Este artículo ha sido publicado inicialmente en la Revista Seguridad y Poder Terrestre
Vol. 1 N.° 2 (2022): Octubre – Diciembre
DOI: https://doi.org/10.56221/spt.v1i2.18
Jaime Guillermo García Covarrubias[1]
Resumen:
En este artículo se analiza la esencia de la transformación militar, así como se propone una metodología para su mejor comprensión y aplicación a una organización armada. Se sugiere que la transformación militar sea un proceso permanente de adaptación, no solo ante las nuevas formas de conflictos sino también ante los cambios que se producen en el ámbito de la sociedad. Por lo tanto, la comprensión de las tríadas de los ámbitos involucrados en la metodología de análisis adquiere significativa importancia. Asimismo, se presentan los vectores de amenazas, advirtiendo que su singularidad normal será una combinación de estos peligros. En ese sentido, el desarrollo de tecnologías disruptivas y su efecto en el ámbito cognitivo y social implican especial atención ya que moldearán los años de las generaciones presentes y futuras.
Palabras clave: Pilares de la Transformación Militar, Capacidades Militares, Vectores de Amenaza.
Introducción
La Transformación (con mayúscula) militar o de la defensa tuvo un giro fundamental cuando los Estados Unidos, hace más de una década, resolvió que esta no fuera un proceso extraordinario, sino que fuera una evolución habitual de sus fuerzas militares, acorde con las exigencias de las nuevas formas de conflicto. En el caso de América Latina, a inicios de este siglo, varios países iniciaron este proceso para luego continuar con una inercia que, a veces, hizo perder el foco de hacia dónde se debían dirigir, debido a que no se consideró la modalidad adquirida en los Estados Unidos, antes mencionada. Por consiguiente, las grandes preguntas son: “¿Qué?” y “¿Para qué transformar?”, para posteriormente fijar cómo llevar a cabo las tareas, etapas, plazos, coordinaciones y muchos aspectos que involucran cambios de tanta magnitud. El impacto de la transformación en los Estados Unidos, que fue propia de las necesidades de ese país, derivó en que otros países iniciaran este proceso, sin tener claro los objetivos de sus propias realidades.
En Latinoamérica existen antecedentes y análisis previos que son necesarios considerar ya que toda transformación, reestructuración, reforma o cambios relevantes en la defensa nacional, implica examinar aspectos sociológicos de alto impacto y la realidad de las amenazas, especialmente en el contexto actual. En el caso de los Estados Unidos, su orientación fue fundamentalmente tecnológica, derivándose -desde allí- otros aspectos. Este caso lo conozco con cierta profundidad debido a que mi estadía académica en el Centro de Estudios Hemisféricos de Defensa (CHDS por sus siglas en inglés) coincidió con el auge del proceso transformador que inició la dupla Bush-Rumsfeld.
Con el propósito de entender el proceso en su total magnitud, participé en diversos cursos, seminarios y reuniones donde se discutía su esencia. Estos conocimientos se plasmaron en diversos documentos publicados en inglés, portugués y español.[2] En ese sentido, la mayor diferencia con los Estados Unidos radica en que los países de Latinoamérica no tienen los compromisos estratégicos, ni los recursos, además de que -en algunos casos- sus fuerzas militares no poseen ni la legitimidad social, ni el apoyo político requeridos para seguir o imitar un proceso de una potencia mundial como son los Estados Unidos.
Este trabajo es una reflexión y no pretende dar recetas sobre qué hacer. Su propósito es mostrar aquellos elementos imprescindibles que deben estar presentes en los procesos de optimización de los aparatos militares, sea cual fuere el nombre que cada país le asigne. La transformación ya no es un acto excepcional, sino que forma parte de una evolución normal de las instituciones.
