Jacintho Maia Neto[1]
Resumen
El siglo XXI ha suscitado que las organizaciones se tengan que enfrentar a la necesidad de adaptarse a un mundo caracterizado por la velocidad e intensidad de los cambios. En relación a las organizaciones militares, han surgido nuevas demandas ya sea en el tema estrictamente militar o en apoyo a las necesidades de la sociedad. En ese sentido, el enfoque central de este artículo es comprender cómo estas organizaciones pueden absorber los conceptos de gestión estratégica tan recurrentes en el entorno empresarial. La gran cantidad de información existente y la rapidez con la que es necesario modificar las estrategias para atender las nuevas demandas que impactan en el logro de los objetivos de la organización son parte del ámbito de la defensa. Saber por qué, cuándo y cómo se deben cambiar las estrategias también forma parte de la gestión de la defensa. Con esta finalidad, fueron analizados los documentos de defensa de diez países de América Latina.
Palabras clave: Estrategia, Gestión Estratégica, Fuerzas Armadas.
Introducción
La “estrategia” se ha convertido en el eje central de muchos estudios en administración, especialmente en materia de administración pública. Inicialmente, el término estrategia se utilizó en el ámbito militar y tenía como propósito lograr objetivos militares. Posteriormente, se llevó al ámbito empresarial, considerándose “el mercado” el nuevo campo de batalla, a la vez que las estrategias se configuraron en vectores que encaminaban a las organizaciones a alcanzar sus objetivos en un entorno cada vez más complejo y de constante cambio.
En ese contexto, Alfred Chandler planteó que la estrategia consistía en la adopción de acciones que la empresa debía realizar para alcanzar sus objetivos básicos y de largo plazo, como la asignación de recursos que posibilitasen el logro de las metas organizacionales.[2] Asimismo, para Harry Igor Ansoff, la estrategia estaba relacionada con el proceso que conduce a las decisiones (proceso de toma de decisiones), considerando las relaciones que la organización tiene con su público interno (ambiente interno) y el entorno en el que está inserta (ambiente externo).[3] Precisamente en este entorno externo, caracterizado por su complejidad y competitividad, las estrategias son las acciones ofensivas o defensivas que protegen a la organización y le permite enfrentarse con éxito a las fuerzas competitivas del mercado, por lo que el foco de la estrategia de cualquier industria es obtener un mayor rendimiento del mercado en relación con su inversión, caracterizando lo que Michael Porter llamó estrategia competitiva.[4]
Por otra parte, Henry Mintzberg, Bruce Ahlstrand y Joseph Lampel señalan que la estrategia debe ser considerada como una fuerza mediadora entre la organización y su entorno, permitiendo la elaboración de un patrón en el proceso de toma de decisiones de la organización, como forma de afrontar y adaptarse al entorno.[5] Al proponer una estructuración de la estrategia, especialmente de su formulación, estos autores presentan la recopilación de este conocimiento en diez escuelas de pensamiento estratégico. Aun considerando tal propuesta como algo reduccionista, es un intento de ordenar la infinidad de informaciones y divergencias existentes sobre el tema.
En este pequeño recorrido por el concepto de estrategia, en este artículo se busca introducir el tema de la gestión estratégica y mostrar cómo esta herramienta puede contribuir a mejorar la eficacia de las estructuras de defensa en América Latina. Para ello, se propone analizar las amenazas al Estado insertas en los documentos de defensa y los objetivos de defensa nacional de algunos países de América Latina, en especial: Argentina, Bolivia, Brasil, Chile, Colombia, Ecuador, México, Paraguay, Perú y Uruguay.
Las Nuevas Demandas de Defensa y Seguridad
Actualmente, al estudiar el ámbito militar y sus relaciones con la sociedad, no se puede dejar de mencionar las perspectivas existentes sobre las relaciones cívico-militares. Esta relación se ha centrado en el debate sobre la necesidad vital de un control civil sobre los militares. Sin embargo, la existencia de nuevas demandas de seguridad y defensa (como las nuevas amenazas),[6] las nuevas demandas de las operaciones de paz (como las operaciones de Peacebuilding), el incremento de operaciones en el ámbito de la seguridad pública (Constabulary Function), la asistencia humanitaria o el apoyo a las agencias gubernamentales, podría motivar un nuevo debate en torno a la eficacia militar. Este nuevo debate ya tiene como premisa el control civil sobre los militares y busca optimizar los recursos, quedando superado el debate sobre el control militar por parte de los civiles.
