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Oficial de Reserva del Ejército de los Estados Unidos

Tres Años de Guerra en Ucrania y la Transformación del Carácter Bélico

El presente artículo ha sido publicado originalmente en la Revista Seguridad y Poder Terrestre:

Vol. 4 No. 2 (2025): Mayo a agosto

Resumen

El presente artículo examina las transformaciones que la guerra en Ucrania ha introducido en el carácter de los conflictos armados contemporáneos, especialmente a partir del uso masivo de los Sistemas Aéreos No Tripulados (UAS, por sus siglas en inglés), el desarrollo de tecnologías emergentes, la descentralización del liderazgo táctico y la necesidad de movilizar a la población como parte de una estrategia de nación entera. Asimismo, se analiza el impacto de estas innovaciones en la doctrina militar, la formación de mandos y suboficiales, la logística estratégica y la preparación para escenarios de combate a gran escala. A través de una perspectiva comparativa y descriptiva, se identifican lecciones clave orientadas a la adaptación institucional frente a un entorno operacional en constante evolución.

Palabras clave: Guerra en Ucrania, Sistemas Aéreos No Tripulados (UAS), liderazgo descentralizado, estrategia de nación entera, logística estratégica, transformación doctrinaria

Introducción

Durante los últimos tres años, el conflicto en Ucrania ha marcado un punto de inflexión en la evolución de la guerra contemporánea, evidenciando cómo la tecnología y la innovación doctrinaria transforman el carácter de los enfrentamientos armados. El uso masivo de los UAS, el desarrollo de nuevas capacidades tecnológicas y la descentralización del liderazgo táctico han redefinido tanto las estrategias militares como la organización de la defensa nacional. Paralelamente, la movilización de la sociedad en su conjunto y la adaptación institucional han emergido como elementos clave para la supervivencia y la eficacia operativa en escenarios de combate de gran escala.

Este artículo analiza las principales transformaciones observadas en el teatro ucraniano, al abordar el impacto de las innovaciones tecnológicas en la doctrina militar, la formación de mandos y suboficiales, la logística estratégica y la preparación ante futuras contingencias. Mediante un enfoque comparativo y descriptivo, identifica lecciones relevantes para la adaptación de las Fuerzas Armadas (FF. AA.) frente a un entorno operacional dinámico y en constante cambio. Así, busca aportar a la comprensión de los desafíos y oportunidades que plantea la guerra moderna, ofreciendo elementos de reflexión para la toma de decisiones estratégicas en el ámbito de la seguridad y la defensa.

Innovación Tecnológica y Cambio de Carácter Bélico

Varios kilómetros detrás de las líneas del frente en el este de Ucrania, un grupo de soldados avanzaba por rutas de suministro previamente recorridas, cumpliendo una misión rutinaria. Durante la noche, el pequeño destacamento transportaba municiones y víveres a las tropas ucranianas atrincheradas en primera línea; no se había reportado presencia rusa tan distante de las posiciones defensivas. Los camiones transportaban equipo de interferencias para drones, habitual en este entorno.

Las tropas ucranianas cayeron en la rutina al utilizar las mismas vías de comunicación durante varios días, circunstancia que fue detectada por los medios rusos. En un punto de emboscada, se desplegaron dos UAS. Uno, cargado de explosivos, permanecía inactivo junto a la carretera, sin emitir señal que permitiera al sistema antidrón del convoy detectarlo. Simultáneamente, otro dron, posado en un cable de alta tensión, monitoreaba la zona. Al aproximarse el convoy, el segundo UAS descendió sobre el objetivo y un operador remoto lo activó brevemente, desencadenando el ataque en segundos.[1]

Este relato, aunque ficticio, ejemplifica una tecnología emergente para la cual los soldados y sus mandos deben prepararse de cara a los conflictos próximos. Refleja un cambio en el carácter de la guerra, potenciado por tres años de operaciones de gran envergadura en el este de Ucrania. Dicha campaña ha provocado la indignación de numerosos líderes internacionales, a quienes parece amenazar el orden normativo; ha ocasionado un elevado número de víctimas y destrucción de infraestructuras no registrada en las últimas ocho décadas, y ha generado presiones políticas y económicas que ponen a prueba alianzas de larga data.

En 2022, durante una escalada importante en la región del Donbás, las fuerzas rusas lanzaron una operación militar especial y avanzaron hasta las afueras de Kiev antes de ser detenidas por las tropas ucranianas. La confrontación subsiguiente, que se prolongó durante tres años, reavivó la inquietud sobre las maniobras de combate a gran escala y dio lugar a uno de los choques más onerosos de la historia contemporánea.