En ese contexto, son múltiples los elementos de análisis que se podrían considerar. Sin embargo, en este artículo se abordarán tres ejes centrales. El primer eje consiste en la metodología de análisis a fin de descifrar el contenido y esencia de un ejército, siendo fundamental emplearlo para todo estudio referente al aparato castrense. El segundo eje se enfoca en una síntesis de la evolución de la sociedad y cómo esta ha incidido en la defensa nacional y en las amenazas. Finalmente, el tercer eje consiste en identificar sin ambigüedades el origen de las amenazas, ya que -derivado de un modelo de relacionamiento propio de una economía libre- se confunden la raíz y la conducción de las amenazas. Por lo tanto, se mezclan delincuencia urbana, narcotráfico y terrorismo, muchas veces por causas reivindicatorias, repercutiendo en una aproximación que superpone el rol tradicional de la defensa en su ámbito exterior con la seguridad interna. Todos estos factores impactan en la función militar de Latinoamérica y, por ende, en cualquier proceso transformador.
Metodología de análisis para conocer el aparato militar
En trabajos anteriores he propuesto dos triadas metodológicas denominadas “Pilares de la Transformación Militar” (ver figura 1), con la finalidad de entender a los ejércitos respecto a la dinámica que produce la sociedad y su grupo interno. Con relación a la primera triada, lo primero que se debe conocer en una fuerza armada -con respecto a su sociedad- es su naturaleza. Por consiguiente, es muy importante tener en consideración que este principio generador de la función militar parte con los orígenes del hombre, siendo la historia la que da cuenta de la base evolutiva de los hombres y de las instituciones. Lo segundo que se debe considerar es la norma jurídica, compuesta por regulaciones que la sociedad organizada establece a través de sus leyes; de lo contrario, se estaría en un estado de naturaleza salvaje y la fuerza armada seria incontrolable. Finalmente, lo tercero a tener en cuenta son las capacidades, que son los instrumentos que la sociedad entrega a las instituciones armadas para que cumplan con su naturaleza, de acuerdo a la norma jurídica establecida. Estos tres elementos básicos están unidos y coordinados por la doctrina, la cual es entendida como la disciplina que resuelve las antinomias entre una teoría y la práctica o la realidad. Consecuentemente, los documentos de doctrina tendrán que ser consistentes con la naturaleza, la norma jurídica y las capacidades por las que se han optado.[3]
En los Estados Unidos, la transformación se focalizó especialmente en capacidades. No obstante, cuando se habla de procesos de transformación en América Latina, la primera pregunta que la sociedad se hace es ¿para qué queremos fuerzas armadas? Por lo tanto, se debe de estar muy consciente y poseer muchos fundamentos para entender la naturaleza de lo que se va a proponer cambiar o, incluso, eliminar. Para ello, resulta necesario observar en detalle que todos los cambios estén enmarcados en el origen fundamental de la organización para no desvirtuar la esencia de su creación. En ese sentido, se puede afirmar que la naturaleza, la norma jurídica y las capacidades son los tres pilares de un proceso de transformación de las fuerzas armadas respecto a la sociedad.
Sin embargo, ¿cómo se puede identificar la naturaleza? Principalmente por el eidos, que es la idea original cuando los primeros sapiens racionales se organizaron para subsistir, luchar y crear instituciones por una necesidad social. En términos simples, el eidos es un concepto filosófico platónico y el ethos es el concepto al que se ha arribado hoy en día. Existe todo un camino recorrido que evidencia que la naturaleza no solo es el inicio, sino el punto actual. Lo indicado presenta una gran temática de estudio, la que obliga a comprender quiénes ejercen el mando de las fuerzas armadas y por parte de quiénes lo ejercerán en el futuro. En ese contexto, resulta muy importante que la norma jurídica esté en concordancia con la naturaleza, y las capacidades con ambas. Si se dota a las fuerzas armadas de instrumentos que no le sirven para cumplir con su naturaleza y que no se encuentren en concordancia con la norma jurídica, dichas fuerzas armadas serán absolutamente estériles. Por lo tanto, este es un modelo para comprender el fenómeno, el cual debe ser entendido y extraído de cada realidad. Esto significa que la transformación de unos, no es necesariamente la mejor opción para otros.
