Este artículo ha sido publicado inicialmente en la Revista Seguridad y Poder Terrestre
Vol. 3 No. 2 (2024): abril a junio
DOI: https://doi.org/10.56221/spt.v3i2.57
Resumen
El propósito de este artículo es investigar y analizar el proceso de seguritización desde los Estados Unidos (EE. UU.) hacia China y los peligros que representa para la seguridad regional en el Asia Pacífico. Se argumenta que la seguritización, entendida como un proceso en el que se identifica un peligro y se lo designa como una amenaza existencial para un objeto de referencia que justifica la adopción de medidas extremas para protegerlo, está llevando la relación bilateral entre Washington y Beijing hacia un enfrentamiento directo. La clave para comprender este fenómeno radica en identificar cómo las visiones de seguridad de los EE. UU. (que definen el marco de interpretación mediante el cual se identifican y se reacciona ante los peligros percibidos) determinan las políticas hacia China (considerada como una amenaza para el orden internacional) y cómo estas medidas están empeorando la dinámica de seguridad entre ambas potencias. Por lo tanto, el texto examina por qué esta actitud es capaz de generar un conflicto armado con el país asiático: el deseo de mostrar firmeza reduce las opciones disponibles para China en respuesta al creciente acercamiento diplomático de los EE. UU. a Taiwán, como se evidencia en su comportamiento reciente hacia la isla en 2022 y 2023.
Palabras Clave: Relación Bilateral EE. UU.- China, Acciones Chinas en el Asia Pacífico, Seguritización, Orden Internacional.
Introducción
En la región del Asia Pacífico, la relación bilateral entre EE. UU. y China en la última década ha experimentado un declive considerable. Este fenómeno se atribuye tanto al comportamiento de Beijing como a las políticas adoptadas por Washington en respuesta a dichas acciones. Esto ha llevado a más de un analista a considerarla, cada vez más, como una relación de suma cero.
[1] ¿A qué se debe este deterioro? Washington está preocupado por la actitud china hacia Taiwán en los últimos años, viéndolo como un posible preludio a una operación militar para invadir y capturar la isla en el futuro cercano. Esta inquietud se ve exacerbada por las reclamaciones territoriales de Beijing en el Mar del Sur de China, lo que involucra directamente la seguridad taiwanesa. Además, preocupa a EE. UU. que China esté ignorando el derecho internacional, un componente esencial del orden internacional vigente.
Dicho sistema se define como un conjunto de reglas y expectativas establecidas entre Estados para regular los objetivos de supervivencia de la sociedad internacional y su independencia, garantizando la paz mientras se sostiene.[2] Una aprensión adicional gira en torno a las actitudes adoptadas por el gobierno chino en años recientes, como el desconocimiento del fallo arbitral de la Corte Internacional de Justicia en el diferendo marítimo con Filipinas en 2016, declarando abiertamente que no lo piensa acatar.[3] Adicionalmente, se ha oficializado la postura de China que considera al Mar Meridional en su totalidad como parte de sus aguas territoriales internas, una posición que entra en conflicto con el derecho internacional.[4] Resulta aún más inquietante el hecho de que estos reclamos estén respaldados por un aumento en la actividad de su armada.