Ucrania sufrió daños en su infraestructura valorados en más de 950 000 millones de dólares y pérdidas en su Producto Interno Bruto (PIB) cercanas a 120 000 millones de dólares en ese período.[2] A estas cifras debe añadirse el costo humano: se estima en aproximadamente 135 000 militares ucranianos fallecidos, unos 13 000 civiles muertos y cerca de 380 000 efectivos heridos.[3]

Las estimaciones sobre las bajas rusas y norcoreanas varían ampliamente, ya que ambos países omiten datos oficiales. No obstante, el Ministerio de Defensa de Ucrania reporta más de 850 000 “bajas de los ocupantes rusos en Ucrania”.[4]

Cuando la tecnología adelanta a las tácticas, las fuerzas enemigas incrementan el número de víctimas, especialmente por los ataques indiscriminados con cohetes y misiles, rememorando la Segunda Guerra Mundial, y por la introducción de sistemas no tripulados en el teatro de operaciones. Este escenario combina los traumatismos producidos por municiones convencionales con la precisión de la nueva era, sirviendo de puente entre los enfrentamientos de los siglos XX y XXI y ofreciendo a los decisores la oportunidad de anticipar los conflictos venideros.

La guerra en Ucrania ilustra una innovación revolucionaria en la esfera militar. En consecuencia, los líderes deben identificar con prontitud las tácticas frente a los sistemas no tripulados, capacitar a los mandos en todos los niveles y planificar la movilización de la población para afrontar eficazmente los futuros escenarios de combate.

El Carácter Evolutivo del Conflicto Contemporáneo

Independientemente de su nacionalidad, etnia o género, los líderes de cada ejército enfrentan dos tareas fundamentales: defender su país a toda costa y salvaguardar el recurso más valioso de la nación, su población. Estas obligaciones constituyen la base de todas las demás funciones de mando y se centran en quienes portan uniforme para proteger la patria. Por lo tanto, quienes asumen dichas responsabilidades deben convertirse en estudiosos de la guerra, forjando una base cognitiva que asegure que, ante la peor eventualidad, afloren sus mejores capacidades. Resulta poco frecuente encontrar academias militares o centros de adiestramiento cuyos programas omitan a Carl von Clausewitz o la historia institucional de sus respectivas naciones. Con frecuencia, esos planes de estudio han requerido años de consolidación para alcanzar un perfil académico óptimo.

Hoy surge la oportunidad de aprender en tiempo real de un conflicto que adelanta las operaciones de gran magnitud previstas para el siglo XXI: un análisis dinámico de las repercusiones de la tecnología emergente sobre las tácticas clásicas y un examen de tres años del carácter de la guerra moderna, cuya influencia reviste doctrinas cultivadas durante décadas.

Tres años después de la invasión rusa de 2022, el concepto de combate ha evolucionado, contrastando con el tradicional tropo de la guerra total. De acuerdo con un análisis del Modern War Institute, la proliferación de innovaciones tecnológicas y vehículos no tripulados en este conflicto constituye una revolución militar que implica transformaciones significativas en los ámbitos tecnológico, táctico, doctrinal y organizativo, todos circunscritos a la esfera bélica.[5]

Los líderes deben aprender de lo que ocurre en el este de Ucrania y, ahora, en el oeste de Rusia, para cumplir eficazmente sus misiones en caso de necesidad. El sacrificio de las nuevas generaciones en esos campos helados no debe ser en vano. Los ejércitos deben constituirse como organizaciones de aprendizaje, flexibles en sus misiones, para garantizar la seguridad de soldados, marineros, aviadores e infantes de marina. Asimismo, resulta imperativo proporcionar conocimientos, herramientas y sistemas que aseguren la letalidad del combate. No debe subestimarse que los adversarios también aprenden de este ejemplo.

Entre 1861 y 1865, más de 620 000 soldados perecieron durante la Guerra Civil estadounidense, mientras los comandantes se aferraban a las tácticas napoleónicas documentadas por el teórico francés Antoine-Henri Jomini en la Academia de West Point. El empleo predominante de fuegos concentrados obligaba a las tropas a alinearse hombro con hombro, a escasos metros del adversario, y disparar salvas masivas que descargaban una ola de proyectiles de calibre .50 (o superior), sustentada en la imprecisión de los mosquetes de ánima lisa de principios del siglo XIX.

En 1849, el oficial francés Claude-Étienne Minié diseñó el proyectil cónico denominado bala Minié, adaptable al estriado de los fusiles modernos. Esta innovación proporcionaba un giro análogo al de un balón de fútbol americano, lo que permitía al soldado común lograr una precisión antes reservada a los tiradores de élite. El Ejército de los Estados Unidos (EE. UU.) incorporó esta tecnología como estándar en 1858, aunque su producción masiva comenzó en 1861, luego de la Guerra de Secesión en los Estados del Sur.