Figura 1: Triadas metodológicas denominadas “Pilares de la Transformación Militar”
Con relación a la segunda triada, se puede afirmar que esta comprende las tres bases fundamentales de un aparato militar orientada al ámbito castrense. Por una parte, el primero de estos fundamentos es el honor, el cual representa el compromiso que está más allá de lo escrito en la misión. Las fuerzas armadas son las únicas instituciones que juran dar la vida por la patria, aunque eso no está escrito en alguna parte. Si se revisa la Constitución de cada país, no se encontrará alguna que exija morir por el hecho de ser soldado. Dar la vida por la patria es un juramento simbólico del militar, no teniendo la obligación legal de cumplirlo. Entonces ¿qué prima: la constitución, las leyes o el juramento simbólico? En ese contexto, el honor convierte el juramento simbólico en compromiso personal, por encima de regulaciones que no exigen sacrificar la vida. No obstante, este honor tiene que guardar concordancia con la norma jurídica descrita anteriormente. Por consiguiente, todos estos juramentos de adhesión a la patria hasta la muerte son, intrínsecamente, más simbólicos que legales. Solo el código de honor personal dará cuenta de esa promesa tan extrema en un mundo como el que se vive, el cual es fundamentalmente jurídico. Por lo anterior, los especialistas en sociología militar concuerdan en que hay una transición de un concepto de honor tradicional a un concepto jurídico en los ejércitos modernos.
Por otra parte, el segundo de estos fundamentos es la organización, mientras que el tercero es la disciplina. Si se tiene honor y organización, pero no se tiene disciplina, se tendrán fuerzas armadas estériles. Si se tiene organización y disciplina, pero sin honor, se tendrán fuerzas armadas carentes de los estándares esperados de un Estado moderno. Si se tiene disciplina y honor, pero sin organización, no habrá una estructura que permita canalizar los procesos de funcionamiento. Por lo tanto, para contar con una fuerza militar en su máxima intensidad de capacidades se deben considerar los aspectos fundamentales descritos.[4]
Estas dos triadas, en teoría, podrían producir una especie de disonancia entre la cultura militar y la sociedad civil. En ese sentido, la adecuación de un ejército a la sociedad será lenta y secuencial, ya que las instituciones militares evaluarán e incorporarán los cambios con precaución y gradualidad a fin de cautelar su eficiencia. Consecuentemente, se debe analizar la evolución de la sociedad para poder adaptar en tiempo y forma a la fuerza militar, siendo primordial que al modernizar o transformar una fuerza militar se establezca una congruencia con los cambios de la sociedad. Para ello, resulta imprescindible tener una correcta interpretación del grado de evolución de la sociedad y hacia donde se encamina. Los altos mandos de las instituciones armadas tendrán una gran responsabilidad incorporando lo que se verifique como apropiado, sin debilitar las capacidades militares ni los deberes militares constitucionales. Para esta tarea de evolución institucional, las triadas presentadas son fundamentales, puesto que en sus componentes se encuentra la columna vertebral de un ejército.
Los valores militares que orientan la profesión deben ser coherentes con las virtudes militares de cada uno, debiendo cuidarse y profundizarse. Los valores militares son los mismos que practica la sociedad civil, aunque su jerarquización es distinta. Por ejemplo, el patriotismo -como valor- podrá estar en el primer lugar en la jerarquización que hacen los militares; en cambio, para un médico podría ser que el principal valor sea el servicio al prójimo, lo que no significa ser menos patriota. Asimismo, la valentía será muy importante para un militar, pero no lo será tanto para otras profesiones que priorizan otras cualidades derivadas de su propia finalidad. Consecuentemente, los valores y virtudes militares no son conceptos abstractos ya que están claramente descritos en los reglamentos de disciplina y códigos de justicia militar de las fuerzas armadas, siendo obligación de todo soldado, marino y aviador conocerlos y practicarlos. En síntesis, en una sociedad habrá valores globales y valores sectoriales (como los valores militares), constituyendo valores comunes, pero con distinta jerarquización.
En época de crisis o guerras se evidencian los valores militares ya que la población, de cara al peligro, reconoce las capacidades y los valores castrenses. Por ello, es más difícil fundamentar o legitimar a una fuerza armada en períodos de paz que en períodos de conflicto o guerra. No obstante, el problema es la discordancia que se puede producir entre los valores considerados como ideales de la organización, respecto a los valores de las personas, debido a que -al fin y al cabo- hay valores que son personales, pudiendo existir algún miembro de la institución que esté en desacuerdo con algún valor de la organización. Los seres humanos no son máquinas programables; por ende, la absorción de los valores y su práctica serán una tarea y esfuerzo individual.