Como parte de este cambio en la política exterior hacia el Mar, desde 2009 las autoridades chinas han iniciado la construcción de islas artificiales, como atolones e islotes, para luego edificar en ellas instalaciones militares que les permitan proyectar su poderío aéreo y naval, además de otorgarle la capacidad de interferir con el acceso a otros países con los que mantiene disputas territoriales en la región, como Filipinas.[5] En caso de que China consolide aún más su posición y amplíe sus reclamaciones, esto le permitiría controlar también las aguas territoriales adyacentes a los países de la Asociación de Naciones del Sudeste Asiático (ASEAN) y ser capaz de restringir el libre tránsito de los barcos que son esenciales para el comercio marítimo regional, del cual dependen las economías de la región, incluida la isla de Taiwán.[6] Con respecto a esta, se han incrementado las actividades militares alrededor y han continuado realizando declaraciones en las que manifiestan su deseo de reincorporarla, ya que la consideran como una provincia rebelde.[7] En ese sentido, analistas como David Santoro consideran que las mencionadas actitudes chinas (tanto hacia la isla como en el Mar Meridional) pueden servirle a Beijing para aislar a Taiwán, restringiendo severamente sus líneas de comunicación oceánicas, a través de las cuales este nación comercia y se conecta con el resto del mundo.[8]
Por consiguiente, EE. UU. contempla que el rápido crecimiento en el poderío económico y militar de China en años recientes es la principal razón de su comportamiento, catalogado como «asertivo» (y que está detrás de un plan para desafiar a Washington en la región, disputándole el control estratégico de la misma).[9] En consecuencia, según diversos especialistas, lo más lógico para el gobierno estadounidense sería «adoptar una postura disuasiva más robusta», demostrando con ello que el país se mantiene firme en sus principios y que va a impedirle a China «minar el orden internacional».[10] Esta necesidad de disuadirla se encuentra plasmada en documentos y declaraciones como el discurso pronunciado en mayo de 2022 por el secretario de Estado, Antony Blinken.[11]
Sin embargo, a diferencia de los desafíos asociados con el Mar Meridional, en relación con Taiwán, hay un pacto con China que ha garantizado la paz en el estrecho durante el último medio siglo. No obstante, este acuerdo está siendo gradualmente erosionado por Washington mediante las visitas de funcionarios de alto rango a la isla, como la realizada por la entonces presidenta de la Cámara de Representantes estadounidense, Nancy Pelosi, en 2022.[12]
Efectivamente, a la luz de las preocupaciones expresadas y considerando las declaraciones y acciones adoptadas por la administración Biden, se puede concluir que actualmente se está llevando a cabo un proceso de seguritización en relación con China, con el objetivo de clasificarla como una amenaza existencial. Desde la perspectiva de EE. UU., esta designación justifica la adopción de todas las medidas necesarias para hacer frente a esta supuesta amenaza. En este sentido, es importante analizar en detalle el proceso de seguritización y cómo se ha construido dentro de EE. UU., ya que esto determina la percepción de los peligros, estableciendo su origen y la forma en que se debe responder a ellos en relación con una potencia que se percibe como cada vez más amenazante.
Se sostiene que la seguritización por parte de EE. UU. es influenciada por las acciones de China, debido a que las ideas detrás de la misma conforman un marco interpretativo de la realidad que encuentra validación (y justificación) en el comportamiento más «asertivo» chino. Además, se contrastará el proceso mencionado con la manera (y la lógica) en que China ha venido utilizando la fuerza militar en sus disputas territoriales con el propósito de obtener una comprensión más objetiva del verdadero peligro que representan las acciones chinas (y que no necesariamente se corresponden con la preocupación excesiva desde EE. UU.). Para estudiarlo, es necesario comprender en qué consiste la seguritización, término que será definido a continuación.
El Proceso de la Seguritización
Para abordar las interrogantes planteadas, se debe comenzar con el concepto de seguritización, tal como lo definen los internacionalistas Barry Buzan, Ole Weaver y Jaap de Wilde en su obra «Security: A Framework for Analysis». Desde una perspectiva constructivista, los autores sostienen que las respuestas de los actores, incluidos los países, a los desafíos de seguridad no son completamente objetivas, sino que están profundamente influenciadas por las ideas y preconcepciones de quienes las articulan.[13]
La seguritización implica presentar un tema de interés público como una amenaza existencial para un objeto referente que requiere ser protegido,[14] lo que conlleva la implementación de medidas de emergencia que van más allá del proceso político convencional.[15] Dentro de esta categoría se pueden incluir una amplia variedad de preocupaciones, como el crimen, el cambio climático o, en este caso particular, la conducta de un país.
