militar. Reconocer el encomiable esfuerzo de los anglosajones en el análisis, investigación y publicación, en campos tan poco explorado en el mundo Hispano, puede ser un primer paso para intentar emularlos. Contar con un pensamiento estratégico propio, una percepción acertada de las enseñanzas de la historia de la guerra y de la geopolítica puede ser muy útil para los Iberoamericanos. Especialmente valioso podría ser contar con escuelas de pensamiento centradas no solo en el estudio de la perspectiva nacional sino de la compartida. Una mirada al pasado y al futuro propio de todos, común a cada uno, facilitaría la integración Iberoamericana.

En la Universidad de Oxford, la facultad de Historia imparte nueve títulos de postgrado. Uno de ellos se titula History of war. El máster incluye asignaturas y trabajos sobre asuntos tan poco usuales en el mundo académico español, como 1) Guerra e innovación tecnológica, 2) Historia del arte operacional, 3) Relaciones cívico-militares, 4) Historia social y cultural de las fuerzas armadas, 5) Contrainsurgencia y otras formas de guerra asimétrica, 6) Recursos, movilización, logística e impacto socioeconómico de la guerra, así como 7) Guerra y medicina. La facultad de Historia de Oxford también ofrece la posibilidad de realizar investigaciones y participar en seminarios sobre múltiples aspectos de la guerra y temas militares.2

El King’s College de Londres, fundado en 1829 por el duque de Wellington, imparte un máster sobre Historia de la guerra. En el King’s College se encuentra el Centro Sir Michael Howard de Historia de la Guerra.3 Este centro cuenta con más historiadores dedicados al estudio de la guerra que cualquier otra institución comparable.4 También en el King’s College se encuentra el Centro Liddell Hart de Archivos Militares que ofrece una amplia documentación primaria y de estudios históricos para los alumnos de la universidad.5

Michael Howard, en la década de los años 60, entendió que era necesario descubrir cómo la historia de la guerra afecta a la historia en general. Con esta visión, fundó el Departamento de Estudios de la Guerra en el King’s College de Londres, fue profesor regius de Historia moderna en la Universidad de Oxford, y profesor de Historia militar y naval en la Universidad de Yale. En 1958, participó en la fundación de uno de los más prestigiosos centros de pensamiento del mundo, el Instituto Internacional de Estudios Estratégicos (IISS).6

El King’s College cuenta con una larga tradición en estudios militares desde 1927. En 1953, se creó un departamento en la universidad dedicado al estudio de la guerra, el único departamento universitario de este tipo en Gran Bretaña, ofreciendo una gran variedad de títulos de grado y postgrado a sus alumnos. La universidad ofrece 14 máster dedicados al estudio especializado de distintos aspectos relacionados con el uso de la fuerza y la guerra, algunos tan interesantes como la comunicación estratégica, los estudios de seguridad nacional, la ciencia y estudios de seguridad, la resolución de conflictos en sociedades fragmentadas, el terrorismo, la guerra moderna y, por supuesto, el previamente mencionado de historia de la guerra.

Indudablemente, desde el punto de vista militar, la asociación entre el King’s College y la Universidad de Cranfield con la Academia de Defensa de Reino Unido y su escuela conjunta de estado mayor, el Joint Services Command and Staff College (JSCSC), tiene una singular relevancia. Muchos de los profesores de los citados centros militares proceden de la universidad. La carrera docente de los profesores ha estado dedicada al estudio de la guerra y el conflicto armado con todas sus posibles derivadas y relaciones. Ser profesor de altos estudios militares es el resultado de una vida de trabajo y estudio. No deberíamos conformarnos con entender esta función docente como un destino militar más. La colaboración con la universidad enriquece y complementa a las dos partes.

Centrados exclusivamente en los estudios estratégicos y de la guerra en el Reino Unido hay 32 títulos de postgrado en 22 universidades.7 No debería extrañar que esta oferta amplia de estudios sea la base de un posterior desarrollo profesional de esos conocimientos en centros de pensamiento, organismos del Estado, empresas de asesoría, el mundo académico o el periodístico. En el siglo XXI, en Occidente, el pensamiento estratégico, el pensamiento militar y la doctrina se escriben en inglés, fundamentalmente por los anglosajones, dejando en el olvido todo lo que no entra dentro de su foco de interés.