Los líderes de ambos bandos no supieron adaptarse a los avances tecnológicos de la mosquetería rayada, a pesar de que esta había demostrado su letalidad durante la Guerra de Crimea a inicios de la década de 1850. [6] En lugar de modificar sus tácticas, repitieron fórmulas del pasado y sostuvieron conceptos que ignoraban el nuevo nivel de precisión balística, lo que provocó la muerte de decenas de miles de soldados bajo el impacto de esta tecnología recién implementada.

Un fenómeno similar ocurre en Ucrania, en los campos de batalla del este del país, donde la lucha permanece mayormente estancada en defensas de trincheras al estilo de la Primera Guerra Mundial. Con cinturones defensivos de casi mil kilómetros de ancho, los movimientos de tierra rusos resultan complejos: en algunos sectores, peligrosamente innovadores, y en otros, notoriamente ineficaces.[7] Las fuerzas ucranianas han establecido posiciones defensivas en trincheras enfrentadas, y ambos bandos sostienen combates que implican intercambios territoriales brutales a un ritmo extremadamente lento. Las fuerzas ucranianas han establecido posiciones defensivas en trincheras enfrentadas, y ambos bandos sostienen combates que implican intercambios territoriales brutales a un ritmo extremadamente lento.

Durante el primer año de conflicto, las fuerzas rusas aplicaron una táctica basada en la doctrina de la Segunda Guerra Mundial: la oleada humana. Este tipo de ataques, caracterizados por un alto índice de bajas, otorgan cierta credibilidad a las cifras de muertos citadas por los oficiales de defensa ucranianos. Su objetivo consiste en abrumar las defensas ucranianas mediante la superioridad numérica rusa, táctica que, si bien ha logrado algunos objetivos, lo ha hecho a costa de un elevado número de tropas mal entrenadas.[8]  Al igual que el estadounidense del siglo XIX, el ruso del siglo XXI enfrenta una nueva tecnología que limita la eficacia de una táctica basada en la ventaja numérica. La tecnología más eficaz contra esta superioridad ha sido, sin duda, el uso de los UAS.

La proliferación de los UAS representa para el conflicto ruso-ucraniano un fenómeno equiparable al impacto que tuvieron los Artefactos Explosivos Improvisados (IED, por sus siglas en inglés) en los conflictos de Irak y Afganistán a inicios de siglo.[9]

En un mundo cada vez más interconectado, estos dispositivos pueden fabricarse a partir de componentes adquiridos localmente o mediante plataformas digitales. Tales sistemas maximizan la protección de quien los utiliza, al constituir una barrera frente al armamento enemigo capaz de provocar bajas masivas, y resultan sumamente letales cuando son operados por personal capacitado. Más aún, cada uno ha exigido un cambio de paradigma sustancial en la forma de librar la guerra, orientado a incrementar la supervivencia de la fuerza que los emplea.

La presencia de los UAS en el campo de batalla ha transformado radicalmente la forma de combatir de ambas partes. Las fuerzas rusas que intentan avanzar no pueden seguir desplazando vehículos al frente; la posibilidad de que un dron desechable, valuado en cien dólares, inutilice un tanque estimado en veinte millones lo convierte en un objetivo sumamente atractivo para los operadores ucranianos.

Las tropas desmontadas enfrentan crecientes dificultades, ya que disponen de muy pocos lugares donde ocultarse. A menudo, su avance es detectado y atacado casi de inmediato después de abandonar una posición que proporcione algún tipo de cobertura u ocultamiento.

Un análisis reciente publicado por The Wall Street Journal señala el movimiento de fuerzas los UAS en pequeños grupos, a menudo demasiado reducidos para ejecutar ataques decisivos en terreno abierto—una geografía que, en esta etapa del conflicto, es defendida casi exclusivamente por sistemas no tripulados—, lo que ha desplazado la acción hacia pequeñas ciudades y pueblos, donde las unidades ligeras resultan más eficaces.

Según Lovett y Nikolaienko (2025), la infantería ucraniana está superada en número aproximadamente cinco a uno en gran parte del frente oriental. No obstante, Ucrania compensa esta desventaja mediante el uso extensivo de drones, que cubren cerca de 600 millas de la línea del frente y han reemplazado casi por completo al reconocimiento humano tradicional.[10]

Cada uno de estos dispositivos puede maximizar la protección de la fuerza que los emplea al proporcionar una barrera contra el armamento enemigo que produce bajas masivas, y puede resultar sumamente letal cuando es operado por personal capacitado. Más aún, cada sistema ha exigido un cambio de paradigma significativo en la forma de librar la guerra, con el fin de incrementar la supervivencia de la fuerza que los emplea.

La presencia de los UAS en el campo de batalla ha transformado radicalmente la forma de combatir de ambas partes. Las fuerzas rusas que avanzan no pueden seguir desplazando vehículos al frente; la posibilidad de que un dron desechable de cien dólares inutilice un tanque valorado en veinte millones lo convierte en un objetivo sumamente atractivo para los operadores ucranianos.

