Crisis en Ucrania y el surgimiento de Rusia en la era post soviética: una mirada geopolítica de Moscú

Resumen

En el presente artículo se analiza la crisis en Ucrania, tras los acontecimientos de los años 2013 y 2014, el cual generaron cambios en la política ucraniana, particularmente por la proyección de Rusia en una zona que por antonomasia despierta el renacer de Moscú. Partiendo de este escenario, se muestra como el actual conflicto en Ucrania, generado por un reavivamiento de Rusia en la era post soviética, se traduce como el fin último del Kremlin para contener toda iniciativa que Kiev pretenda realizar con la Unión Europea y con los Estados Unidos, principales rivales de Moscú.

Entrelazar las causas de la crisis en Ucrania, en paralelo con el liderazgo político bajo la presidencia de Vladimir Putin, resulta transcendental para comprender la dinámica de uno de los conflictos de mayor relevancia que ha tenido que enfrentar el Kremlin en la era post soviética.

Palabras clave

Estados Unidos, Geopolítica, Kremlin, OTAN, Rusia, Ucrania, Unión Europea.

Introducción

La desaparición de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS) en 1991 y el apetito de Rusia para seguir ganando influencia en sus fronteras de Europa del Este constituyen las principales motivaciones del Kremlin para trazar las líneas naturales de lo que -en términos geopolíticos- pretende realizar. El renacer de Rusia como potencia marca un hito en la era post soviética para posicionarse en las relaciones internacionales del siglo XXI. Las heridas dejadas en el orden político, luego de la desintegración de la URSS, hicieron que el replanteamiento y el rediseño de una estrategia fueran el antídoto para obtener un protagonismo en los asuntos globales, convirtiendo a Ucrania en un actor para medir los contrapesos de Rusia con Occidente. Sin embargo, el conflicto ucraniano también se ha visto influenciado por causas internas como la diseminación del Estado–Nación, que no le permite la cohesión en su integridad territorial ni una plena autodeterminación.

Entre tanto, la intención ucraniana de materializar un Acuerdo de Libre Comercio con la Unión Europea en el año 2013, desafiando la influencia rusa, provocó en el Kremlin y en un sector de la población ucraniana un conflicto de grandes consecuencias. Situación que se ve agravada por el deseo de Kiev de formar parte de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN).

Análisis

“Sobre la ciudad está el Kremlin, sobre el Kremlin solo está Dios” dice un proverbio moscovita. Partiendo de esa premisa, se puede deducir la manera como uno de los imperios más poderosos del mundo avasalló a un centenar de etnias. Durante varios siglos, la política rusa ha seguido su propio y especial ritmo, la cual le ha permitido contar con una gran extensión territorial. De Pedro el Grande a Vladimir Putin las circunstancias han cambiado pero el ritmo se ha mantenido extraordinariamente constante.[1]

Luego de la desaparición de la URSS, la Federación Rusa estuvo marcada por grandes cambios que intentaron dejar atrás la Guerra Fría; no obstante, la influencia rusa no desapareció por completo. Con el ascenso de Vladimir Putin, transitando de Primer Ministro y Presidente de la Federación desde el año 2000 hasta la actualidad, se enfatizó en el interés ruso por recuperar espacios que le eran propios en sus fronteras próximas y convertirse, nuevamente, en un importante actor global. En tal sentido, dejar atrás la proyección geopolítica, no es precisamente uno de los objetivos de Putin. Por ello, lo sucedido en Ucrania forma parte de las aspiraciones rusas en sus fronteras de Europa del Este. Por otro lado, el aspecto étnico–cultural evidencia una importante relación histórica entre Ucrania y Rusia, facilitando la comprensión de la actual crisis ucraniana y -a su vez- mostrando los orígenes que la población rusa y la ucraniana tienen en común, ya que se considera a los “Rus” como la población histórica de la cual provienen los rusos, ucranianos y bielorrusos[2] e incluso la que le dio a Rusia su nombre.[3]

En lugar de liberalizar a Rusia y expandir su poder blando en toda la antigua URSS, así como en la región adyacente de Eurasia, Putin ha optado por el expansionismo neo-zarista. Sin embargo, Ucrania es el Estado pivote que en sí mismo transforma a Rusia.[4] La misma independencia de Ucrania mantiene a Rusia en gran parte fuera de Europa. Con los católicos griegos y romanos en la parte Occidental de Ucrania y los ortodoxos orientales en el Este, el Oeste de Ucrania es un caldo de cultivo para el nacionalismo ucraniano, mientras que el Este favorece las relaciones más estrechas con Rusia.[5] Por ello, el proceso de conformación de Ucrania como Estado–Nación no logra concretarse en su totalidad, generando conflictos internos muy significativos.