Las características de los nuevos conflictos atraviesan un entorno de continuos cambios y de incertidumbres cada vez más difusos y asimétricos, exigiendo una gestión de la defensa que permita comprender este nuevo ambiente. Con este enfoque, es importante abordar el significado de la palabra “amenaza,” en el contexto y sentido amplio de las nuevas exigencias de la Seguridad y la Defensa Nacional. Al respecto, Héctor Saint-Pierre manifiesta que el concepto de amenaza se puede caracterizar en dos tipos: “Amenazas Externas: [las relativas a] la integridad territorial y la soberanía nacional [y] Amenazas Internas: [las relativas al] orden constitucional y a la paz interior [del país].”[7]
La preocupación por cuáles son estas amenazas o nuevas amenazas ha estado presente en la agenda de las reuniones de la Organización de los Estados Americanos (OEA). Desde la Conferencia Especial sobre Seguridad en la Ciudad de México en el año 2003, los Estados miembros han hecho declaraciones para alertar a todos que “muchas de las nuevas amenazas, preocupaciones y otros desafíos a la seguridad hemisférica son de naturaleza transnacional y pueden requerir una cooperación hemisférica adecuada.”[8] Entre las nuevas amenazas que serán recordadas casi continuamente en las próximas Conferencias de Ministros de Defensa de las Américas se encuentran: el terrorismo, la delincuencia organizada transnacional, las drogas, la corrupción, el tráfico ilícito de armas, la pobreza extrema, los desastres naturales, el tráfico de seres humanos y los ataques a la seguridad cibernética.[9] Muchas de estas amenazas requieren ser contextualizadas en cada uno de los países latinoamericanos, no existiendo un modelo que se pueda considerar de manera generalizada.
La Gestión Estratégica
La gestión estratégica tiene sus orígenes en la década de 1950, cuando la Fundación Ford y la Corporación Carnegie patrocinaron una investigación sobre el plan de estudios de las escuelas de negocios estadounidenses.[10] Un resumen de la investigación se presentó en el informe Gordon-Howell,[11] que recomendaba que la enseñanza de los negocios debía cubrir una gama más amplia de temas, integrando conocimientos de otras disciplinas en situaciones del mundo real que implicasen la integración de diferentes áreas de las empresas y soluciones integradoras para ellas.
A lo largo de los años, se introdujeron nuevos temas en la disciplina, como: (1) las consideraciones sobre las organizaciones globales y su entorno, (2) la responsabilidad social, (3) la ética, (4) el análisis de la misión, (5) los objetivos generales, (6) la formulación, implementación y control de estrategias, y (7) los posibles impactos del entorno político, legislativo y económico. De esta manera, la disciplina pasó a llamarse Administración Estratégica.[12] En cuanto al término Dirección Estratégica, este fue utilizado por Harry Igor Ansoff, quien presentó -por primera vez- el concepto de gestión estratégica que incorporaba una perspectiva restringida relacionada con la forma o arquitectura organizacional.[13] Este estudio también se basó en el trabajo de Alfred Chandler, quien demostró la dependencia de la estructura organizacional con los objetivos y estrategias.[14]
No obstante, la década de 1970 estaría marcada por el auge de la Planificación Estratégica, entendida como una planificación formal y racional, con el objetivo de producir un resultado articulado y sistémico. La planificación estratégica y su sistema de formulación y evaluación de estrategias no sería capaz de satisfacer la creciente demanda de cambios que se presentaba en esta era de conocimiento, pero también “de hostilidad y cambios rápidos.”[15] Como resultado, el concepto de cambio organizacional se convirtió en una constante en la planificación y, especialmente, en la fase de implementación de las estrategias, tornando la planificación más sistémica y dinámica, haciendo inviable el modelo previamente definido.[16], [17]
En este contexto, la dirección estratégica (re)surge como un nuevo paradigma de gestión, sustentada en una nueva visión de la política y la planificación empresarial, a través de los estudios de Dan Shcendel y Charles Hofer,[18] quienes la definen como “un proceso de tratamiento de las dimensiones empresariales de la organización, su renovación y crecimiento, y, más particularmente, con el desarrollo y uso de estrategias para orientar las operaciones de las organizaciones.”[19] Por consiguiente, se entiende que la dirección estratégica es una “forma avanzada y coherente de pensamiento estratégico, que trata de extender la visión estratégica a todas las unidades de la organización, abarcando todo su sistema administrativo.”[20] Como ya lo expresó Motta, esta es la gran diferencia que trajo el término dirección estratégica frente a los modelos de planificación estratégica utilizados anteriormente.[21]
La crítica de Motta se dirige principalmente al intento de separar la formulación de estrategias por los niveles de la organización de manera estanca y no integrada, sin considerar que la estrategia permea todos los niveles y sectores de la organización. En ese sentido, no existe una visión estratégica que se descomponga a nivel estratégico, a nivel operativo y a nivel táctico; lo que existe es una interacción entre estos tres niveles durante la formulación e implementación de estrategias para la consecución de los objetivos previstos. Bajo este entendimiento, la implementación de la visión estratégica está enfocada a la búsqueda constante de resultados, dentro de un proceso continuo de anticipación de cambios futuros, aprovechamiento de oportunidades y corrección de rumbo.