Ucrania ha logrado incrementar la producción nacional de los UAS a un ritmo exponencial, un logro notable en un entorno devastado por la guerra y con recursos limitados. Este hecho demuestra que la nueva era de la guerra no necesariamente favorece a las grandes potencias, como ocurría en el pasado. En 2024, esta nación, que figura entre las de menor PIB en Europa, superó su objetivo de producir un millón de drones FPV (First Person View, por sus siglas en inglés), más de 10 000 dispositivos de ataque con autonomía de vuelo media y más de mil unidades con alcance superior a los mil kilómetros.[11]

Mientras las fuerzas rusas desplegaban unidades de guerra electrónica para contrarrestar las amenazas de los UAS, cuya eficacia comenzaba a disminuir, el Ejército ucraniano demostraba ser una organización innovadora y con capacidad de aprendizaje activo. El resultado ha sido el desarrollo de prototipos de UAS resistentes a la interferencia. Los drones de fibra óptica son UAS conectados directamente al operador mediante filamentos diminutos, capaces de extenderse más de seis millas, y algunos se encuentran en desarrollo para alcanzar hasta nueve millas. Estos dispositivos, junto con las bobinas de cable que los acompañan, son ligeros; algunos pueden transportar hasta dieciocho libras de carga explosiva. Estas bobinas se fabrican principalmente en China, lo cual reviste especial relevancia estratégica para los EE. UU. De acuerdo con el fabricante, estos drones prácticamente no cuentan con defensas efectivas y son capaces de impactar con frecuencia y eficacia objetivos valiosos y costosos.[12]

La capacidad de desarrollo tecnológico ha sido fundamental para el esfuerzo bélico ucraniano, constituyendo un claro ejemplo de inteligencia aplicada frente a fuerza bruta. Para lograrlo, Ucrania ha aprovechado un sector tecnológico dinámico, que emplea a casi 300 000 personas y se encuentra centrado en la defensa y la innovación, lo que le ha permitido mantener el ritmo de la guerra.[13]

Los planificadores estratégicos deben anticipar la evolución próxima de los UAS, ya que los sistemas actuales podrían diferir significativamente de los desarrollos futuros. Competidores de características similares o cercanas podrían diseñar plataformas más veloces y de mayor alcance, capaces de operar en entornos aéreos y marítimos, organizadas en enjambres coordinados e integradas con Inteligencia Artificial (IA).

Gran parte de esta tecnología existe en otras formas y aplicaciones, y el mercado civil de drones se encuentra en plena expansión. ¿Con cuánta rapidez podrían convertirse estos sistemas en armas? Ante esta posibilidad, se requiere prestar especial atención al reabastecimiento logístico en contextos bélicos. A medida que los avances permiten ampliar el alcance de lo que podría considerarse artillería guiada manualmente, las líneas de comunicación —incluso en las zonas más profundas del campo de batalla— estarán cada vez más expuestas a la disputa.

La proyección del poder, que a menudo depende de vastas zonas de apoyo logístico, podría requerir una reevaluación y redistribución mediante planificación rigurosa, considerando qué tipos de suministros deben desplegarse, dónde y en qué volumen. ¿Cómo distribuir estos recursos sin exponer los convoyes tácticos a la amenaza persistente de los UAS? Tal vez la respuesta a este desafío sea precisamente el empleo de más UAS. El gigante global Amazon.com lleva años experimentando con drones de entrega, lo que evidencia el potencial de estas tecnologías en múltiples dominios.

En síntesis, ¿cuáles son las principales lecciones que deben extraerse de la evolución de esta tecnología aplicada al campo de batalla? En primer lugar, los UAS han dejado de ser un recurso exclusivo de las grandes potencias. La rápida expansión de sus capacidades ha permitido que actores estatales y no estatales de menor escala accedan a esta tecnología y la empleen con efectos potencialmente devastadores. En segundo término, resulta indispensable aplicar esfuerzos equivalentes tanto al desarrollo tecnológico de los UAS como al fortalecimiento de capacidades multidominio orientadas a neutralizarlos. Esta labor demanda un enfoque de nación entera, respaldado por un ecosistema robusto de innovación. Por último, las fuerzas terrestres deben optimizar su dispersión para aumentar la supervivencia en combate. Esto implica facultar a los líderes del nivel táctico inferior a actuar con autonomía, adaptándose a un entorno operacional cada vez más dinámico y fragmentado.

Potenciación y Consolidación del Cuerpo de Suboficiales (NCO)

Una ventaja significativa de los ejércitos aliados occidentales frente a las fuerzas de Rusia, China y Corea del Norte radica en su capacidad para delegar decisiones militares en los niveles más bajos de mando. En el centro de esta autoridad descentralizada se encuentra el Cuerpo de Suboficiales (Non-Commissioned Officers, NCO).