Tendencia de la sociedad actual
Las generaciones algo mayores son testigos de cómo están desplomándose los paradigmas filosóficos y sociológicos que han regido por siglos, y cómo empiezan a aparecer nuevas tendencias. Estas nuevas tendencias van impactando en todas las organizaciones, especialmente en las instituciones armadas que han sido habitualmente tradicionales y disciplinadas. Por siglos, se ha vivido bajo un paradigma antropocéntrico, basado en la idea que el hombre es el centro de la humanidad (considerando a la mujer una contraparte), lo que reemplazó a la antigua idea teocéntrica en la cual Dios era el centro de la sociedad. Bajo estos dos preceptos que se fortalecieron y se sintetizaron en el tiempo, se forjaron los ejércitos modernos tal cual se conocen actualmente.
Durante el siglo XX, autores de comprobada sapiencia han intentado dar a conocer esta evolución de la sociedad humana, concediéndoles distintos nombres y rasgos (tales como modernidad y posmodernidad), donde el individualismo impera como singularidad fundamental. Este individualismo ha alcanzado tal relevancia que las generaciones más jóvenes culpan de todos los males de la sociedad al modelo económico tipificado como neoliberalismo.
Si se buscase rescatar algún elemento distintivo de lo sucedido, lo más destacable seria señalar que se ha producido una redefinición de la noción del ser humano en el siglo XXI, superando la definición precedente y reinterpretando al ser humano respecto a sus diversos entornos. Las certezas tradicionales dan, por tanto, paso a un ser humano que repugna de los status de poder binarios, tales como sexo, raza, clase social y otros. En este escenario se repiensa al ser humano en el contexto de esta nueva realidad que, por cierto, no es aleatoria y que también tiene grados de movilización ideológica, plasmada en diferencias generacionales.
En el fondo, se trata que el ser humano busque su perfectibilidad en un escenario donde es solo una parte y no el todo, viviendo en función de otras especies y de una tecnología que tiene que estar al servicio de la humanidad. Se espera que la sociedad piense en términos de relación, coexistencia, empatía, alteridad e interconexión. Esta postura filosófica-sociológica -para algunos conocida como poshumanismo- se explica en parte a través de los conceptos de liquidez de las instituciones y costumbres. Por ejemplo, el sociólogo y filósofo polaco Zygmunt Bauman señaló que la búsqueda de la identidad es una empresa para construirse a sí mismo y que es la última fuente de arraigo. De ahí, la urgencia de obtener una identidad flexible y versátil que se adapte a las distintas mutaciones que el sujeto enfrenta en su vida. La identidad se configura, por tanto, como una responsabilidad reflexiva que busca la autonomía del resto y la constante autorrealización.
En ese sentido, Bauman explica su concepto como “el proceso por el cual el individuo tiene que pasar para poder integrarse a una sociedad cada vez más global, pero sin identidad fija y muy voluble.” La identidad se tiene que crear o moldear para transitar desde una modernidad sólida-estable y repetitiva a una líquida-flexible y voluble, en la que las estructuras sociales ya no perduran en el tiempo como para solidificarse y, por lo tanto, no sirven los marcos o referentes. En su obra titulada “Modernidad Líquida,” Bauman analiza los factores que impactan este tipo de sociedad tales y como emancipación, individualidad, tiempo-espacio, trabajo y comunidad. Un aspecto interesante de su pensamiento es que se adhiere, al igual que los liberales y anarquistas, a un orden espontáneo de la sociedad y no a la ingeniería social, la cual critica en su libro “Modernidad y Holocausto.” Esto explicaría el hecho de que los seres humanos busquen con mayor énfasis organizarse en la libertad y que no se les impongan modelos sociales.[5]
La revolución digital (también llamada la tercera revolución industrial) y el desarrollo progresivo de las tecnologías disruptivas (como la inteligencia artificial, entre otras) hacen divisar la estructuración de un nuevo tipo de sociedad. Por lo tanto, la sociedad debe adaptarse rápidamente a los cambios que trae la revolución digital y estar muy atenta a cómo se incorporarán a la inteligencia artificial los aspectos emocionales o menos tangibles que acompañan a la mente humana. A esto se suma la ya anunciada cuarta revolución industrial, que tiende a integrarse con el transhumanismo y que tuvo sus primeros pasos en la década de 1980 en la Universidad de California. Por consiguiente, los cambios y los nuevos programas tecnológicos son abrumadores y deben ser incorporados a cualquier trabajo que se oriente a transformar el aparato militar.
