La transformación social y la movilización de las ideas son motores esenciales del progreso humano. La célebre máxima de René Descartes, «Pienso, luego existo», resuena con intensidad en nuestro tiempo, recordándonos que nuestras acciones están profundamente arraigadas en nuestra cultura, ideología y educación. Este concepto, que Antoni Gramsci y Karl Marx describieron como «la superestructura», se complementa con la visión de Samuel Huntington, quien afirmó que «las identidades culturales, en su nivel más amplio, son las civilizaciones que configuran la cohesión y el conflicto en el mundo de la posguerra fría».