En el proceso de seguritización, los riesgos son conceptualizados a partir de las ideas de los funcionarios que promueven esta noción, las cuales constituyen la base de sus marcos de interpretación. Según Farid Kahhat, estos últimos desempeñan un papel crucial en el proceso de seguritización, ya que ningún evento representa por sí solo una amenaza a la seguridad; los peligros solo pueden ser identificados cuando se contrastan con los marcos de interpretación.[16] Estos contienen una lógica conceptual que permite interpretar los acontecimientos mundiales, facilitando a los funcionarios la organización, clasificación, reconocimiento e identificación de posibles contramedidas o soluciones.[17]
Todo esto determina también las respuestas que se seleccionen para hacerles frente, llevando a que solo se consideren aquellas que se estimen sean las más adecuadas para ello.[18] Según Colin Hay, el comportamiento de los actores refleja su comprensión del contexto en el que se encuentran. En otras palabras, la realidad material influye en la adopción de tales ideas y las termina fortaleciendo; sin embargo, para que estas visiones y marcos sigan siendo útiles para orientar su comportamiento, deben estar en sintonía con sus experiencias directas o indirectas.[19] De esta manera, el proceso de seguritización comienza con la enunciación de un peligro por parte de las élites o funcionarios de alto nivel, quienes declaran que algo representa una amenaza existencial para un objeto referente.[20] Su acceso a los medios de comunicación masivos les otorga la capacidad de establecer la agenda y difundir su mensaje, lo que les permite influir en la adopción y formulación de políticas públicas.[21]
Otra parte relevante del proceso implica la creación de un entendimiento intersubjetivo dentro de una comunidad política. Para que la seguritización sea viable, dicha comunidad debe aceptar una narrativa que identifique algo como una amenaza para el objeto referente. Esto requiere la construcción de un entendimiento intersubjetivo dentro de la comunidad política, que abarca a la ciudadanía a nivel doméstico, para que acepten la enunciación del peligro y respalden las medidas propuestas para hacerle frente.[22]
Como señala Thomas Jamieson, no basta simplemente con un enunciado público de carácter verbal para que haya una seguritización; esta debe llevar a la toma de una acción política que produzca efectos tangibles sobre esa realidad amenazante que se busca confrontar.[23] Por tanto, una vez convencida la audiencia de la necesidad de hacer frente a un peligro, esta faculta a quienes han formulado la seguritización a tomar medidas para responder a los peligros identificados y señalados. Esto les permitirá implementar aquellas políticas que estimen adecuadas para hacerle frente y una vez tomadas estas decisiones deben generar efectos políticos sobre la amenaza (en el sentido de permitirles confrontar mejor la situación mediante su ejecución o aminorando el peligro).[24] Sin embargo, dado que se actúa sobre un actor (en este caso China) las medidas también pueden generar efectos no deseados como se verá más adelante. A grandes rasgos el proceso descrito puede ser ilustrado de acuerdo con el siguiente esquema:
Figura 1: Proceso Idealizado de la Seguritización
La Seguritizacion de los EE.UU. hacia China
Para entender el cambio de postura de los EE. UU. hacia China, es necesario comprender que la evolución gradual en su actitud tiene determinantes internos y externos. Internamente, surge una creciente preocupación hacia esta nación, evidente durante el gobierno de Obama con la iniciativa conocida como el “Pivot al Asia” en 2011.[25] Durante su segundo mandato, el entonces vicepresidente Joseph Biden expresó al diario The New York Times que mientras China respetase las reglas del orden internacional, no habría problemas, pero si intentaba alterarlo, surgirían conflictos, lo que demuestra que China comenzaba a ser vista con cierta desconfianza.[26] Esta actitud pasó de ser optimista a crítica, reflejada en declaraciones que resaltan la incapacidad para cambiar un sistema político autoritario y prácticas económicas que atentan contra la libre competencia.[27] Lo mismo ocurrió en el partido republicano.[28]
Por ejemplo, durante la campaña presidencial de 2016, Donald Trump enfocó parte de su discurso en China, acusándola de aprovecharse de los EE. UU. y de “vejar” al país.[29] Una vez en la presidencia, su gobierno intensificó los esfuerzos por retratar a China como un peligro en los ámbitos ideológico, económico y militar.[30] Como señala Ryan Hass, la administración Trump comenzó a ver las acciones del Gigante Asiático como una estrategia para “distorsionar” el actual orden internacional hacia sus preferencias autoritarias.[31] En el transcurso de la campaña electoral de 2020, Joe Biden adoptó una postura igualmente dura hacia China que su contrincante republicano, demostrando una normalización del discurso confrontacional hacia ese país.[32] Al analizar los comunicados oficiales, las respuestas y los planteamientos desde los EE. UU., se puede observar una profundización y consolidación del proceso que habría iniciado durante el segundo mandato de Obama.