El diagnóstico del general Valencia

Llama poderosamente la atención descubrir cómo la falta de interés por pensar y repensar la historia militar, la estrategia y las cuestiones geopolíticas fue identificada como una enfermedad, diagnosticada con precisión por el general colombiano Valencia Tovar. El general Valencia apuntaba que el militar colombiano no siente la necesidad de escribir.

En esta ocasión se podría decir que quien lo dice no cumple la pauta que anuncia. Sin duda, el general Valencia Tovar fue un destacado militar. Su hoja de servicios recoge una vida entregada a las fuerzas armadas llena de complejos destinos y acciones de combate. Ascendió a general de tres estrellas, en este caso tres soles, a la edad de 53 años.8 Su último destino fue el de comandante del Ejército Nacional de Colombia. En su funeral, el presidente colombiano, Juan Manuel Santos Calderón, lo despidió diciendo: “Fue un gran hombre, un gran guerrero y un hombre de paz.9

El general Valencia escribió una biografía del Simón Bolívar titulada El ser guerrero del libertador, que curiosamente era de lectura obligada en las FARC. También escribió la historia militar de Colombia y varios libros sobre sus experiencias en la lucha contra la guerrilla. Incluso, tuvo tiempo de escribir una novela, titulada Uisheda, un libro de cuentos infantiles, Engancha tu carreta a una estrella, y algunos poemas. No solo fue un militar de carrera. Fue un historiador, un escritor, un periodista y, sin duda, un profundo conocedor de los temas de paz y de seguridad. Desde su columna, Clepsidra, publicada por el diario colombiano El Tiempo, el general se consolidó como uno de los orientadores de la opinión pública colombiana más influyentes.10 Además, tuvo el arrojo de presentarse como candidato a la presidencia de la República, aunque no consiguió muchos votos.

El general Valencia señalaba que muy pocos militares han decido escribir sobre la historia contemporánea y menos sobre su propia historia vivida. Los soldados colombianos no son partidarios de escribir sus “memorias.”11 Una de las razones, en las que se apoya el general para explicar esta falta de interés por dejar constancia escrita de las vivencias de los militares colombianos, es la enorme distancia que separa al mundo civil del militar y viceversa. Los militares sienten una especie de complejo frente al dominio del campo académico de los libros y las letras de tal manera que esta sensación de insuficiencia se traduce en un exilio interior marcado por el silencio, renunciando a tener protagonismo intelectual. Es posible que Colombia no sea el único país que tiene este problema.

La guerra es un asunto demasiado serio para dejarla en manos de los militares

Seguramente algunos españoles e iberoamericanos piensen que la historia militar y los estudios estratégicos son campos exclusivos de los militares. Es posible que en el pasado fuese así, pero desde el final de la Primera Guerra Mundial parece claro que la dirección política de la guerra es cada vez más necesaria, especialmente en las democracias. El control civil de la fuerza militar requiere un conocimiento por parte de especialistas civiles de la guerra, de las fuerzas armadas, de la estrategia, de la geopolítica y de las relaciones internacionales.

Georges Clemenceau sería un personaje olvidado si su nombre no estuviese ligado a una cita imprescindible que no puede perderse: “La guerra es un asunto demasiado serio para dejarla en manos de los militares.” Curiosamente, su experiencia como primer ministro y ministro de la Guerra durante la Primera Guerra Mundial fue la que le permitió llegar a fraguar esta idea, precisamente por no haberla puesto en práctica. El paso del tiempo permite disponer de suficiente perspectiva como para llegar a la conclusión de que la construcción de la paz es un asunto demasiado serio para dejarlo en manos de políticos que no escuchan a los militares. El propio Clemenceau, con su agresiva posición respecto a las reparaciones de guerra, mucho más dura que la del presidente de los Estados Unidos, Woodrow Wilson, y la del primer ministro británico, Lloyd George, propició, con la dureza de las imposiciones del tratado de Versalles a Alemania, el comienzo de la Segunda Guerra Mundial.

Mirando más de cerca las decisiones tomadas por el diplomático norteamericano Paul Bremer como director de la Reconstrucción y Asistencia Humanitaria en Irak, en ningún caso pueden considerarse acertadas. La orientación de la construcción de la paz, tanto en Irak como en Afganistán, definida por el propósito político de implantación de la democracia por medio de una hoja de ruta asociada a un calendario electoral, ignorando la realidad y posibilidades de los países, sin contar con la opinión de los comandantes de la fuerza, fue un error de gran magnitud. A lo que se podría añadir que la propia invasión y el plan militar ejecutivo tampoco fueron suficientemente debatidos dentro de las fuerzas armadas y en el propio gabinete del presidente Bush.12

En el momento actual, cuando todas las fronteras se diluyen, establecer líneas rojas entre lo civil y lo militar en las cuestiones relacionadas con el diseño y empleo o la amenaza de empleo de la fuerza para ganar la posibilidad de construir una paz más justa es fruto de la inercia. Los clásicos lo son porque siguen estando vigentes a pesar del paso del tiempo. Hace 25 siglos Tucídides, en su guerra del Peloponeso, advertía que “una nación que establece demasiada diferencia entre sus estudiosos y sus guerreros termina depositando su pensamiento en cobardes y su combatividad en locos.”

