Resumen
La invasión rusa a Ucrania, de febrero de 2022, sorprendió a todas las cancillerías occidentales. Si bien es cierto que la escalada bélica no había cesado desde diciembre de 2021, la Unión Europea se enfocó en el uso de los suministros de hidrocarburos (principalmente gas) como arma de negociación de Moscú ante Kiev. Sin embargo, el presidente estadounidense Joseph Biden advirtió del aumento de la retórica belicista por parte del Kremlin y de su contraparte rusa, Vladimir Putin. Este “nuevo” conflicto post soviético llega en un momento especialmente complejo en las relaciones internacionales, en un mundo hiperglobalizado e interconectado que trata de ver la luz al final del túnel (en lo relativo a la pandemia de la COVID-19) y con nuevos frentes abiertos, como la crisis de suministros global, la desaceleración económica y la hiperinflación.
Palabras clave: Rusia, Ucrania, guerra asimétrica, conflicto global.
Introducción
Desde la conocida “Revolución Naranja”, sucedida entre diciembre de 2004 y enero de 2005, la retórica de conflicto entre Rusia y Ucrania ha sido continua. Inmediatamente después de asumir el mando, el presidente nacionalista ucraniano Viktor Yushchenko optó por implementar una legislación percibida por la minoría rusa de Ucrania como un oprobio hacia ellos. Entre estas normas figuran la imposición del ucraniano como lengua única, la reforma constitucional para transformar a la República en un modelo semi-presidencialista y la rehabilitación de colaboracionistas con los invasores nazis, las mismas que se mezclaban con el eterno choque entre la zona occidental, de corte agrario y rural, frente a las regiones orientales, urbanas e industriales.
Posteriormente, la llegada al poder del presidente ucraniano Viktor Yanukovich, en el año 2010, junto al “Partido de las Regiones” de inspiración claramente rusófila, exacerbó aún más los sentimientos nacionalistas y polarizó a la ciudadanía. La corrupción endémica vivida durante las administraciones presidenciales previas y la polémica sobre la cesión a Rusia de la ciudad de Sebastopol como base naval durante 50 años empeoraron la situación. En ese contexto, Yanukovich trató de apaciguar los ánimos firmando un tratado de cooperación con la Unión Europa. No obstante, la respuesta desde Moscú fue inmediata. Este “tirón de orejas” hizo que Yanukovich diese un paso atrás y optase por firmar un nuevo convenio con Rusia, tendiente a materializar la creación de la Unión Euroasiática, que integraría a estas dos naciones junto a Armenia, Bielorrusia y Kazajistán.
Estos hechos incentivaron la protesta de “Euromaidán”, la misma que pretendía acabar con la corrupción y cerrar la dependencia de Kiev de la política exterior rusa. Aunque estas protestas causaron la dimisión de Viktor Yanukovich y de su premier, Mykola Azarov, incitaron también el accionar de grupos filofascistas, como el tristemente “Batallón Azov”, y la financiación de organizaciones ultraderechistas, como “Pravii Sektor” o “Svovoda”. Sin embargo, la guerra abierta entre Moscú y Kiev comenzó en las regiones orientales del Donbas, principalmente en los oblast de Donetsk y Lugansk/Luhansk. Estas regiones se declararon independientes de facto de Ucrania, reorganizándose en la entidad territorial de Novorossiya (“Nueva Rusia”) que contenían a las “Repúblicas Populares” de Donetsk y Lugansk.
La situación empeoró a partir de febrero de 2015 con los enfrentamientos de Kramatorsk y Sloviansk, solo superados en gravedad por la anexión rusa de la península de Crimea, en el año 2014, tras un referéndum tildado de farsa por la comunidad internacional. Posterior a ello, la guerra continuó de modo ininterrumpido en Ucrania Oriental, con sucesos dentro del propio país como fue el asesinato del periodista Pavel Sheremets en Kiev o el atentado contra el escritor y periodista Arkady Babchenko, aparentemente perpetrado por el servicio secreto ucraniano en aras se descabezar a grupos de guerra asimétrica localizados en el interior del país. Incluso tras la llegada al poder de un presidente ucraniano más dialogante como Volodimir Zelenski la situación no mejoró. La retórica de Zelenski pasaba por un discurso basado en la renovación de la estructura estatal y no en una hostilidad abierta contra Rusia como la de su predecesor en el cargo, el oligarca y ex secretario de los servicios de inteligencia ucranianos, Petro Poroshenko.