Durante los últimos siglos, Rusia ha sido un factor indiscutible en la historia y la geografía de Ucrania. Paradójicamente, ninguno de estos países tiene una larga experiencia como Estado-Nación, aunque por diferentes razones. En el caso de Rusia, el imperio ha reprimido constantemente a la Nación, mientras que, en el caso de Ucrania, la Nación y el Estado nunca han coincidido. Siguiendo la lógica de la construcción del Estado-Nación postsoviético, las nuevas élites rusas se volvieron hacia la era pre comunista y comenzaron a reconstruir la «Rusia que habían perdido;» es decir, el Imperio Ruso en el empaque tradicional de una política ortodoxa «única e indivisible.» Para Putin, la desintegración de la URSS fue la mayor tragedia del siglo XX, que podría y debería haberse evitado.[6] Entre los diferentes elementos que forman parte de la dinámica del conflicto ucraniano resulta importante destacar el surgimiento de Rusia bajo el liderazgo de Putin, brindándole un valor nacionalista a las posturas de Moscú para conquistar espacios que le eran propios en la era soviética.

La forma como Rusia desea repeler cualquier intención europea por influir en zonas aledañas rusas llama la atención. En el año 2013, la decisión del ex presidente ucraniano Víktor Yanukóvich, aliado de Rusia, de no firmar un Acuerdo de Libre Comercio con la Unión Europea generó masivas protestas, iniciándose uno de los conflictos de mayor intensidad que ha tenido que enfrentar Rusia en siglo XXI y que –a la vez- le ha servido para conquistar importantes territorios aledaños. En este sentido, la falta de consenso y cohesión entre la población ucraniana, dividida en pro rusos y en nacionalistas ucranianos, genera una crisis que juega a favor de los intereses rusos en la zona.

Adicionalmente, en el año 2014, los separatistas pro rusos de Ucrania convocaron a un referéndum para declarar la independencia de Donetsk y Lugansk; sin embargo, estos resultados no han sido reconocidos por Ucrania, la Unión Europea ni Occidente. En efecto, la cuestión planteada por la crisis ucraniana es la contención de la expansión liberal de Occidente hacia Oriente, con la Unión Europea persistiendo en sus esfuerzos. Estos esfuerzos seguirán encontrando albergue en la zona más pro-europea de Ucrania (Kiev y la zona industrial), pero no en la zona rebelde pro-rusa de Donestk y Lugansk, mucho menos en Crimea cuya secesión y anexión por Rusia parece un hecho consumado.[7]

Históricamente, se ha evidenciado que Crimea ha jugado un papel muy importante para Rusia debido a su posición geográfica y estratégica. La península de Crimea cuenta con una gran reserva de gas al norte del mar negro, convirtiéndose -en el año de 1850- en el epicentro por el cual los rusos se enfrentaron a los franceses, británicos y otomanos. Posteriormente, 100 años más tarde, la ex URSS la declara parte de Ucrania; no obstante, Rusia –actualmente- cataloga esta decisión como ilegitima, considerando que más del 50% de la población de Crimea son descendientes rusos.

Para Rusia, Ucrania constituye un Estado buffer sobre parte del cual tiene influencia directa. Con ello, Rusia impide la vecindad inmediata con Estados Occidentales. Asimismo, Rusia consolida su deseo de conformar una Unión Aduanera con Bielorrusia, Kazajistán y, por lo menos, con parte de Ucrania. Sobre esa base se fortalecerá la Comunidad de Estados Independientes, revirtiendo parte de lo que, en opinión del Presidente Putin, fue la “peor catástrofe geopolítica” del siglo XX (la implosión de la URSS).[8]