Por otra parte, desgraciadamente, el interés de las fuerzas armadas en estos temas es cada vez menor. En la Escuela Superior de las Fuerzas Armadas de España el departamento de Estrategia y Relaciones Internacionales ha desaparecido. En la Escuela de Guerra del Ejército el departamento de Estrategia se ha fusionado con el de organización y con el de liderazgo. El estudio de la historia militar es una curiosa afición de unos pocos, pero no un elemento de peso en la formación del juicio de los oficiales de estado mayor. La estrategia y la geopolítica son tratados cada vez más tangencialmente, de forma descoordinada y dispersa. La centralidad de lo táctico y operacional deja cada vez menos espacio para estudiar lo que se mueve por encima.

El incompleto desarrollo de los estudios de historia militar, estratégicos y geopolíticos en el mundo hispano tiene que ver con el insuficiente apego de los españoles de ambos hemisferios por su historia, particularmente por su historia militar, pero también por la falta de interés por los debates estratégicos del momento. La parálisis del pensamiento, impuesta o autoimpuesta, nos ha ganado la partida. El resultado es que en no pocas ocasiones nos limitamos a traducir ideas escritas en inglés y a correr detrás de ensoñaciones como pollo sin cabeza.

La guerra entre la gente

La batalla como acontecimiento decisivo del conflicto ha perdido su centralidad. Las guerras en este momento no se declaran, sencillamente empiezan, y tampoco terminan con la firma de un tratado, soliendo prolongarse más allá de cualquier acuerdo. Sin embargo, los intérpretes de Napoleón y defensores de focalizar la atención en la batalla siguen dominando el escenario de la cultura militar.

La guerra como institución se ha escapado de sus goznes. Cada vez es más frecuente que gane el más débil en términos de balance militar y este resultado sigue todavía asombrando al mundo. Desde el final de la Segunda Guerra Mundial, la realidad confirma este curioso descubrimiento, David gana a Goliat.13

Más fuerza no es necesariamente más poder; en algunos casos, puede ser menos. La victoria del débil es contradictoria y resulta insoportable para el más poderoso que, de repente, se siente vulnerable y torpe frente a un enemigo al que desprecia y del que piensa que no puede aprender nada. Si una guerra es normalmente una auditoria de las instituciones, lo es especialmente cuando los resultados son una derrota frustrante que humilla a la nación. La paradoja que nace con la victoria del débil es necesario explicarla. Una forma de empezar es reconociendo que cuanto más convencionales sean las fuerzas armadas más irrelevante serán.

Los ejércitos convencionales viven de una ilusión tan desafortunada como la de Don Quijote frente a los molinos de viento. El desajuste de los medios convencionales contra las nuevas amenazas lo anunciaba en los años noventa el historiador israelí Martín van Creveld, que profetizaba que lo irregular sería lo más regular en las guerras que estaban por venir. “Las fuerzas armadas de nuestros días son dinosaurios a punto de desaparecer. En términos cuantitativos, comparados con el tamaño que tuvieron en 1945, la mayoría han desaparecido ya.”14

En el caso de que algunas fuerzas armadas estuvieran interesadas en alcanzar suficiente maestría en la guerra irregular o, incluso, en la guerra híbrida, en la guerra de la zona gris si alguien quisiera alcanzar nuevas habilidades el primer paso debería ser darle una vuelta al relato militar imperante que se ha construido a lo largo del tiempo. Los llamados conflictos híbridos, ahora tan de moda, son una variante entre grandes potencias de un juego fuera del marco, es decir, fundamentalmente de baja huella y predominio de acciones no atribuibles de forma determinante. En la zona gris, las fuerzas nucleares tienen un papel como lo tienen las capacidades tecnológicas más avanzadas en tierra, mar y aire. Ahora bien, la partida se juega en otros dominios que podríamos identificar como irregulares, entendiendo como regular todo lo que tiene que ver con campañas ordenadas por batallas para preparar el momento culminante en un encuentro militar decisivo, donde se abrirá la ventana de oportunidad necesaria para desequilibrar al adversario.