El concepto de dirección estratégica se ha asociado intensamente con el cambio organizacional y muchas veces es determinante para la diferenciación del término planificación estratégica. Se cree que al exigir a los estrategas, gerentes o líderes una capacidad de actuación en el cambio de comportamiento de toda la organización y no solo de determinados sectores, se convierte en agente de cambio.[22] Por lo tanto, las estrategias son intensamente repensadas y modificadas, no solo por los miembros de la alta dirección o por los planificadores de estas estrategias, sino también por todos los miembros, especialmente por aquellos que se verán directamente afectados por su implementación.
La dirección estratégica, al trasponer su aplicabilidad al sector público, modifica su enfoque principal relacionado a la búsqueda de beneficios y ventaja competitiva frente a los competidores, pero mantiene el concepto amplio del rendimiento y la búsqueda de mejores servicios para la sociedad.[23] Sin embargo, su aplicabilidad en el sector público requiere algunos enfoques diferentes por parte del gerente, principalmente en relación con la dificultad de establecer e implementar estrategias a largo plazo, ya que el ciclo de vida de este gerente o su alta dirección en la organización suele situarse en un periodo de dos o cuatro años. Consecuentemente, una dificultad para las organizaciones públicas es el mantenimiento de su personal directivo a lo largo del proceso de la estrategia, requiriéndose una constante capacitación de nuevos funcionarios, lo que puede obstaculizar la continuidad de las estrategias.[24]
La Dinámica de los Documentos de Defensa
Los documentos de defensa son la base para la planificación estratégica de las estructuras de defensa, permitiendo la alineación directa con los planes de preparación y empleo de las fuerzas armadas. En ese sentido, se entiende que orientan el “qué hacer” (Políticas) y el “cómo hacerlo” (Estrategias). Independientemente de la nomenclatura utilizada por los diversos países, estos documentos posibilitan que las acciones en el área de defensa sean delimitadas y dirigidas hacia el logro de los Objetivos de la Defensa Nacional (ODN). En este contexto, se analizaron los principales documentos que orientan la gestión estratégica de la defensa de los países de la región, en especial sus ODN:
Cuadro 1 – Documentos de Defensa
País | Documento | Año |
Argentina | Directiva de Política de Defensa Nacional | 2021 |
Bolivia | Libro Blanco de Defensa | 2004 |
Brasil | Política de Defensa Nacional
Estrategia Nacional de Defensa |
2020
2020 |
Chile | Política de Defensa Nacional | 2020 |
Colombia | Política de Defensa y Seguridad | 2019 |
Ecuador | Agenda Política de la Defensa 2014-2017 | 2014 |
México | Programa Sectorial de Defensa Nacional 2020-2024 | 2020 |
Paraguay | Política Nacional de Defensa 2019-2030 | 2019 |
Perú | Libro Blanco de la Defensa Nacional | 2006 |
Uruguay | Política de Defensa Nacional | 2020 |
Fuente: elaborado por el autor
En cada documento analizado se verificaron las principales amenazas y ODN. Se observó que no todos los documentos explicaban directamente qué eran las ODN. Otro grupo de países separó sus objetivos en dos ambientes, el de seguridad externa y el de seguridad interna. Sin embargo, estos documentos fueron elegidos porque enumeraron las principales amenazas para el Estado y explicaron los objetivos que guían la gestión estratégica de la defensa en sus respectivos países.