Entre tanto, la OTAN es un actor de gran relevancia en la crisis ucraniana, solicitando Kiev su protección al sentirse amenazada por Rusia. Esta alianza trasatlántica estadounidense-europea de seguridad colectiva, creada en 1949 para alejar a Europa de la esfera de influencia de la URSS, continúa vigente y se ha visto reforzada debido a las diferencias que ha tenido Occidente con Moscú sobre el rol que Rusia ha jugado en la crisis de Ucrania. Sin embargo, las cartas no juegan a favor de Kiev en lo que respecta al deseo del presidente ucraniano, Vladímir Zelenski, para que Ucrania sea Estado miembro de la OTAN, intentando ligar su seguridad nacional a la seguridad continental europea. Este deseo ha sido enfáticamente rechazado por Rusia, aunque con poco eco en Washington y la mayoría de las capitales europeas, ya que los movimientos de peones militares rusos en todo el Este de Europa plantean una situación estratégica muy similar a la histórica batalla de los euromisiles durante los años 80 del siglo pasado, en donde la ex URSS y, ahora, Rusia adoptan la misma postura militar acumulando hombres y armas en sus fronteras con Europa. Frente a este escenario, la Alianza Atlántica responde, hoy como ayer, tomando posiciones tácticas en las mismas fronteras.[9] No obstante, a Rusia le conviene que la inestabilidad persista en Ucrania, ya que un país con estas características no puede ser miembro de la OTAN.

La forma como los líderes europeos, particularmente el presidente francés Emmanuel Macron y la Canciller alemana Angela Merkel, perciben el problema en Ucrania (versus sus propios intereses) no ha generado una diplomacia a favor de Kiev para que Ucrania forme parte de la OTAN. No resulta menos importante la dependencia que tiene Alemania del gas ruso, por medio del Nord Stream 2 (obra a ser finalizada prontamente), por lo cual Berlín no se arriesga en tomar una decisión tan osada a favor de Ucrania. Lo que ha quedado bastante claro con respecto a las tácticas rusas es que las concesiones a favor de Rusia no resolverán ningún problema, sino que solo mostrarán la debilidad de Occidente y alentarán nuevas acciones en su vecindario “inmediato”. El Kremlin solo entiende el lenguaje de la fuerza y ​​las acciones concretas para lograr un favorable desarrollo de la situación. Si bien los ucranianos tienen buenas razones para estar alarmados por la posibilidad de una guerra más amplia, también han aprendido la lección durante los seis años de conflicto con Rusia. Por lo tanto, no se hacen ilusiones con el apoyo de sus aliados, ya que saben que les corresponde a los ucranianos proteger su soberanía y están decididos a hacerlo, como lo hicieron en el año 2014; no obstante, ahora están mucho mejor preparados y equipados para ello.[10]

Para la mayoría de los rusos, Ucrania continúa siendo -de facto- una “Pequeña Rusia”; es decir, una parte de la Nación rusa ortodoxa, junto con la «Gran Rusia» y la «Rusia Blanca» (Bielorrusia). Las grandes ciudades de Ucrania mantienen parte de la historia soviética, con innumerables monumentos a las víctimas de Chernobyl, a los soldados caídos o veteranos en la guerra afgano-soviética, así como a los cosmonautas, bomberos, policías, actores y personajes literarios fallecidos. Sin duda, la herencia soviética sigue viva en la Ucrania independiente de hoy.[11] Por ello, el legado soviético y la falta de convergencia como Estado-Nación le genera a Ucrania grandes retos tanto en su política interior como en su política exterior por sus acercamientos con occidente.

Han pasado siete años desde la anexión ilegal de Crimea por parte de la Federación de Rusia y el inicio del conflicto en el Este de Ucrania, lo cual -según datos de la ONU- ha ocasionado la pérdida de más de 14.000 vidas y ha dejado –aproximadamente- a 3,4 millones de personas necesitadas de ayuda humanitaria, servicios de asistencia y protección. Los Acuerdos de Minsk, firmados entre los años 2014 y 2015, que supuestamente introducirían un alto al fuego inmediato y completo, solo han conducido a la desaparición gradual de la cobertura del conflicto en los medios internacionales. Tan solo, en lo que va del año (hasta el 16 de abril de 2021), 30 militares ucranianos han sido asesinados a causa de este conflicto latente.[12]