Las misiones de las fuerzas armadas
Los escenarios y, a la vez, dominios donde las fuerzas armadas desarrollan sus misiones son el terrestre, el naval, el aéreo y, en las últimas décadas, el ciberespacio. En el futuro, las fuerzas armadas continuarán ejerciendo las siguientes cuatro misiones clásicas: enfrentar conflictos convencionales, operaciones de paz, apoyo al desarrollo nacional y operaciones no convencionales. En ese contexto, la tarea de todo ministerio de defensa será siempre colocar estas misiones en orden de importancia para determinar la correspondiente asignación presupuestaria.
Las misiones convencionales o clásicas, orientadas principalmente a resolver las hipótesis de conflictos entre Estados, están estrechamente unidas con la naturaleza de las instituciones armadas y requieren de un aparato militar más cercano al tradicional. Adicionalmente, se encuentran los compromisos estratégicos expresados en las operaciones de carácter internacional. Actualmente, las operaciones en misiones de paz han alcanzado gran valor, brindando -además del prestigio internacional- experiencia y beneficios a la fuerza militar participante. Por lo tanto, este tipo de operaciones se incrementarán y exigirán una mayor preparación del personal. Asimismo, otra misión es la participación social de las fuerzas armadas o su aporte al desarrollo nacional, siendo esta una misión no netamente militar. Quizás lo más conveniente es entender que este tipo de misiones (que no son de empleo bélico) no deben desnaturalizar la función principal de los institutos castrenses, ejecutándose como una misión subsidiaria y no como una misión fundamental. Finalmente, están las misiones no convencionales, que desde la reunión de Williamsburg hacia delante han sido la forma de identificar el empleo de la fuerza militar ante las nuevas amenazas.
Con el transcurso de los años, casi todas las nuevas amenazas (tipificadas inicialmente) han terminado debilitándose, manteniéndose aún vigente la lucha contra el terrorismo. En general, América Latina (salvo Argentina, Perú y Colombia) no ha sufrido mayores amenazas terroristas, por lo que al terrorismo se le identifica como un problema interno de resolución por parte de las fuerzas de orden público. No obstante, de ser sobrepasado, podría -con arreglo a la ley- considerarse el empleo de las fuerzas armadas, lo cual sería algo excepcional. Chile y Argentina se mantienen en esa posición, pero hay que reconocer que no es la realidad de la región, ya que en Colombia, Brasil, Perú y en diversos países de Centroamérica se prevé el empleo de la fuerza militar en la lucha interna. En efecto, los fenómenos de delincuencia de alta peligrosidad existentes en las favelas (en Brasil), las “Maras” (en Centroamérica), la guerra interna (en Colombia), la insurrección armada en el VRAEM (en Perú) y la violencia generada por los carteles de narcotráfico (en México) obligan al empleo del potencial militar en esos países. En Chile, la creciente violencia en la región de la Araucanía (o Macrozona Sur), con conflicto étnico incluido, ha obligado al gobierno a contar con algún grado de presencia militar. Por su parte, los ataques sufridos por los Estados Unidos en septiembre de 2001 y la lucha global contra el terrorismo emprendida por esta potencia han generado que este ámbito alcance gran preponderancia, llegando los Estados Unidos a pedir a sus amigos y aliados afianzar la cooperación en esta materia.