La anexión rusa de la península de Crimea demostró a Ucrania que el estilo de liderazgo vertical, característico de las FF. AA. rusas, resultaba ineficaz. Aprendiendo de la pérdida territorial en 2014, el Ejército ucraniano inició, a partir de 2015, una estrecha cooperación con socios de EE. UU. y de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), con el objetivo de desarrollar un cuerpo de suboficiales capaz de tomar decisiones eficientes y oportunas como parte de un proceso de mando orientado a la misión.[14]

Con la llegada masiva de los UAS al campo de batalla y la dispersión requerida para la protección de la fuerza, el combate futuro probablemente exigirá una combinación de planificación centralizada con ejecución descentralizada, una táctica que históricamente ha favorecido al Ejército estadounidense. Los mandos deben emitir directivas claras y concisas, y al mismo tiempo, facultar y confiar en los líderes de pequeñas unidades para que las ejecuten dentro de parámetros definidos.

La incorporación de operaciones multidominio en el campo de batalla moderno complica aún más el mando orientado a la misión, a la vez que refuerza la necesidad de contar con líderes competentes en unidades de nivel inferior. La guerra electrónica y la interferencia de señales deben asumirse como una constante en cualquier conflicto entre pares o cuasipares, lo cual reduce significativamente la capacidad de comunicación con agrupaciones diseminadas, en contraste con la facilidad de enlace a la que tradicionalmente se ha estado acostumbrado.

Han quedado atrás los días de los Centros de Operaciones Tácticas (COT) estáticos, con grandes huellas físicas y electromagnéticas. Los UAS han impuesto la necesidad de establecer nodos operativos más compactos, móviles y capaces de transmitir directrices para luego reducir su firma electromagnética de manera inmediata. Las unidades dispersas tenderán a abstenerse de transmitir datos propios o reportes continuos de situación, como los que los mandos recibían regularmente. Esto dificultará la construcción de una imagen operativa común por parte del comandante y generará tensión e incertidumbre, particularmente en mandos occidentales acostumbrados a un flujo constante de información.

Rusia y China no cuentan actualmente con los recursos estructurales y culturales necesarios para implementar un sistema de ejecución descentralizada comparable, debido principalmente a sus modelos jerárquicos de afiliación partidista. El teniente general (r) Charles Hooper, del Ejército de Tierra de EE. UU., explicó: “…mucha gente no entiende que el liderazgo, el mando de batalla y los cuerpos de suboficiales se basan en la cultura, no en la técnica. Es la voluntad del oficial superior de delegar autoridad y aceptar el consejo de un subordinado a su mando por encima de su propio juicio… Por eso se puede formar un cuerpo de suboficiales, pero puede que no sea tan eficaz en un contexto cultural ruso o chino como lo es el estadounidense”. [15]

Tanto el Ejército ruso como el Ejército Popular de Liberación (EPL) de China se caracterizan por estructuras de decisión compartimentadas y por otorgar escasa autonomía a sus soldados rasos. En el caso ruso, una porción significativa de las tropas está compuesta por reclutas que cumplen un servicio militar obligatorio y luego regresan a sus hogares, lo cual limita la presencia de personal con la experiencia y la formación propias de un suboficial profesional. Como consecuencia, en las etapas iniciales del conflicto, varios oficiales de alto rango perdieron la vida en combate al liderar directamente unidades y asumir funciones que, en los ejércitos occidentales, corresponden a suboficiales capacitados. En virtud de ello, en las etapas iniciales del conflicto, varios oficiales de alto rango perdieron la vida en combate al liderar directamente unidades y asumir funciones que, en los ejércitos occidentales, corresponden a suboficiales capacitados.

Ramón Colón-López, exasesor principal de alistados del Jefe del Estado Mayor Conjunto de EE. UU., señala que la dinámica humana es el factor clave que está determinando el éxito o fracaso en el campo de batalla. Según su análisis, esta constituye una ventaja decisiva para las fuerzas ucranianas, la cual no poseen las tropas rusas. [16]

Es probable que adversarios potenciales realicen estudios similares sobre el conflicto en curso, al igual que EE. UU. y sus aliados. Aunque el Ejército ruso ha evidenciado una lenta capacidad de adaptación en Ucrania, el EPL había identificado en 2013 la necesidad de “perfeccionar el sistema de suboficiales”.[17] Si bien la información pública sobre dicha evolución es limitada, cabe suponer que la sujeción ideológica al Partido Comunista de China (PCCh) y la rigidez de sus procedimientos pueden restringir la flexibilidad operativa en el campo de batalla.