Actualmente, la administración de Biden no solo ha mantenido, también ha ampliado las medidas adoptadas durante el gobierno anterior. Se considera el peligro asociado a China en términos políticos, económicos, tecnológicos y militares, pero con políticas mucho más restrictivas y duras hacia Beijing. El documento más reciente de seguridad nacional de los Estados Unidos menciona que el país asiático tiene la intención y capacidad de transformar el orden internacional a su favor, erosionando las alianzas estadounidenses y aumentando su influencia global.
El documento más reciente de seguridad del gobierno estadounidense, titulado «Estrategia de Seguridad Nacional» de octubre de 2022, señala que la República Popular China tiene la intención y, cada vez más, la capacidad, de transformar el orden internacional actual a su favor. A pesar de ello, EE. UU. se compromete a gestionar la competencia entre países de manera responsable.[33]
En detalle, el documento especifica que “Beijing tiene la ambición de crear una esfera de influencia en el Indo-Pacífico y de volverse la principal potencia a nivel global”. Para lograr este objetivo, está “invirtiendo en la rápida modernización de sus fuerzas armadas, las cuales son cada vez más capaces en el Indo-Pacífico, aumentando su fuerza y con un alcance global mientras erosiona las alianzas de los EE. UU. en la región y en el mundo”.[34]
Las mismas ideas fueron expresadas por el actual secretario de Estado, Antony Blinken, en un discurso público en mayo de 2022, el cual probablemente inspiró la estrategia de seguridad de ese mismo año. En esta disertación se mencionó «la intención» de China de reformar dicho orden, contando para ello con un creciente poderío militar, diplomático, económico y tecnológico.[35] Además, se señaló que Beijing podría «llevar al mundo de vuelta al pasado», en el cual el respeto al derecho internacional y la solución pacífica de las controversias no eran respetados con frecuencia.[36]
Una evidencia de ello serían las prácticas «agresivas e ilegales» de China, como las que viene desarrollando en el Mar Meridional, mediante las cuales impide la libre navegación de barcos de otros países, o desconociendo el referido fallo por el diferendo con Filipinas, resaltando que dichas acciones o reclamos «carecen de fundamento en el derecho internacional».[37] Pese a ello, la postura de la administración Biden señala que «no desean una nueva guerra fría» y que no hay nada en su aproximación hacia China que haga pensar que desean un conflicto.[38] Sin embargo, esta seguritización no es únicamente un proceso cuyos principales determinantes sean internacionales. También está validado por el público estadounidense.
Dos serían los principales indicios que sugerirían que dicha seguritización habría sido aceptada por la ciudadanía de ese país. La primera se relaciona con el incremento en la presentación de China como una amenaza en las campañas presidenciales de 2016 y 2020 por parte de candidatos de ambos partidos de manera explícita, tal como se mencionó anteriormente.[39] La segunda está asociada a la disminución progresiva de la opinión favorable del público estadounidense hacia China, lo cual coincide con las críticas hacia este país expresadas por los candidatos en los comicios de 2016 y 2020. Según la encuesta realizada por el Pew Research Institute en 2023, titulada “Americans Are Critical of China’s Global Role – as Well as Its Relationship With Russia”, a partir de 2016 se observa un cambio significativo en la opinión pública estadounidense sobre China, pasando de ser mayoritariamente positiva a mayoritariamente negativa para 2017.[40]
De acuerdo con otro estudio realizado por la misma institución, el Pew Research Institute, el 76 % de los ciudadanos estadounidenses considera que China no tiene en cuenta los intereses de EE. UU. en su política exterior.[41] Además, el 70 % de los encuestados comparten la opinión de que esta nación no contribuye a la paz internacional, mientras que el 77 % cree que Beijing interfiere en la política de otros países.[42]
Asimismo, un estudio adicional realizado por el Chicago Council of Global Affairs en 2023 evidencia que el 58 % de todos los adultos estadounidenses consideran que el crecimiento de China como una potencia representa un peligro crítico.[43] En este mismo análisis, una mayoría de los encuestados opina que su gobierno no ha tomado todas las medidas necesarias para abordar los reclamos territoriales en Asia (42 %) ni para contrarrestar su poderío militar (41%).[44] Además, una pluralidad de encuestados (46 %) piensa que los líderes de su país no están prestando suficiente atención al peligro que representa China.[45] Esto demuestra una comprensión intersubjetiva entre el público y las élites gubernamentales, necesaria para que los políticos cuenten con la aprobación requerida al tomar medidas frente al peligro atribuido a China. Sin embargo, los factores internos solo explican parte del éxito de la seguritización, ya que la realidad externa también influye en la formación de estas percepciones.