Al respecto, los países que tienen policías militarizadas, como el caso de Chile (aunque de aprobarse la propuesta de la nueva Constitución implicaría un cambio de este modelo), deben adaptar técnicamente a la institución policial para enfrentar a las nuevas modalidades de acción que se han acreditado con las amenazas violentas. Como se sabe, las policías militarizadas tienen toda la preparación, destrezas y experiencias para aplicar soluciones desde los actos delictuales hasta la protección de fronteras. Por ello, no hay ninguna razón para pensar en involucrar a las fuerzas armadas, salvo que la policía sea sobrepasada en sus capacidades, lo que debe quedar establecido en la ley. En lo que pueden colaborar efectivamente las fuerzas armadas es en proveer apoyo complementario (Inteligencia, así como soporte logístico y tecnológico), debiendo todo el aparato estatal constituirse también en parte de la solución.[6]
Igualmente, en algún momento se esgrimió la incorporación de la protección de los recursos naturales como una misión de la defensa nacional, lo que no representa ninguna novedad ya que la protección de la integridad territorial incluye de manera inherente los recursos naturales que hay al interior del territorio.
Los vectores estratégicos de amenazas
El actual problema estratégico de seguridad está determinado por una serie de circunstancias que están potencialmente presentes, que he denominado vectores estratégicos de amenazas. Algunas de estas circunstancias fueron tipificadas a inicios de la década de 1990 como amenazas, pero, con el tiempo, más que amenazas en sí mismas se comportan como factores multiplicadores de amenazas. Esto significa que cuando se enfrente una amenaza, esta no necesariamente se presentará como un evento con límites de acción definidos y comprendidos, sino que lo más probable es que una amenaza se encuentre combinada y potenciada por otros problemas que trasformarán el fenómeno en un asunto de seguridad de mayor complejidad.
En ese sentido, a estos problemas les denomino vectores estratégicos de amenazas,[7] entre ellos: (1) los conflictos culturales con ideologías asociadas; (2) el avance de la ciencia e ingeniería y la proliferación de tecnologías disruptivas sin control, especialmente el uso del ciberespacio para producir daño, sin restricciones de tiempo, objetivos y espacio; (3) la globalización, incluyendo sus integraciones positivas y negativas;[8] (4) las armas de destrucción masiva, particularmente las de carácter químico y biológico debido a la sencillez de su producción y facilidad de empleo; (5) la delincuencia internacional y nacional, agravada con el microtráfico de drogas y a la que se suma el crimen organizado cuando alcanza una disposición más establecida, aumentando su daño al tener lazos internacionales; (6) el potenciamiento de las armas de las delincuencias internas en los países, que en algunos casos exige el empleo de fuerzas armadas ya que son las únicas que pueden equiparar su poderío; (7) la crisis de recursos hídricos, energéticos y alimentarios, constituyéndose en probables causas de conflictos futuros; (8) el deterioro ecológico versus el desarrollo, insertándose en el planeta sin necesidad de destruirlo (trade off); (8) los desplazamientos internos y movimientos migratorios masivos y descontrolados, amparados por organizaciones que no sufren de sus consecuencias; y (9) los conflictos enmarcados en una zona gris (como la generación de insurgencia, anarquismo y violencia generalizada), aprovechando reclamaciones sociales y estimulados por la desinformación para ejercer influencia en el área cognitiva.
Sin embargo, se debe recalcar que una amenaza incluye la intención y la voluntad humana, así como la capacidad para producir daño, requiriéndose una estrategia para derrotarla. Distinto serán los eventos naturales (como tsunamis y terremotos, entre otros) que son inevitables y pueden generar catástrofes, por lo que solo se pueden aplicar medidas de prevención y coordinación, incluyendo el desarrollo de capacidades para minimizar el riesgo de desastres.[9] En ese contexto, cada vez que se enfrente un problema estratégico de seguridad, algunos o todos estos vectores lo determinarán, potenciarán o distorsionarán. Por consiguiente, en ciertas circunstancias, uno de estos vectores hará transitar un asunto de seguridad mayor hacia un problema crítico de seguridad.
Otro ingrediente de esta nueva situación estratégica es la llamada guerra asimétrica, la que para algunos surge a partir del trabajo titulado “Fourth Generation Warfare: Another Look”,[10] en el que los autores (William Lind, John Schmitt y Gary Wilson) complementan una idea en la misma dirección que un artículo publicado años antes. Por ello, también se le denomina Guerra de Cuarta Generación.[11] No obstante, el origen del concepto no es univoco ya que inicialmente se le vinculó con el peligro de las rogue nations o antiguos Estados Soviéticos en Asia central, que luego del colapso y desintegración de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas habrían quedado con armamento de avanzada tecnología, incluso nuclear. Probablemente, producto del conflicto de Somalia, el concepto comienza a evolucionar en base al temor de los Estados Soviéticos a la amenaza terrorista, fusionándose en una sola idea. En el año 1997, el general Henry Hugh Shelton, quien tenía experiencia en operaciones especiales, ya emplea el concepto con la interpretación actual cuando asumió el cargo de presidente del Estado Mayor Conjunto de los Estados Unidos.