Involucrar a los suboficiales profesionales en la planificación de operaciones, además de sus funciones tradicionales de liderazgo y supervisión, resulta esencial para asegurar que comprendan plenamente el alcance de las misiones. Aunque la formación suele enfocarse en tareas específicas, las exigencias de la guerra contemporánea demandan una visión integral por parte de los soldados jóvenes. Si se espera que actúen con mínima orientación en tiempo real ante amenazas dinámicas, deben comprender con claridad el objetivo final de la operación y su rol dentro de esta.

Por ello, los ejércitos deben fomentar el desarrollo intelectual de sus cuerpos de suboficiales y preparar a sus líderes de primera línea para que piensen con creatividad y criterio propio. De hecho, los líderes adaptables pueden alterar significativamente los cálculos tácticos del adversario, más allá de lo que permitiría la mera introducción de sistemas bélicos avanzados. Como se ha demostrado, un entorno operativo cambiante puede generar dificultades para ciertos mandos enemigos, ralentizar su proceso de toma de decisiones y crear oportunidades que los líderes con iniciativa sabrán aprovechar.

Las academias de suboficiales y oficiales deben incorporar el estudio de tecnologías y amenazas emergentes, junto con la instrucción tradicional sobre funciones y responsabilidades. Como líderes estratégicos, los mandos deben potenciar y confiar en la profesionalidad de sus subordinados de menor rango. Para alcanzar este objetivo, se requiere consolidar un sistema de confianza y lealtad recíproca a lo largo de los escalones de mando.

Si bien las innovaciones tecnológicas descritas representan un cambio sustancial en la manera de combatir y prepararse para la guerra a nivel operativo y táctico, también inciden en la planificación estratégica, en los procesos de toma de decisiones y en la capacidad industrial. La magnitud del conflicto en Ucrania ha generado alertas a nivel nacional, poniendo en cuestión la preparación estratégica y la voluntad política de los Estados que eventualmente podrían verse involucrados en una guerra de similar escala.

Respuesta de la Población y del Complejo Militar-Industrial

El considerable alcance y magnitud de la operación rusa en Ucrania resultan inquietantes al compararlos con los recursos disponibles en gran parte del mundo occidental. En el tercer aniversario del conflicto, la agencia Associated Press informó que más de 600 000 soldados rusos se encontraban desplegados en territorio ucraniano. Esta cifra equivale aproximadamente al doble de las fuerzas conjuntas de Francia y el Reino Unido.[18]

Movilizar un contingente de esa envergadura representa un desafío para cualquier nación; sin embargo, se suma un factor particularmente preocupante: el aparente desprecio por la noción occidental de la inviolabilidad de la vida humana. Los bombardeos indiscriminados y las oleadas de asalto plantean interrogantes sobre cómo podría responder un ejército alineado con EE. UU., la OTAN y otras potencias occidentales frente a una fuerza que considera a sus efectivos tan prescindibles como la munición o el combustible de sus aeronaves.

Puede afirmarse con certeza que la tolerancia de las fuerzas rusas ante las bajas supera ampliamente la de sus contrapartes estadounidenses, así como la de la sociedad que las respalda. De acuerdo con un informe de Al Jazeera, basado en datos del Ministerio de Defensa de Ucrania, Rusia sufrió en 2024 un promedio de 1 180 bajas diarias y unas 103 por kilómetro cuadrado de territorio conquistado.[19] Extrapoladas a un año, estas cifras se aproximan al total anual de bajas —entre muertos, heridos y desaparecidos— de los ejércitos combinados de Francia y el Reino Unido. Una fuente oficial rusa confirmó que, hacia mediados de diciembre de 2024, habían fallecido en combate 31 481 soldados rusos.[20] Este total multiplica por más de 4 400 la cifra de efectivos estadounidenses fallecidos en un solo año durante las guerras de Irak y Afganistán combinadas. Un ejercicio hipotético vuelve la atención hacia el aliado “sin límites” de Moscú: la República Popular China (RPC). Pekín no ha participado en un conflicto de gran escala desde finales de la década de 1970; sin embargo, cuenta con la fuerza terrestre más numerosa del mundo y enfrenta denuncias reiteradas por represión interna bajo un régimen de partido único. Pese a la escasez de datos sobre el desempeño contemporáneo del EPL, si este decidiera sostener una tasa de bajas comparable —un supuesto mayor para un país afectado por décadas de declive demográfico debido a la política del hijo único—, su numerosa población le permitiría sostener el esfuerzo más tiempo que cualquier otra nación. El aspecto crucial sería determinar si el electorado estadounidense toleraría una pérdida de esa magnitud. Basta recordar que la muerte de trece militares durante la retirada de Afganistán se convirtió en uno de los temas centrales de la campaña presidencial de 2024. [21]

Los responsables políticos deben establecer qué nivel de preparación física resulta aceptable para movilizar a los ciudadanos en tales circunstancias. Afrontar este desafío exige un cambio de paradigma social inmediato, antes de que se desate cualquier hostilidad.