Por ello, resulta importante recordar, una vez más, que durante este período, China inicia la construcción de islas artificiales en el Mar Meridional y anuncia que no acataría el fallo judicial respecto al diferendo con Manila,[46] lo cual contribuye a reforzar dicha imagen y explica su continuidad en el gobierno estadounidense. Adicionalmente, el creciente poderío chino, reflejado en un aumento del 7.2 % en su gasto militar respecto al año anterior y en la notable modernización de sus fuerzas armadas, son factores que coadyuvan a consolidar la percepción de peligro.[47] No debería sorprender, entonces, que estas acciones hayan terminado de convencer al público estadounidense y a las administraciones más recientes de la gravedad del peligro proveniente de China.
Por su parte, las medidas más recientes y notorias para hacer frente al riesgo que representan las intenciones, acciones y capacidades de China -según la percepción estadounidense- incluyen un aumento del gasto militar, fortalecimiento de lazos con sus aliados y mostrar determinación frente a un adversario como no lo había tenido este país desde la Guerra Fría. Estas implican un cambio de actitud con respecto a las tensiones en relación con la situación política de Taiwán, aunque esto erosione el acuerdo que ha mantenido la paz hasta el momento.[48] Por ejemplo, el presidente Biden expresó su intención de “defender a Taiwán” en el año 2022 en caso de una invasión china.[49] Además, durante su gestión, se habría vendido a la isla una gran cantidad de armamento para su defensa en caso de una acción armada por parte de Beijing. [50] Estas medidas y declaraciones se habrían dado en respuesta a las respectivas declaraciones chinas en años recientes que enfatizan la necesidad de “impedir la independencia taiwanesa”, según el actual ministro de Relaciones Exteriores chino, Wang Yi, en el año 2021, considerando que tales actitudes serían de carácter “secesionista” e intolerables para su país.[51] Se propicia, entonces, una sensación de urgencia que se ve reforzada cuando, desde varios sectores de la comunidad de inteligencia estadounidense, se considera que -a partir del año 2027- las fuerzas chinas “estarían listas para atacar la isla”, según lo mandado por el presidente Xi.[52]
En medio de estas preocupaciones, durante los años 2022 y 2023, se produjeron visitas y acercamientos diplomáticos de alto nivel entre EE. UU. y Taiwán que se alinean con esta lógica, como una forma de demostrar firmeza hacia China. En agosto de 2022, la presidenta de la Cámara de Representantes de los EE. UU., la senadora demócrata Nancy Pelosi, realizó un viaje a la isla para comunicar a la mandataria taiwanesa Tsai Ing Wen el compromiso de su país de “no abandonarlos” y mencionar que una parte de su visita estaría centrada en colaborar con las autoridades taiwanesas en materia de seguridad.[53] La segunda reunión tuvo lugar en 2023, cuando la presidenta Wen viajó al estado de California para encontrarse con el presidente de la Cámara, el republicano Kevin McCarthy, como parte de su intento por estrechar lazos con su socio estadounidense.[54] Se puede graficar el proceso mediante el siguiente diagrama:
Gráfico 2. La Seguritización de China por Parte de EE.UU. (2021/2 en Adelante)
Consecuencias
La seguritización de EE. UU. hacia China no es simplemente un enunciado declarativo, sino que tiene efectos en la realidad, a través de decisiones y acciones dirigidas a los peligros identificados. Esto está relacionado con los cálculos que realiza China y las acciones que ejecuta según esas estimaciones. Por ejemplo, tras la visita de Pelosi en 2022, este país llevó a cabo una serie de ejercicios aéreos y navales sobre la isla como una manera de «enviar una advertencia» a quienes «busquen la independencia de Taiwán».[55] Lo mismo ocurrió después de la visita de la presidenta taiwanesa en 2023, con tres días de ejercicios a gran escala en aguas territoriales y el espacio aéreo taiwanés.[56] Desde entonces, de acuerdo con Ben Lewis, China ha aprovechado la visita de Pelosi para “cambiar permanentemente el statu quo en el estrecho de Taiwán” mediante la “normalización de las violaciones a la Línea Media” (otrora límite aéreo de facto entre China y Taiwán).[57] Como menciona Lewis, “si ahora se produjera una operación sobre Taiwán, China contaría con una cobertura para el movimiento de grandes cantidades de activos aéreos como resultado de dichos cambios”.[58]