Al respecto, se podría afirmar lo siguiente: (1) la interpretación original del concepto de guerra asimétrica es estadounidense y ha evolucionado, ajustándose a las distintas amenazas asimétricas que Estados Unidos ha ido visualizando; (2) los Estados Unidos interpretan la asimetría desde la perceptivas del más poderoso hacia el que posee menores fuerzas; (3) el adversario menor no representa a un Estado ni posee fuerzas convencionales, encontrándose fuera del reconocimiento internacional; y (4) el adversario menor desarrolla acciones terroristas ya que es su única opción. Asimismo, se debe tener en cuenta que la guerra asimétrica -en su connotación original- no se refiere al desbalance de la apreciación de fuerzas que ocurre siempre en cualquier guerra convencional, sino que se refiere a una situación distinta. Por ello, autores europeos y chinos han ampliado el concepto original, concediéndole un carácter casi holístico o de guerra total. Dentro de esta evolución, actualmente, se usa más habitualmente el concepto de guerras híbridas.[12]
Conclusiones
En el marco de referencia de seguridad superior, resulta imprescindible realizar un análisis profundo de los problemas de seguridad de cada país para determinar el rol de la defensa ante estos vectores estratégicos de amenazas, que facilite la definición de las políticas públicas o estrategias en el ámbito de la seguridad (de carácter multidisciplinaria), cuando se cuenta con una estructura formal de seguridad del Estado.
Este ámbito es escasamente tratado en Latinoamérica debido a la falta de esta estructura, por lo que su vacío ha sido cubierto a través de la Defensa. No obstante, el empleo de las fuerzas armadas es insuficiente para la amplitud de las áreas involucradas en el problema, con las implicancias que significa aproximarse a un asunto de seguridad que no es de exclusiva naturaleza militar. En ese sentido, se requiere afiatar la coordinación entre la policía y las fuerzas armadas para el adecuado empleo de estas últimas frente a las amenazas de seguridad que se presentan en el orden interno. Sin embargo, lo fundamental es que quien las confronte ostente las capacidades necesarias y suficientes, más que si se trata de policías o militares.
Por otro lado, se deben considerar los cambios sociológicos que impactan e influyen en la organización de las fuerzas militares para abrirse a la sociedad y sus cambios, en lugar de negarse a ellos, pero cuidando que su adaptación societal no dañe sus capacidades necesarias y su naturaleza. Aceptar que las fuerzas armadas actuarán en escenarios donde la población reivindica las libertades por sobre la autoridad del Estado, involucra considerar un potencial rechazo por parte de esta población a las instituciones del orden y autoridad propias del Estado, principalmente cuando en la actualidad es muy difícil identificar la esencia primaria de las amenazas y sus vinculaciones. Lo previamente señalado implica que para evitar sorpresas estratégicas y contar con oportunidades, así como disponer de un eficiente trabajo del sistema de inteligencia del Estado y de sus agencias dependientes, se requiere una legislación que permita una recolección de información de calidad y que facilite la coordinación e intercambio de información entre las organizaciones a través de procedimientos claros por parte de las autoridades y usuarios del sistema.
Asimismo, se presenta una carencia de comprensión sobre los riesgos que derivan del mundo digital, debido a que se tiene la percepción de que son materias relacionadas con las personas y organizaciones especializadas, por lo que no se establece un ámbito operativo transversal como parte indivisible de la información de las personas y de cada actividad humana. En este contexto, las tecnologías disruptivas pueden provocar un mayor daño, particularmente en el área cognitiva y social. Finalmente, la transformación militar o de la defensa ya no debe ser un proceso excepcional como en sus orígenes; por el contrario, debe ser un proceso habitual, dinámico y permanente.