El momento álgido llegaría en febrero de 2022, cuando el presidente ruso Vladimir Putin reconoció la independencia de las “Repúblicas Populares de Donetsk y Lugansk” con el pretexto de proteger a los ciudadanos rusos del asedio ucraniano, seguido del inicio de una operación militar contra Ucrania (empleando el espacio aeroterrestre de un país aliado como Bielorrusia) para desarmar –en palabras de Putin- al “gobierno ilegítimo, nazi y drogadicto” de Kiev. Esa retórica solo ocultaba un hecho: Rusia iniciaba la invasión de Ucrania. Como en el caso de la “Operación Tormenta – 333” (invasión soviética de Afganistán), estos sucesos tomaron por sorpresa al mundo.
Análisis del conflicto y posibles consecuencias
Rusia aprovechó el final de los ejercicios militares conducidos con Bielorrusia, en el marco del Operativo Zapad, para usar sus tropas aerotransportadas y varios destacamentos Spetsnaz GRU (comandos élite de fuerzas especiales de la Federación Rusa) para invadir Ucrania desde la frontera de Bielorrusia, las regiones “independientes” del Donbas y la península de Crimea, asaltando ciudades estratégicas como Mariupol, Jarkov y Odessa. No obstante, lo que creían sería un paseo militar hacia Kiev (similar a la desbandada occidental en Afganistán, tras la caída de Kabul en manos de los Talibán en agosto de 2021) no se acercó a la realidad. El presidente Zelenski se ha negado a dejar su cargo y abandonar el país, mientras que el ejército ucraniano -en muchos casos- viene conteniendo el avance de las tropas rusas mediante técnicas de guerra asimétrica, guerra urbana o asaltos de guerrillas. Ello no evitó el bombardeo masivo ruso contra la defensa aérea ucraniana, la cual fue significativamente reducida. Mientras tanto, el Consejo Europeo, reunido en máxima urgencia, optó por implementar un paquete de sanciones económicas, políticas y hasta culturales contra Rusia, nunca vistas con anterioridad, exigiendo el total repliegue de tropas rusas de territorio ucraniano.
Por una parte, dentro de este grupo de sanciones resaltan las sanciones personales contra oligarcas rusos,[1] pero también contra el presidente Putin y el ministro de Relaciones Exteriores Sergei Lavrov, a quienes los Estados Unidos, la Unión Europea y el Reino Unido congelaron sus activos extranjeros. Asimismo, el ministro de defensa ruso, Sergei Shoigu, y el jefe del servicio de seguridad ruso, Aleksandr Bortnikov, han recibido doble sanción ya que se les han congelado sus activos y se les ha vetado la posibilidad de entrar a sus territorios. Las mismas medidas se han establecido contra el jefe de las fuerzas armadas rusas, Valery Gerasimov (conocido por la doctrina que lleva su mismo nombre), quien ya se encontraba en la lista negra de la Unión Europea del año 2014.
Adicionalmente, la Unión Europea ha congelado activos y prohibido viajar a sus territorios a los 351 miembros de la Duma[2] rusa, mientras que el Reino Unido solo ha decidido aplicar las sanciones contra los miembros de la Duma y el Consejo de la Federación que votaron a favor de reconocer la independencia de Donetsk y Lugansk. En tanto que Estados Unidos ya había impuesto sanciones al jefe de la Duma, Viacheslav Volodin, a quien Suecia y Finlandia han vetaron su espacio aéreo.