Entre finales de los años ochenta y comienzos de los noventa, los estudiantes del sistema público estadounidense debían rendir anualmente la Prueba Presidencial de Aptitud Física, que establecía un nivel mínimo de condición física y ofrecía a las familias un indicador sobre la salud de sus hijos. Actualmente, dicha evaluación ha sido eliminada, y numerosas asignaturas de educación física se consideran créditos automáticos, sin requerir esfuerzo real. La condición general de salud de la población se ha deteriorado, mientras que las tasas de comorbilidades como la diabetes y la obesidad han aumentado de manera sostenida, incluso entre los grupos etarios tradicionalmente considerados en plenitud.

Esta situación no se limita a EE. UU. En el Reino Unido, solo el 11 % de los ciudadanos entre 18 y 27 años respondió afirmativamente a la pregunta de si arriesgaría su vida por el país, y casi la mitad declaró que nunca tomaría las armas en su nombre. En consecuencia, afrontar un conflicto de alta intensidad requiere dos elementos fundamentales: voluntad y capacidad de la población.

Además del recurso más valioso —el capital humano—, los líderes estratégicos deben gestionar una amplia gama de insumos para sostener una operación prolongada a gran escala. La prolongada dependencia de China como principal centro de manufactura mundial ha reducido significativamente la capacidad de producción de materias primas en amplias regiones del planeta. En muchos casos, la industria militar opera con puntos únicos de falla o depende de un solo proveedor.

Según funcionarios de defensa ucranianos, las pérdidas acumuladas de Rusia en tres años de conflicto incluyen aproximadamente 31 000 tanques y vehículos blindados, 23 000 piezas de artillería, 26 000 UAS, 370 aviones, 331 helicópteros, 28 embarcaciones, un submarino y más de 38 000 camiones y otros vehículos.[22]

Reponer estas pérdidas requeriría movilizar el complejo militar-industrial a una escala comparable a la de la Segunda Guerra Mundial, con el fin de mantener las tasas de desgaste en la primera línea. Este desafío se ve agravado por la necesidad constante de reemplazar materiales fungibles, como municiones, explosivos y misiles de gran calibre, cuya producción exige un consumo sostenido de recursos estratégicos. Además, no se ha considerado aquí la inversión en infraestructura industrial ni la disponibilidad de tierras raras, indispensables para la fabricación de sistemas de guiado y componentes electrónicos avanzados, como los chips informáticos.

Un último aspecto clave en los conflictos entre fuerzas equivalentes o cuasipares en el siglo XXI es que, potencialmente, el mundo entero podría convertirse en primera línea. El avance de la tecnología hipersónica, junto con la guerra cibernética y electrónica, puede generar daños —o, al menos, disrupciones— a gran distancia del frente. Una población que décadas atrás habría estado protegida por la distancia geográfica puede verse afectada por la interrupción de redes eléctricas o de comunicaciones. Un adversario podría inhabilitar remotamente el acceso a servicios bancarios y comerciales, dificultando la adquisición de alimentos y bienes de consumo esenciales.

Estaciones de servicio y cadenas de comida rápida tendrían dificultades para operar con normalidad. Servicios vitales como la aviación, los hospitales y el suministro de medicamentos podrían resultar gravemente afectados. La interrupción de los sistemas de posicionamiento global (GPS) dificultaría tanto la logística militar como la respuesta a emergencias. Además, muchas infraestructuras críticas permanecen vulnerables a ataques físicos. Como se señaló anteriormente, pequeños grupos hostiles podrían afectar la red eléctrica mediante el uso de UAS de tamaño reducido, fácilmente adquiribles en el mercado local sin levantar sospechas.

La decisión de reforzar estas infraestructuras, con el gasto que esta medida implica y fundamentada en un escenario hipotético de “qué pasaría si…”, probablemente resultaría impopular y sería considerada innecesaria por gran parte de la población. Igualmente, un refuerzo visible podría generar más pánico que efecto disuasorio.

Estos desafíos en la movilización integral de la población resultan difíciles de gestionar. Una implementación excesivamente rápida puede generar gastos superfluos y socavar la credibilidad política de quienes impulsan la preparación ante la ausencia de una amenaza concreta y verosímil. Por el contrario, una actuación retardada conlleva el riesgo de rezagar al Estado respecto a la curva de producción imprescindible para sostener un esfuerzo bélico, como el observado en Ucrania.

Consolidar la voluntad ciudadana para enfrentar un conflicto requiere de una campaña informativa contundente, aunque pueda ser percibida como propaganda. Cualquier iniciativa para mejorar la condición física de la población tiende a diluirse como una resolución de Año Nuevo; sin embargo, aprovechar las redes sociales para promover la aptitud física podría resultar una estrategia eficaz.