Para fines del análisis, los países se dividieron en dos grupos: (1) Grupo Alfa (los que definen explícitamente los ODN: Argentina, Brasil, Colombia, Ecuador, México, Paraguay, Perú y Uruguay) y (2) Grupo Bravo (los países que definan en un contexto de seguridad externa, seguridad interna u objetivos nacionales permanentes: Bolivia y Chile). Con relación al Grupo Alfa, los ODN son los siguientes:
Cuadro 2 – Grupo Alfa: Objetivos de la Defensa Nacional
Fuente: elaborado por el autor
Dentro de este primer grupo, se observa que algunos objetivos son comunes a todos los países, tales como: soberanía, integridad territorial, libertad (o integridad) de la población e independencia (es decir, autodeterminación, cohesión, conciencia, identidad o unidad nacional). Todas ellas son cláusulas esenciales para los países, siendo los ejes de la defensa y, por tanto, las bases de las estrategias a implementar.
Un tema creciente es la defensa del patrimonio nacional, la biodiversidad, el agua o los recursos naturales, característicos de algunos países como Argentina, Brasil, Colombia y Uruguay, así como el bienestar de la población. Asimismo, existe una relación con los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), a pesar de que la Agenda 2030 fue presentada por Naciones Unidas recién en el año 2015, cuando ya existían muchos documentos de defensa de los países. En ese sentido, la preocupación por la paz regional y mundial es una agenda que se incluye en algunos documentos de defensa, entre ellos, los de Brasil, Ecuador, Perú y Uruguay, que se refiere a los ODS y la preservación de un ambiente regional de cooperación entre países. Igualmente, la erradicación de la corrupción y una política integral de austeridad son las grandes motivaciones nacionales de México y son centrales también en el ámbito de la defensa. Por lo tanto, los uniformados tenderán a fortalecer las acciones para combatir la corrupción dentro de sus organizaciones, incluyendo operaciones en seguridad interior.
Otro concepto que muchos países incluyen es el de seguridad integrada o integral. En este tipo de seguridad, las fuerzas armadas contribuyen fuertemente a la seguridad interior, la seguridad pública y la visión multidimensional de la seguridad. Adicionalmente, los objetivos que se relacionan con la innovación, el desarrollo tecnológico, así como la autonomía tecnológica y productiva caracterizan la preocupación por una industria de defensa nacional fuerte y operativa a nivel regional y global. En ese sentido, la contribución al desarrollo nacional, a pesar de ser explicada como uno de los ODN en solo dos países (Ecuador y México), se incluye en la mayoría de los documentos de defensa.
Con relación al Grupo Bravo, en este se encuentran los países que han definido los objetivos permanentes (Bolivia) y los de Seguridad Externa y Seguridad Interna (Chile) como motores del área de defensa:
Cuadro 3 – Grupo Bravo: Objetivos Permanentes y de Seguridad
País: Bolivia | País: Chile |
Objetivos Nacionales Permanentes | Objetivos de Seguridad Externa e Interna |
|
Objetivos en Seguridad Externa
Objetivos en Seguridad Interna y Desarrollo
|
Fuente: elaborado por el autor.
Los objetivos de Bolivia y Chile son lineamientos para sus documentos de defensa. Por una parte, los objetivos bolivianos fueron establecidos por el Consejo Superior de Defensa Nacional en el año 1997 y son la base del Libro Blanco de la Defensa del año 2004.[25] Entre los objetivos nacionales permanentes, Bolivia considera la promoción de la reintegración marítima con soberanía nacional que la perdiera en el siglo XIX. Por otra parte, en Chile, la idea central es que la estructura de defensa nacional tenga objetivos en seguridad externa como la gran mayoría de los países del Grupo Alfa (soberanía, integridad, independencia y contra amenazas externas) y en seguridad interna con el Sistema de Protección Civil (desastres o eventos adversos de gran impacto en la sociedad).
El apoyo al desarrollo nacional también está contemplado en los documentos de defensa de los países de la región, contribuyendo a una visión general de la defensa en América Latina, la cual es inseparable del desarrollo. Igualmente, los objetivos presentes en los países que forman parte de los grupos Alfa y Bravo son el punto de partida de los documentos de defensa y orientan las estrategias que los países necesitan para alcanzar dichos objetivos. Por lo tanto, el uso de la gestión estratégica pretende presentar una visión diferente de esta linealidad, para que la planificación de la defensa pueda ser más sostenible frente a las amenazas u oportunidades que se presenten.
Ya sea por el entorno externo o interno, el papel de la defensa está en constante cambio. Consecuentemente, la capacidad de las estructuras de defensa de los países de la región necesita una dinámica diferente a la actual, algo en lo que la gestión estratégica puede ser de mucha ayuda. En ese sentido, la idea de desempeño cuando es aplicable al logro de objetivos, permite una visión de largo plazo, que va más allá de los planes de gobierno (que tienen una temporalidad de cuatro o cinco años), así como de los mandos militares (que permanecen dos o tres años en una función, ya sea de mando o de ejecución).