El general británico Sir Rupert Smith reconoce que el mundo se enfrenta a un nuevo paradigma de la guerra. Su libro The Utility of Force: The Art of War in the Modern World comienza afirmando que “la guerra ya no existe;” es decir, la guerra como “batalla entre hombres y máquinas” o como “suceso decisivo en una disputa relacionada con asuntos internacionales.” Emerge así lo que el general Smith llama “la guerra entre la gente.” El resultado es una nueva configuración de la guerra caracterizada por la desestatalización, la desmilitarización y el empleo asimétrico de la violencia.

La nueva forma de guerra, a la que todavía no se ha terminado de encontrarle nombre, poco tiene que ver con el hasta ahora imperante “American way of war,” libro por cierto ya escrito hace muchos años, que propone un modelo de guerra adaptado al carácter y la experiencia militar de los Estados Unidos de América.15 La desestatalización, la desmilitarización y el empleo asimétrico de la violencia son, sin duda, elementos que han articulado el menos brillante y efectista “Spanish way of war,” libro, por cierto, que está pendiente de ser escrito y que, sin duda, podría iluminar a no pocos entusiastas convencidos de la suficiencia tecnológica.

En la zona gris, un punto de referencia valioso y no suficientemente explorado es, sin duda, la historia militar hispana. La revisión histórica de la forma de hacer la guerra puede ayudar a modificar la cultura corporativa de muchas fuerzas armadas ancladas en un convencionalismo superado, ayudando a construir una nueva inteligencia del combate, de las operaciones, de la estrategia y de la política. Sin una revisión histórica es difícil modificar los comportamientos, las percepciones, las interpretaciones y los principios de una cultura militar asentada en una forma de entender la guerra o el uso de la fuerza.

La cuestión histórica no es una cuestión menor, fija una narrativa que pone en orden e interpreta la información dándole sentido. Para poder aspirar a una transformación de las fuerzas armadas, adecuada a una forma diferente de hacer la guerra, es necesario un cambio narrativo institucional, que facilite la adopción y el reconocimiento de nuevos patrones internos capaces de poner en marcha una manera diferente de aproximación al conflicto. El proceso de aprendizaje supone asimilación y acomodación, es decir, tiempo, trabajo, nuevas percepciones y parámetros de medida, nuevas prioridades y lecturas.

Quizá la característica más importante de los conflictos contemporáneos en las zonas grises sea que se producirán entre la gente con niveles distintos de gobernanza y seguridad efectiva. Esta realidad necesariamente obliga a revisar la forma de mirar y entender los desafíos a los que se enfrentan la adquisición de capacidades, la generación de fuerzas, la instrucción de los cuadros de mando y la tropa y el adiestramiento de las unidades. Inevitablemente, todo se complica con la aparición de nuevas dimensiones o ámbitos, como son el ciberespacio, el espacio exterior, los medios de comunicación y las redes, el ámbito cognitivo, donde se desarrollan las nuevas batallas por el dominio del lenguaje, las ideas, los conceptos, los sentimientos, las modas y costumbres, las referencias y los relatos; en fin, los corazones y las mentes de la gente. El actual entorno de seguridad impone reflexión y obliga a plantear preguntas incómodas sobre la eficacia de los modelos vigentes. Además, el concepto de victoria debe reexaminarse fundamentalmente en el contexto de un entorno futuro en el que las guerras convencionales serán suplantadas por conflictos centrados en la población y desafíos asimétricos prolongados.

Conclusiones

El pensamiento militar y estratégico contemporáneo escrito en español es pobre, pero su historia es una verdadera mina de oro, especialmente cuando se trata de pensar, repensar y escribir sobre la guerra irregular. Curiosamente, en este tipo de asuntos, el mundo hispano tiene muchos antecedentes y vivencias profundas, que podrían proporcionar una ventaja intelectual.

La larga experiencia en guerras de frontera, guerras de conquista en lo más perdidos rincones del mundo frente a imperios desconocidos, guerras de colonización, guerras populares, guerras irregulares, guerras de guerrillas, guerras de partidas y razias, guerras civiles, guerras revolucionarias, guerras subversivas, guerras prolongadas, lucha contra el terrorismo y la piratería, en fin, guerras sin batallas decisivas, son -sin duda alguna- un foco interesante para el estudio del conflicto asimétrico y las huellas que sus efectos provoca en un pueblo. La historia hispana ofrece lecciones aprendidas y también lecciones por descubrir que no están todavía escritas y, posiblemente, no se lleguen a escribir si no lo hacemos los hispanohablantes.