Por otra parte, resaltan también las sanciones económicas contra Rusia. Al respecto, el Alto Representante de Política Exterior y Seguridad de la Unión Europea, el político socialista español Josep Borrell, ha manifestado que estas sanciones pretenden golpear a los sectores financiero, energético y de transportes de Rusia, e incluyen controles de exportación y prohibiciones de financiación comercial.[3] Igualmente, Rusia no podrá importar tecnología complementaria para actualizar sus obsoletas refinerías de crudo, las cuales no son renovadas desde el año 2003. Sin embargo, las sanciones económicas más hirientes son aquellas que afectarán al 70% de los bancos rusos. Inmediatamente tras la invasión, el canciller alemán Olaf Scholtz, paralizó de modo tajante los permisos estatales para activar el gasoducto Nord Stream 2, que uniría la infraestructura gasística a Europa a través de un gigantesco corredor entre Moscú y Berlín.
Sin lugar a duda, una las sanciones más significativas ha sido la expulsión de Rusia del SWIFT (Society for Worldwide Interbank Financial Telecommunication / Sociedad para las Comunicaciones Interbancarias y Financieras Mundiales), un sistema de mensajería que utilizan los bancos para realizar pagos seguros y rápidos a través de cualquier frontera nacional, permitiendo así que todo tipo de comercio internacional se transmita de modo ininterrumpido. Esta sanción fue aplicada con anterioridad a la República Islámica de Irán, ocasionándole la pérdida de casi la mitad de sus ingresos por exportaciones de petróleo y del 30% del comercio exterior de dicho país.[4] Similarmente, la aplicación de esta sanción impactaría fuertemente a la economía rusa, particularmente a corto plazo. Rusia depende en gran medida del sistema SWIFT debido a sus exportaciones multimillonarias de hidrocarburos denominadas en dólares estadounidenses.[5]
El uso de la guerra asimétrica por parte de Rusia
Rusia, a pesar de contar con un amplio ejército y usar la superioridad aérea para anular gran parte de la defensa ucraniana, ha optado por emplear técnicas de guerra irregular en lo relativo al asalto de ciudades o regiones específicas, como Jarkov y Hostomel. Para ello, Rusia viene desplegando en Ucrania a los denominados Kadyrovtsy (que literalmente significa “los hombres de Kadyrov”). Los Kadyrovtsy son unidades de élite creadas entre los años 2000 y 2003 por el antiguo muftí de la República Chechena de Ichkeria o “Chechenia independiente” cuando se volvió contra el presidente Aslán Masjádov y optó por cambiar de bando, llevándose consigo a varios ex guerrilleros que pasaron a estar a sueldo de Moscú. Entre los Kadyrovtsy más conocidos se encuentran Apti Alaudinov, los hermanos Yamadayev (Sulim, Ruslan, Dzhabrail e Issa), Idriss Gaibov, junto a chechenos exilados como Said-Magomed Kakiev o Alu Aljánov. Todos ellos son especialistas en zachitski u “operaciones de limpieza” (término usado por el gobierno pro-Moscú de Grozny para designar a tácticas clásicas de contrainsurgencia) y fueron desplegados con anterioridad en la “Guerra de 5 días” del año 2008 entre Georgia y Rusia por el enclave rebelde de Osetia del Sur, siendo integrados en los batallones Vostok (Este) y Zapad (Oeste) del Ministerio de Defensa Ruso.
Posteriormente, los Kadyrovtsy fueron enviados como tropas de apoyo al régimen de Bashar Al Assad en Siria, tras retomar el Ejército Árabe Sirio la ciudad de Aleppo entre octubre y noviembre de 2016. En Ucrania, junto a dichas unidades o columnas se encuentran también los denominados batallones pro-rusos ya conocidos desde el inicio del conflicto en el año 2014. Dentro de estos batallones pro-rusos se encuentran las Fuerzas Especiales de la «República de Donetsk», el “Batallón Esparta”, el destacamento “Somalia” y la unidad “San Jorge”. Esta última unidad está conformada por combatientes de etnia osetia entrenados en combate tras más de dos décadas en conflicto de baja intensidad contra Georgia.