El Comando Europeo de los Estados Unidos de América ha elevado su nivel de vigilancia para Ucrania a lo más alto; es decir, una posible crisis inminente. El liderazgo ucraniano ha estado involucrado activamente en conversaciones con sus socios occidentales, incluido al presidente norteamericano Joe Biden, con respecto a estos desarrollos y a la posibilidad de una mayor escalada.[13] Por otro lado, su predecesor, el ex presidente Donald Trump, aunque durante su campaña presidencial (en el año 2016) expresó que la península de Crimea se identificaba más con Rusia, al llegar a la Casa Blanca mantuvo la posición de su país frente a este conflicto, ahondando el distanciamiento entre Washington y Moscú. Actualmente, Estados Unidos se encuentra entre los socios extranjeros clave de Ucrania y uno de sus principales proveedores de ayuda política, económica y militar. Desde la agresión de Rusia, en el año 2014, el país norteamericano ha sido un firme partidario, tanto de palabra como de hecho, de la soberanía, la integridad territorial y la seguridad de Ucrania, así como de la implementación de reformas democráticas, comprometiéndose con la defensa de Ucrania. Adicionalmente, Estados Unidos ha presionado por un apoyo firme para consolidar la oposición internacional a la anexión de Crimea por parte de Rusia, y la intervención militar en Donbas, debiendo recalcarse que el presidente Biden conoce a Ucrania mejor que cualquiera de sus predecesores en la Oficina Oval.[14]

Biden ya señaló a Rusia como «la mayor amenaza» para Estados Unidos. A diferencia de Trump, Biden no comparte ninguna simpatía por Vladimir Putin, por lo que no se hace ilusiones de algún cambio en el comportamiento de Rusia, comprendiendo –claramente- los desafíos que plantean las actividades rusas en la región. Por lo tanto, se espera que Biden mantenga e, inclusive, incremente el apoyo militar a Ucrania. A través de las sanciones a Rusia, Estados Unidos podría buscar disuadir aún más el comportamiento ruso en Ucrania y en la región en general.[15] Asimismo, Biden es conocido por su historial de promocionar el papel de Estados Unidos en Europa del Este y por su apoyo abierto a la ampliación de la OTAN. Sin embargo, con respecto a las aspiraciones de Ucrania de unirse a la OTAN, es probable que la postura del actual presidente norteamericano se mantenga en línea con la anterior administración de Obama, la cual se caracterizó por la cautela y la moderación.[16]

Los esfuerzos de Estados Unidos por intervenir a nivel diplomático en la crisis ucraniana hacen que su relación con Rusia sea de confrontación. Por su lado, la Unión Europea, al no contar con una estrategia definida en lo que respecta a Ucrania, no muestra una solución plena al conflicto, espacio que es aprovechado por Moscú para ganar tiempo a su favor. Por otro lado, lo que pretende Occidente es cortar las intenciones de China en su proyecto de la Ruta de la Seda. Al respecto, Pekín ya ha visualizado a Ucrania como punto de tránsito, manteniendo e intensificando su alianza con Moscú. Entre tanto, las proyecciones de Rusia en la era post soviética impiden a los ucranianos consolidar una gesta para la integridad de un país que sea capaz de formar un sentido de pertenencia y de soberanía.

La crisis actual tiene, desde luego, su raíz en la desintegración de la URSS. El surgimiento de quince nuevos Estados produjo un cambio significativo en el escenario global, no solo por el vacío ideológico ocurrido por la disolución del gran proyecto comunista, sino también por los dilemas identitarios que algunos Estados han tenido durante la post Guerra Fría. El caso de Ucrania es, probablemente, uno de los más representativos debido a su naturaleza política, próxima a la tradición e influencia rusa, y a la tensión generada al interior del país, en donde la fragmentación histórica entre Oriente y Occidente ha traído un sinnúmero de consecuencias de orden territorial, étnico, cultural o geopolítico, así como en la configuración de la identidad nacional, repercusiones que se han ido hilvanando en el período poscomunista.[17]

Conclusiones

Más allá de las conexiones étnicas e históricas con Rusia, las pretensiones geopolíticas de Moscú generan grandes retos a Ucrania, ya que Rusia busca reivindicarse en su geografía próxima y -de esta manera- afianzarse en su antigua área de influencia. La conquista de espacios geopolíticos por parte de Rusia la convierte en un actor global capaz de generar un contrapeso a sus principales rivales en la era post soviética, en donde Ucrania constituye el eslabón para medir las fuerzas entre Occidente y Moscú.

