Este texto fue publicado originalmete en el libro América Latina en la Nueva Geopolítica Global.
Resumen
En un escenario internacional marcado por la polarización de la seguridad, la fragmentación de la globalización y el impacto del cambio climático, Chile debe buscar posicionarse de manera ventajosa en el Indo-Pacífico para promover sus intereses nacionales, ahí donde se encuentren. Para ello, Chile debe aprovechar su condición de país tricontinental (América, Antártica y Oceanía), las profundas redes económicas que lo conectan con el este de Asia, la posesión de vastas reservas de minerales críticos para la transición energética y la cooperación en materia de seguridad y defensa con países afines, partiendo por Estados Unidos, pero sin olvidar a socios como Australia, Francia, Japón y Reino Unido. En su entorno regional sudamericano, la clave parece estar en alcanzar una mayor coordinación para enfrentar desafíos comunes como el narcotráfico y la migración irregular, lo que no es fácil dada la situación política interna y vecinal.
Palabras clave: Chile, tricontinental, marítimo, interés nacional, Indo-Pacífico.
Introducción
Si bien parece haber coincidencia en que estamos en un momento de reconfiguración del sistema internacional,[1] cuando se proyecta el resultado esperable, las visiones divergen y conceptos como orden multipolar o nueva Guerra Fría empiezan a emerger. No obstante, en el escenario geopolítico actual se pueden identificar, sin temor a equivocarse, al menos tres grandes factores que están operando como estructurantes.
En primer lugar, se encuentra la polarización de la seguridad, marcada por la interacción competitiva de grandes potencias militares,[2] como Estados Unidos (EE. UU.), la República Popular de China (RPC) y Rusia. A ello se suma la emergencia de potencias medianas cada vez más asertivas a la hora de promover sus intereses nacionales y delimitar sus esferas de influencia,[3] ya sea mediante acciones bélicas, acuerdos de defensa o bien a través del apoyo a fuerzas subsidiarias.
En segundo lugar, la fragmentación de la globalización económica o desglobalización[4] se manifiesta por medio de alzas unilaterales de aranceles para corregir desbalances comerciales, aseguramiento de cadenas de suministros entre países afines (minerales críticos, por ejemplo), protecciones legales ante inversiones extranjeras en sectores estratégicos (telecomunicaciones), bloqueos a terceros para acceder a tecnología de punta (inteligencia artificial, semiconductores y equipo espacial), y la aplicación de sanciones financieras como herramienta de presión diplomática.
En tercer lugar, el cambio climático ha comenzado a manifestarse mediante eventos extremos,[5] como sequías, inundaciones y olas de calor, que obligan a implementar acciones de adaptación y mitigación, donde se incluye la descarbonización de las economías con la introducción de energías limpias.
En este contexto, América Latina no parece estar en las prioridades de las agendas de las grandes potencias, aunque sí se está observando mayor presencia de algunas naciones extracontinentales motivadas por el interés en materias primas críticas o para demostrar un mayor alcance diplomático.[6] Lo cierto es que la región se encuentra altamente fragmentada en lo político, lo que se traduce en la ineficacia de los organismos multilaterales. Las economías, principalmente exportadoras de materias primas, siguen golpeadas por los efectos de la pandemia de la COVID-19, con altos niveles de endeudamiento e inflación. La polarización que afecta a muchas sociedades se manifiesta en una alternancia frecuente de gobiernos, generando ciclos políticos cortos que alejan las posibilidades de reelecciones o permanencia de partidos en el poder por más de un período. Por último, las grandes amenazas a la seguridad están radicadas en el poderío alcanzado por organizaciones criminales; especialmente, aquellas dedicadas al narcotráfico.
En particular, la República de Chile se presenta como una nación tricontinental con territorios en América, Antártica y Oceanía e inmensas áreas marinas. Un país donde su población de más de 17,5 millones de personas[7] y organizada en la forma de una democracia presidencialista se proyecta al mundo por medio de una vasta red de tratados comerciales y acuerdos de seguridad con países occidentales. Si bien geográficamente el núcleo de la población está dentro de Latinoamérica, y eso forma parte de su identidad, a la vez demuestra tener una acentuada y singular proyección hacia el Indo-Pacífico, lo que es producto del relativo enclaustramiento que generan los desiertos por el norte, la cordillera de los Andes por el este y los hielos australes por el sur, y la decisión de superar esas barreras ocupando el océano como plataforma privilegiada de conexión. En tal sentido, podemos afirmar que se trata de una nación alejada de los centros de poder político y económico, pero a la vez muy globalizada y con un marcado perfil marítimo.[8]
Ahora bien, la forma cómo se desenvuelve Chile ante este escenario geopolítico antes descrito es lo que se expondrá a continuación. No obstante, hay que admitir de entrada que no existe nada parecido a una estructura ni estrategia de seguridad nacional[9] o política integral[10] que sirva de brújula para una acción coordinada y coherente del Estado en la promoción y defensa de los intereses nacionales, lo cual resulta inentendible para un país con semejantes niveles de desarrollo y capacidades.[11] Por lo mismo, se procederá a explicar brevemente la evolución del país, para comprender desde dónde se construyen sus intereses nacionales, y luego se sugerirá la forma en que Chile debe posicionarse en el escenario geopolítico actual, entendiendo a la geopolítica[12] como la interrelación entre intereses nacionales, poder estatal y entornos geográficos.