Queda por determinar en qué medida son justificados esos temores. Sin lugar a dudas, China ha fortalecido su capacidad militar, lo que le ha permitido adoptar una postura más beligerante en cuanto al derecho internacional, respaldando sus reclamaciones territoriales, las cuales carecen de fundamento legal, mediante el uso directo o indirecto de la fuerza armada. Aunque China está actuando de manera ilegal en las disputas en el Mar Meridional, donde no ha llegado a un acuerdo con otros países, debido, principalmente, a su negativa a reconocer los reclamos de estos. En lo que respecta a Taiwán, EE. UU. está violando dicho entendimiento con China. Sin embargo, la seguritización impide que Washington reconozca que su actitud está incentivando a Beijing a demostrar una firmeza aún mayor.
El uso de la fuerza en el caso taiwanés encaja con lo que señala M. Taylor Fravel sobre su empleo por parte de China como un instrumento de su política exterior: la utiliza cuando busca rebatir desafíos percibidos hacia sus reclamos de soberanía en disputas territoriales y marítimas.[59] Su empleo parte de una lógica principalmente política, como señala Michael Swaine, ya que Beijing puede atacar directamente la isla si considera que EE. UU. está por abandonar el entendimiento tácito que existe entre ambas potencias respecto a Taiwán.[60] Según Swaine, una medida estadounidense de este tipo acorralaría a Beijing, obligándola a utilizar la fuerza, sea para forzar a Washington a cambiar de rumbo o para intentar resolver el problema de Taiwán de una vez por todas. [61]
Conclusiones
En este artículo se ha buscado estudiar la seguritización por parte de EE. UU. sin desconocer la responsabilidad de las acciones chinas que la refuerzan. En el caso de la nación norteamericana, el principal riesgo radica en exagerar el desafío que representa China, descartando opciones diplomáticas con el fin de mostrar firmeza frente a un rival poderoso, lo cual podría desencadenar el conflicto que se pretende evitar. Washington está en lo correcto al desear mantener el orden internacional y evitar que China utilice la fuerza para imponerse en las disputas territoriales mencionadas y con el apoyo que destina hacia Taiwán.
Otro peligro reside en la seguritización recíproca que caracteriza cada vez más esta relación bilateral, lo cual podría conducir a un «dilema de seguritización» entre ambos países. [62] Esto sería el paso previo a la formación de los ciclos de acción y reacción, típicos de las encrucijadas en materia de seguridad, identificados como uno de los principales procesos causales que conducen a las guerras, según la literatura académica.[63] Coincidiendo con Hay, el principal riesgo reside en la restricción que la seguritización estadounidense impone a las opciones que China considera viables frente a la postura de Washington. Ante esta situación, China se ve obligada a mostrar una actitud similar, como lo hizo con los ejercicios tras las visitas descritas. Por lo tanto, dicho ciclo interactivo puede terminar reforzando actitudes y percepciones negativas, caracterizadas por la búsqueda constante de demostrar firmeza frente al otro.[64]
En este sentido, recientes declaraciones como las de Biden sobre «no reconocer la independencia taiwanesa»[65] o la falta de una respuesta china a gran escala similar a la que se produjo tras la visita de Pelosi después de las elecciones taiwanesas de 2024, podrían contribuir a reducir las tensiones.[66] No obstante, si no se abordan las causas subyacentes del actual conflicto entre EE. UU. y China, que están relacionadas con la erosión del entendimiento original respecto a Taiwán, la situación continuará deteriorándose.[67] Todo lo anterior está reduciendo cada vez más la posibilidad de alcanzar una solución diplomática aceptable que evite el enfrentamiento armado directo entre ambas potencias.