Notas Finales
- Para la formulación de este artículo, el autor agradece los aportes del General de División (R) Jorge Peña, del Ejército de Chile, quien participó en el proyecto de transformación chileno. ↑
- Se sugiere ver alguno de los siguientes artículos de este autor (Jaime García Covarrubias) referidos a Transformación: (1) New Threats and Defense Transformation: The case of Latin America, publicado en Low Intensity Conflict & Law Enforcement, Vol. 12, No. 3, (Autumn 2004), (2) A Transformacao da defesa nos EUA e suas posibilidades de Aplicacao na America Latina, publicado en Military Review, Brazilian, May-June, 2005, (3) La Transformación de la Defensa: El caso de EE. UU. y su aplicación en Latinoamérica, publicado en Military Review, March-April, 2005, (4) Defence Transformation as Latin American Phenomenon, publicado en Military Missions and their implications reconsidered: The aftermath of September 11. Edited by Caforio & Kummel, Elsevier, UK, 2005. ↑
- Jaime García Covarrubias, “Los Tres Pilares de una Transformación Militar”, Military Review (Edición Hispanoamericana, noviembre – diciembre 2007), 16 – 24, https://www.academia.edu/42573327/LOS_TRES_PILARES_DE_LA_TRANSFORMACI%C3%93N_MILITAR ↑
- Ibíd. ↑
- Zygmunt Bauman, “Modernidad Líquida”, (Argentina: Fondo de Cultura Económica, Primera edición en Ingles 2000 y en español en 2003) ↑
- Jaime García Covarrubias, “El problema de la seguridad y de las policías frente al terrorismo y las mafias organizadas”, en Contextualizaciones latinoamericanas Proceso de Militarización de la Seguridad Pública en América Latina, Universidad de Guadalajara, año 10, n.º 19 (México: julio-diciembre 2018), 83 – 98, https://www.editorialjuris.com/administracion/frm-libros/pdf/1557928056_Contextualizaciones%20Latinoamericanas.pdf ↑
- Algunos de estos vectores se encuentran en The contemporary operational environment TRADOC, Intelligence Support Activity, TRISA, Threats, Ft Leavenworth, KS. 2007. En dicho texto se les denomina “Drivers”, en idioma inglés. ↑
- En este punto, tengo el convencimiento intelectual y académico que se está usando el concepto de “globalización” con demasiada ligereza y que frecuentemente, cuando faltan los argumentos, nos aferramos a la globalización y con ella se intenta explicar fenómenos que muchas veces son contradictorios. Actualmente, la globalización es causa y efecto, por lo que resulta muy conveniente identificar estas circunstancias y no colocarlas todas en el mismo plano. Por ello, este ámbito requiere de un análisis meticuloso y sobre todo de un esmerado proceso operativo para identificar claramente cuáles son los aspectos positivos y negativos de cada caso particular. ↑
- Jaime García Covarrubias, “Las dificultades para contextualizar la seguridad y la defensa: Reflexiones desde la teoría” de Revista Política y Estrategia ANEPE n.º 117, Academia Nacional de Estudios Políticos y Estratégicos, (Chile: enero – junio 2011), 100 – 119, https://www.politicayestrategia.cl/index.php/rpye/issue/view/19/152 ↑
- William S. Lind, John F. Schmitt y Gary I. Wilson, “Fourth generation warfare: another look”, Marine Corps Gazette (1994), https://indianstrategicknowledgeonline.com/web/4Th%20GENRATION%20WARFARE%20ANOTHER%20LOOK.pdf ↑
- William Lind, et al., “The changing face of war: into the fourth generation”, Marine Corps Gazette (October 1989), 22 – 26, https://globalguerrillas.typepad.com/lind/the-changing-face-of-war-into-the-fourth-generation.html ↑
- Se sugiere ver a: Javier Calderón Marcelo, “El Pensamiento Militar de Valery Gerasimov sobre los actuales Conflictos Armados (2011-2015)”, en Revista Visión Conjunta, año 12, n.º 23, Escuela Superior de Guerra Conjunta de las Fuerzas Armadas Argentina, 62 – 70, http://www.cefadigital.edu.ar/bitstream/1847939/1701/1/VC%2023-2020%20Calderon.pdf ↑