Conclusiones

El desarrollo tecnológico observado en la guerra de Ucrania representa un cambio en el carácter de los conflictos armados, en línea con el enfoque de Clausewitz. En este contexto, los mandos deben adoptar una postura académica y reflexiva para prepararse ante eventuales escenarios bélicos, mediante un estudio sistemático y riguroso.

Entre las lecturas recomendadas para oficiales y suboficiales se encuentra Una llamada a la acción: Lessons from Ukraine for the Future Force (US Army War College Press 2024), obra que expone lecciones aplicables a todas las funciones de combate. Los actores beligerantes enfrentan desafíos significativos en escenarios de operaciones de gran escala entre pares o cuasipares, que incluyen acciones multidominio y la incorporación acelerada de tecnologías emergentes, como la IA y la computación cuántica en el campo de batalla.
Aunque el conflicto en Ucrania parece reflejar una transformación en el carácter de la guerra, no se advierte un cambio en su naturaleza esencial, a pesar de los avances tecnológicos sin precedentes y del acceso a marcos éticos y estudios humanísticos.

El teniente coronel (r) del Cuerpo de Marines de los EE. UU., F. G. Holman, distinguió con claridad que, mientras la guerra conserva una naturaleza esencialmente violenta, orientada por la confrontación de voluntades opuestas y determinada por fines políticos, su carácter —es decir, la forma en que se manifiesta— está en constante transformación, influido por factores como la tecnología, los principios éticos y jurídicos, así como por las dinámicas culturales y militares propias de cada época y contexto.[23] Esta naturaleza inmutable y brutal plantea desafíos que deben considerarse y evaluarse a través de la óptica de las fuerzas adversarias potenciales.

Entre los múltiples desafíos que enfrentará el combate futuro, los mandos deberían priorizar la formación orientada a neutralizar la eficacia de los UAS emergentes, así como aprovechar la tecnología como herramienta estratégica. Esto implica capacitar a los líderes de primera línea para que puedan adaptarse e improvisar en entornos dispersos, caracterizados por operaciones de pequeñas unidades y por una escasa o nula orientación en tiempo real por parte de sus superiores.

Adicionalmente, este tipo de conflicto requerirá una movilización integral de la población para asegurar el respaldo logístico y moral necesario, lo cual representa, probablemente, uno de los aspectos más complejos en una guerra de esta magnitud.

Aunque la disuasión continúa siendo el medio más eficaz para evitar una guerra, los planificadores estratégicos deben prepararse ante su eventualidad a través del análisis, el adiestramiento y la evaluación de los efectos de segundo y tercer orden que derivan del carácter evolutivo del fenómeno bélico. En este sentido, la preparación de los mandos guarda una relación directa con su capacidad para preservar vidas y asegurar el cumplimiento de la misión en escenarios de contingencia.

Notas finales

  1. David Hambling, «Russian Pop-Up Ambush Drone Tactics Could Change Warfare», Forbes, 6 de diciembre de 2024, https://www.forbes.com/sites/davidhambling/2024/12/06/russian-pop-up-ambush-drones-use-a-tactic-that-could-change-warfare/.
  2. Federle, Jonathan, André Meier, Gernot J. Müller, Willi Mutschler, y Moritz Schularick. The Price of War. Kiel Policy Brief 171. Kiel: Kiel Institute for the World Economy, 2024. https://doi.org/10.55540/0031-1723.3101.
  3. Alicja Hagopian and Tom Watling, «Ukraine War in Numbers: Full Toll of Russia’s Invasion, Three Years On», Independent, 24 de febrero de 2025, https://www.msn.com/en-us/news/world/ukraine-war-in-numbers-full-toll-of-russia-s-invasion-three-years-on/ar-AA1zD3E5?ocid=BingNewsSerp.
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  13. Ibid.
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  15. Ibid.
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  19. Sarah Shamim, «Russia Gained 4,000sq Km of Ukraine in 2024. How Many Soldiers Did It Lose?», Al Jazeera, 8 de enero de 2025, https://www.aljazeera.com/news/2025/1/8/russia-gained-4000sq-km-of-ukraine-in-2024-how-many-soldiers-did-it-lose.
  20. Ibid.
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  22. Defense Express, «1096 Days of Russia-Ukraine War – Russian Casualties in Ukraine», Ukraine Defense News, 23 de febrero de 2025, https://en.defence-ua.com/news/1096_days_of_russia_ukraine_war_russian_casualties_in_ukraine-13622.html.
  23. Frank G. Hoffman, «Will War’s Nature Change in the Seventh Military Revolution?» Parameters 47, no. 4 (2017): 19–31, https://doi.org/10.55540/0031-1723.3101.

 

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