Notas finales:
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- El objeto referente hace referencia a aquello que ha de ser protegido. Puede virtualmente ser cualquier objeto, persona o lugar. Su importancia radica en el valor que le atribuyen los políticos quienes presentan su existencia como una indispensable para los intereses o continuidad de la comunidad a la cual representan. (Buzan et al., 1998, 11-36). ↑
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- Laura Silver, Christine Huang y Laura Clancy, “China’s Approach to Foreign Policy Gets Largely Negative Reviews in 24-Country Survey”, Pew Research Center, 27 de julio de 2023, 2, https://www.pewresearch.org/global/2023/07/27/chinas-international-behavior/ ↑
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- Wong, Chun Han, y James T. Areddy. «China Budgets 7.2% Rise in Military Spending». The Wall Street Journal, 5 de marzo de 2024, sec. World, https://www.wsj.com/world/china/china-budgets-7-2-rise-in-military-spending-990a455f ↑
- Kahhat, Farid. Tiempos Violentos. Lima: 2022, págs. 106-107. El arreglo diplomático que ha permitido mantener la paz en el estrecho por décadas contempla una aceptación de los EE.UU. de la posición China (que alega que solo hay “una sola China”), reconociéndola a nivel diplomático mientras mantiene relaciones no oficiales con Taipéi. En paralelo, Washington sostiene una política de “ambigüedad estratégica” con el objetivo de impedir que se produzca una declaratoria de independencia unilateral desde Taiwán que podría desencadenar un ataque chino. No obstante, señala que cualquier intento por cambiar unilateralmente (por la fuerza) el statu quo imperante será considerado como un asunto de “grave preocupación” por EE.UU., dando a entender con ello que existe la posibilidad de intervenir en la defensa de la isla. ↑
- Brunnstrom, David, y Trevor Hunnicutt. «Biden says U.S. forces would defend Taiwan in the event of a Chinese invasion.» Reuters, 19 de septiembre de 2022, https://www.reuters.com/world/biden-says-us-forces-would-defend-taiwan-event-chinese-invasion-2022-09-18/ ↑
- Wingfield-Hayes, Rupert. “The US is quietly arming Taiwan to the teeth”. BBC News, 5 de noviembre de 2023, https://www.bbc.com/news/world-asia-67282107 ↑
- Qingqing, Chen. “China Won’t Tolerate ‘Taiwan Independence,’ Will Take Resolute Measures on Secessionism: Foreign Minister.” Global Times, 21 de noviembre de 2021, https://www.globaltimes.cn/page/202111/1239456.shtml ↑
- Tiron, Roxana. “China on Track to Be Ready to Invade Taiwan by 2027, US Says”. Bloomberg News, 20 de marzo de 2024, https://www.bloomberg.com/news/articles/2024-03-20/china-on-track-to-be-ready-for-taiwan-invasion-by-2027-us-says?embedded-checkout=true ↑
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- France24. «Kevin McCarthy se reúne con la presidenta de Taiwán y desafía las amenazas de China». France24, 6 de abril de 2023, https://www.france24.com/es/ee-uu-y-canad%C3%A1/20230405-kevin-mccarthy-se-re%C3%BAne-con-la-presidenta-de-taiw%C3%A1n-y-desaf%C3%ADa-las-amanazas-de-china ↑
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- Jennifer Staats, «After Taiwan’s Election, China Is Now Ratcheting Up the Pressure», United States Institute of Peace (USIP), 5 de marzo de 2024, https://www.usip.org/publications/2024/03/after-taiwans-election-china-now-ratcheting-pressure ↑
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