Con respecto al ejército ucraniano, siendo infinitamente menor en número de efectivos frente al contingente, optaron por crear milicias de autodefensa, militarizando a toda la población masculina entre los 18 y 65 años, junto a solicitar ayuda directamente a la Unión Europea y de modo subrepticio a la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN). Adicionalmente, el presidente Zelenski ha conminado a toda la diáspora ucraniana a regresar al país, tomar las armas y defender a la nación frente al embiste ruso. A ellos se les suman ciudadanos de distintas nacionalidades que se han ofrecido al gobierno ucraniano como voluntarios para el combate.[6] No deja de ser curioso, que durante las navidades del año 2021, el libro más vendido en Ucrania fuese el ensayo clásico del Mayor del Ejército Suizo Hans von Dach (1927 – 2003), titulado “Guerra Total: Manual de guerrilla para cualquier persona de a pie”, lo que podría indicar que en el imaginario colectivo, la invasión se diese por hecha desde antes de los actuales sucesos.
A manera de conclusión: Escenarios poco alentadores
Tras un año 2020 marcado por el caos global generado por la pandemia de la Covid-19 y un año 2021 caracterizado por el asalto a la sede del Congreso de los Estados Unidos y la retirada de territorio afgano sin que se asumiesen los errores ni se pensase en las consecuencias, las perspectivas para el año 2022 no eran muy halagüeñas. El año 2022 se inició con un conflicto poco comentado y generado por la crisis política y las protestas sociales en Kazajistán debido a la red clientelar y nepotista del ex presidente en la sombra Nursultan Nazabayev. El aumento de los precios del gas en dicho país centroasiático impactó en una población que demandaba reformas económicas y el fin de una dinastía política presente desde su independencia en el año 1991. La respuesta del presidente Kassym Tokayev fue la de ordenar que la OMON (fuerzas especiales de la policía) disparase a matar a los manifestantes a los que acusaba de “terroristas y mercenarios fundamentalistas afganos”, además de solicitar la “ayuda rusa” que se tradujo en el despliegue de tropas vinculadas al pacto de defensa común y seguridad de la Unión Euroasiática, heredera directa de organizaciones ya extintas como el COMECON o el Pacto de Varsovia.
Previa a la invasión rusa de Ucrania, dos factores marcaban el devenir del año 2022: la crisis de suministros y el posible “apagón energético”, fenómeno hipotético que eliminaría en un breve lapso de tiempo toda la red energética mundial y con ella internet. Con relación a Rusia, poco se habla sobre las quejas del Kremlin respecto a la ruta transpacífica, la cual implica choques diplomáticos con Japón respecto a la polémica soberanía de las Islas Kuriles, así como la nueva “ruta de la seda” en Asia Central que hace su alianza con China necesaria y que asusta de sobremanera a las bolsas mundiales. Ante estos escenarios tan complejos, en un mundo hiperconectado en lo que Marshall McLuhan denominó en 1968 “La Aldea Global”, el mundo no puede creer en un optimismo desmedido, sino más bien en cómo prepararse para contener a “naciones canallas” o actores no estatales que pueden desafiar -aún más- la delicada pax romana actual o la anhelada recuperación económica tras fuertes crisis vividas en las últimas dos décadas.
Notas Finales:
- “La lista de sanciones para asfixiar la economía de Rusia por invadir Ucrania”, elEconomista.es (28 de febrero de 2022), https://www.eleconomista.es/economia/noticias/11640679/02/22/La-lista-de-sanciones-para-asfixiar-la-economia-de-Rusia-por-invadir-Ucrania.html ↑
- Nombre que recibe la cámara baja de la legislatura rusa. ↑
- Michelle Toh, Junko Ogura, Hira Humayun, Caitlin McGee, Isaac Yee, Eric Cheung, Sam Fossum y Niamh Kennedy, “La lista de sanciones mundiales a Rusia por la guerra de Ucrania”, CNN (25 de febrero de 2022), https://cnnespanol.cnn.com/2022/02/25/lista-sanciones-mundiales-rusia-guerra-ucrania-trax/ ↑
- Maria Shagina, “How Disastrous Would Disconnection From SWIFT Be for Russia?”, Carnegie Moscow Center (28 de mayo de 2021), https://carnegiemoscow.org/commentary/84634 ↑
- Ibíd. ↑
- María Miret García, “Voluntarios de los países europeos se movilizan para ayudar a Ucrania”, Euronews (28 de febrero de 2022), https://es.euronews.com/2022/02/28/voluntarios-de-los-paises-europeos-se-movilizan-para-ayudar-a-ucrania ↑