Notas finales

  1. José Luis Calvo, “El pensamiento estratégico militar en España e Iberoamérica,”. El pensamiento estratégico desde el Renacimiento Araucaria, Revista Iberoamericana de Filosofía, Política, Humanidades y Relaciones Internacionales (22, nº 44, 2020), monografía de varios autores.
  2. Oxford University, Organización del curso de posgrado History of War, https://www.history.ox.ac.uk/history-of-war#collapse1683936
  3. Sir Michael Howard Centre for the History of War.
  4. Sir Michael Howard Center for History of War, Relación de historiadores, https://www.kcl.ac.uk/research/sir-michael-howard-centre-for-the-history-of-war-3
  5. Liddell Hart Centre for Military Archives (LHCMA)
  6. International Institute for Strategic studies
  7. Master War Studies, Course list https://www.postgraduatesearch.com/pgs/search?course=war- studies&qualification=masters&page_no=2
  8. El general Valencia fue uno de los oficiales más destacados de las Fuerzas Militares de Colombia. Formó parte con el empleo de comandante del batallón Colombia en la guerra de Corea entre 1951 y 1953. Fue oficial del estado mayor de la Fuerza de Emergencia de las Naciones Unidas en Egipto, durante la ocupación del canal por parte de británicos y franceses. Combatió durante años a los grupos terroristas de las FARC, ELN, EPL y fue protagonista del inicio de los diálogos de paz con el M-19. Desempeño el cargo de jefe de la Delegación de Colombia ante la Junta Interamericana de Defensa en Washington. Finalmente fue designado comandante del Ejército Nacional de Colombia. En el retiro participó como asesor del gobierno en el conflicto armado colombiano, fue mediador entre el gobierno y las guerrillas del Movimiento 19 de abril (M-19), el Ejército de Liberación Nacional (ELN) y las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC). También asesoró a otros gobiernos e impartió conferencias de contrainsurgencia a los oficiales de distintos países iberoamericanos. Fue columnista del diario colombiano, véase Caracol Radio, “¿Quién fue el General Álvaro Valencia Tovar?,” Radio Caracol (09 de julio de 2014), https://caracol.com.co/radio/2014/07/09/nacional/1404892080_312898.html
  9. Fuerza Aérea Colombiana, Breve biografía del general Valencia Tovar (Bogotá), https://www.fac.mil.co/adios-un-hidalgo-caballero-general-Alvaro-valencia-tovar
  10. Redacción El Tiempo, “Luto por fallecimiento del general Álvaro Valencia Tovar,” El Tiempo (06 de julio de 2014), https://www.eltiempo.com/archivo/documento/CMS-14213898
  11. Álvaro Valencia Tovar, Testimonio de una época (Bogotá: Editorial Planeta de Colombia, 1992).
  12. Bob Woodward, Plan de ataque (Barcelona: Editorial Planeta, 2004).
  13. En el periodo comprendido entre 1800 y 2003 el porcentaje de conflictos asimétricos en los que la victoria ha estado del lado del más débil, desde el punto de vista táctico, se aproxima a un 30 por ciento. Con el paso del tiempo, el débil ha conquistado cada vez más opciones, siendo cada vez más común y frecuente que el menos dotado de recursos de combate logre imponerse en los niveles estratégicos y políticos al más poderoso. En el caso de analizar solamente la segunda mitad del siglo XX, el débil se ha impuesto en poco más de la mitad de los conflictos, véase Ivan Arreguin-Toft, “How the weak win wars: A theory of Asymetric Conflict,” Cambridge Studies in International Relations (New York: Cambridge University Press, 2005).
  14. Martin Van Creveld, The art of war: War and military thought (Londres: Cassell, Wellington House, 2000)
  15. Russel F. Weigley, The American way of war: A history of United States Military Strategy and Policy (Bloomington: Indiana University Press, 1973).

Este artículo ha sido gracias al Instituto Español de Estudios Estratégicos.

Una versión más extensa de este texto se puede ver en http://www.ieee.es

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Las ideas contenidas en este análisis son responsabilidad exclusiva del autor, sin que refleje necesariamente el pensamiento del CEEEP ni del Ejército del Perú

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