Otro ejemplo es la implementación de una visión estratégica que se enfoca en la búsqueda constante de resultados, en un proceso continuo de anticipación de cambios futuros, aprovechamiento de oportunidades y posibles correcciones de rumbo, en caso de ser necesario. Incluso, se pueden cambiar los objetivos ya que no debe haber perennidad si los ambientes externos e internos cambian.
Por consiguiente, la aplicación de los fundamentos que rigen la gestión estratégica, el análisis constante e integrado de las demandas de la sociedad y la dinámica de los conflictos, la interacción de los niveles estratégicos que faciliten la formulación de nuevas estrategias y la adopción de nuevos sistemas que permitan una proceso de toma de decisiones más ágil ante los constantes cambios pueden incorporarse a la gestión de la defensa de los países latinoamericanos, especialmente de aquellos que fueron parte de este estudio.
En este ámbito, existen algunas propuestas que pueden traer enfoques de gestión diferenciados, como la dirección estratégica, con la consecuente revisión conceptual de los planes estratégicos: (1) el conocimiento puede ser generado en cualquier nivel de la organización, compartido entre sus miembros y buscado en otras esferas públicas o privadas; (2) la defensa debe ser tratada como un bien público (A partir de esta premisa, la transparencia, las acciones anticorrupción y la rendición de cuentas permitirán alcanzar otro nivel en las relaciones cívico-militares); (3) la visión estratégica debe ser compartida a todos los niveles de la organización, permitiendo que los cambios se implementen más rápidamente; (4) la formulación e implementación de los objetivos sectoriales resultantes de los ODN (Seguridad permanente, externa o interna) debe buscar la participación de los diferentes niveles organizacionales; (5) la delegación de responsabilidades debe permitir la iniciativa y la retroalimentación sobre la implementación de estrategias y resultados; y (6) los organismos de defensa deben adaptarse a las nuevas demandas, teniendo la capacidad de crear o extinguir estructuras según las necesidades, ya sean ad hoc, temporales o no.
Conclusiones
El presente trabajo buscó mostrar las nuevas demandas de defensa en un entorno en constante cambio y cómo estas pueden impactar en las estrategias organizacionales. En ese contexto, la dirección estratégica de la defensa se presenta como una propuesta para la implementación de estrategias y visiones compartidas en todos los niveles organizacionales, que permita un nuevo direccionamiento de estas estrategias ante los cambios en el contexto externo e interno de las organizaciones de defensa, a través de la participación de todos los niveles gerenciales en la formulación e implementación de nuevas estrategias para el logro de los objetivos.
El análisis de documentos de diez países latinoamericanos permitió tener un panorama de los objetivos nacionales que orientan a los respectivos Sectores de Defensa, ya sean objetivos permanentes, objetivos de defensa, objetivos de seguridad externa y seguridad interna, u objetivos de desarrollo. De esta forma, los países fueron categorizados en dos grupos, los que citaron explícitamente sus ODN y los que basaron su planificación en las demás tipologías de los objetivos. Sin embargo, la proximidad de los diversos objetivos planteados, independientemente de su categorización, permitió crear un perfil de estos objetivos y agrupar a los países con objetivos similares, destacando las particularidades.
El entorno de la defensa y sus nuevas demandas han exigido nuevas habilidades gerenciales de los gestores militares. La concepción clásica de la estrategia militar, en ocasiones restringida al campo de batalla y al alineamiento de los objetivos militares con los objetivos de la guerra, definidos por el poder político, no responde a este nuevo entorno. Por lo tanto, la adecuación de herramientas de gestión -como la planificación estratégica- ya no soporta la comprensión de este entorno lleno de incertidumbres y cambios vertiginosos. Las disfuncionalidades de la burocracia, como el exceso de formalismo, la excesiva apreciación de las normas y la jerarquización del proceso de toma de decisiones, además de impactar en la gestión pública, también afectan la gestión de la defensa.
Notas finales:
- El autor agradece el apoyo y las contribuciones de Camila Basílio da Costa del curso de Defensa y Gestión Estratégica Internacional de la Universidad Federal de Rio de Janeiro, quien contribuyó en gran medida a este trabajo (camilabasilio021@gmail.com). ↑
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