Es evidente que Ucrania es el resultado de la influencia de diversas cuestiones sociopolíticas que han configurado su posición en la actualidad. La división entre las poblaciones del Oriente y del Occidente obedece a una raíz histórica que siempre ha puesto en disputa a las grandes potencias que rodean esta región. La confluencia de dos cosmovisiones en un mismo territorio ha generado grandes problemas. En efecto, las regiones del Oriente que son rusófilas siempre han entrado en tensión con los habitantes del Occidente que se reconocen más cercanos a Europa y a sus costumbres, generando la ausencia de cohesión en torno a un proyecto común de Nación.[18]

Dilucidar escenarios en la crisis de Ucrania, frente a un reavivamiento de una Rusia en la era post soviética, conlleva a la elaboración de un esquema de múltiples causas entorno a la situación política. La proyección de los Estados Unidos en los asuntos europeos, junto a la OTAN, le permite empujar fuera de Europa a la Rusia de Putin, intentando obstaculizar toda estrategia que pretenda realizar Moscú en Ucrania. Bajo estos parámetros, los liderazgos deducen la ampliación de fuerzas para poder sobrellevar un conflicto que se ha mantenido constante en los últimos siete años. Mientras que Biden apuesta por un pragmatismo que permita equilibrar la vulnerabilidad de Europa frente Rusia y Euro-asía, Putin desafía toda intención de Washington en un espacio en el cual –históricamente- Moscú mantiene presencia por siglos, no solo en lo cultural, sino también en sus orígenes como Estado.

Notas finales

  1. Henry Kissinger, Orden Mundial: Reflexiones sobre el carácter de las naciones y el curso de la historia (Ed. DEBATE, 2016), 59.
  2. Bernardo Ríos, “ La rápida expansión territorial de Rusia en la historia (S/F),” Geografía Infinita, https://www.geografiainfinita.com/2020/01/la-expansion-territorial-de-rusia-en-la-historia/
  3. Amy McPherson,” El pueblo que le dio a Rusia su nombre,” BBC NEWS (28 de octubre de 2017), https://www.bbc.com/mundo/vert-tra-41792562
  4. Robert D. Kaplan, La Venganza de la Geografía: La geografía marca el destino de las naciones (Barcelona: RBA Libros, 2012), trad. Laura Martin de Dios.
  5. Ibíd.
  6. Volodymyr Kravchenko, “Fighting Soviet Myths: The Ukrainian Experience,” Harvard Ukrainian Studies (34, no. 1-4, 2015-2016), 447-484, https://www.husj.harvard.edu/articles/fighting-soviet-myths-the-ukrainian-experience
  7. Alejandro Deustua, “La Crisis de Ucrania,” Contexto.org (26 de mayo de 2014), https://www.contexto.org/post/la-crisis-de-ucrania
  8. Ibíd.
  9. Juan Pedro Quiñonero, “Ucrania pide refugio a Europa y la OTAN frente a la amenaza rusa,” ABC Internacional (17 de abril de 2021), https://www.abc.es/internacional/abci-ucrania-pide-refugio-europa-y-otan-frente-amenaza-rusa-202104170125_noticia.html?ref=https:%2F%2Fwww.google.com%2F
  10. Alisa Muzergues, “Russia’s military build-up on the border with Ukraine: intimidation, imminent escalation or both?,” New Eastern Europe (21 de abril de 2021), https://neweasterneurope.eu/2021/04/21/russias-military-build-up-on-the-border-with-ukraine-intimidation-imminent-escalation-or-both/
  11. Ibíd.
  12. Ibíd.
  13. Ibíd.
  14. Nadiia Bureiko, “Whither US-Ukraine relations during a Biden presidency?,” New Eastern Europe (3 de febrero de 2021), https://neweasterneurope.eu/2021/02/03/whither-us-ukraine-relations-during-a-biden-presidency/
  15. Ibíd.
  16. Ibíd.
  17. Juan David Otálora, “La Ucrania post-soviética a la luz de la geopolítica crítica,” Revista de Estudios Internacionales de la Universidad de Chile (51, no. 193, 2009), https://revistas.uchile.cl/index.php/REI/article/view/54278/57197
  18. Ibíd.

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Imagen: PICRYL

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