De Finis Terrae al Mundo
La singular configuración de Chile es producto de un ciclo gradual de expansión, el cual se desata a partir del proceso de independencia respecto del Imperio español. Tras un inicio accidentado en el año 1810, puesto que incluyó un breve período de reconquista, el naciente Estado de Chile se vio en la necesidad de crear un ejército nacional permanente, para proteger el territorio ante posibles invasiones, y una marina de guerra, para romper el sistema de abastecimiento desde la metrópoli, lo que incluía destruir el poder naval español desde Baja California hasta la Isla Grande de Chiloé, a lo cual se abocó con éxito la naciente armada.[13] Ya lo advirtió tempranamente el Libertador Bernardo O’Higgins tras derrotar a los realistas en el año 1818 en las afueras de Santiago: “Este triunfo y cien más se harán insignificantes si no dominamos el mar.”
En el período de construcción institucional del Estado va a producirse un acontecimiento que, junto a la Independencia, ayudará a galvanizar la incipiente nación chilena. En una clara lectura geopolítica, el influyente ministro Diego Portales intuyó que el surgimiento de la Confederación Peruano-Boliviana, en el norte, haría imposible la existencia del Estado chileno, si llegase a consolidarse. Por lo cual, se decidió emprender una guerra (1836-1839) contra ella, más motivada por el cálculo de poder que por la delimitación de las fronteras y bajo el entendido que había bandos enfrentados internamente. “Chile debe dominar para siempre en el Pacífico,” fue la conclusión de Portales.[14]
Ese período de construcción y consolidación del Estado-Nación entre los años 1833 y 1879 va a concluir con el inicio de otra guerra contra los mismos actores. La indefinición de fronteras en el norte, el desconocimiento de acuerdos de manejo administrativo producto de la inestabilidad en Bolivia y Perú, y un pacto secreto entre esos países (1873) generó una suerte de acto reflejo defensivo en Chile, donde se tenía en mente lo ocurrido en la Guerra de la Triple Alianza (Argentina, Brasil y Uruguay versus Paraguay, entre los años 1864 y1870) y en la Guerra franco-prusiana (ruptura del equilibrio de poder entre Francia y Prusia, entre los años 1870 y1871).
Una vez más se llevó el conflicto a territorio enemigo, por medio de una estrategia que consideraba buscar la batalla, atacar líneas de suministros, transportar tropas por el mar y lanzar operaciones anfibias. El resultado final de este conflicto es fundamental para entender al Chile de hoy con su proyección internacional. El país logró expandirse con la anexión de territorios peruanos y otros con presencia boliviana, que resultarían ser fundamentales para su futuro económico y que, a la vez, generó un trauma permanente para sus vecinos. En medio de la guerra, también se negoció una delimitación austral con Argentina, lo que implicará la pérdida de la Patagonia oriental y el reconocimiento del control del Estrecho de Magallanes para Chile (ocupado desde el año 1843), con lo cual quedó instalado el principio Atlántico-Pacífico. Por todo lo anterior, esta guerra se considera como el último acto de consolidación territorial del Estado-Nación,[15] pero también en parte para los tres países involucrados directamente, así como para Argentina. Las fronteras actuales, con algunas modificaciones puntuales, son producto de ello.
Al quedar convertido en la potencia del Pacífico, incluso por sobre EE. UU., Chile profundizó su presencia en este océano con la anexión de Isla de Pascua/Rapa Nui en el año 1888, obteniendo así mayor profundidad estratégica y presencia en la Polinesia. También se producirá un cambio significativo en cuanto a la forma de proteger y definir las fronteras, lo que con el tiempo se convertirá en el modo predilecto de la política exterior para administrar la vecindad. En el período comprendido entre los años 1879 y 1929 se firman acuerdos limítrofes con Argentina (1902), Bolivia (1904) y Perú (1929).
Sin embargo, la relación de Chile con su entorno geopolítico más directo no va a estar exenta de crisis vecinales serias —con Perú, en el año 1974, y Argentina, en el año 1978—, pero que no llegan a convertirse en guerras. Durante las décadas que van entre los años 1929 y 1990 se asienta la idea de que las fronteras se estabilizan por medio del respeto a los tratados internacionales y se protegen con acciones disuasivas, lo que incluye manejar la hipótesis de un conflicto en tres frentes simultáneos. También en esta época, con altos y bajos, se produce un alineamiento cada vez más estrecho con EE. UU.; en particular, tras la Segunda Guerra Mundial.
El país se expandió, una vez más, con la delimitación del Territorio Chileno Antártico entre los meridianos 53° y 90° oeste y el polo sur, lo cual quedó plasmado en el decreto presidencial 1.747 del año 1940. La contigüidad, presencia efectiva y los derechos históricos heredados de la Corona española serán esgrimidos como argumentos para esa reclamación,[16] que precede a la firma del Tratado Antártico, en el año 1959.
El fin de la Guerra Fría coincidirá en Chile con el inicio de la transición a la democracia, en el año 1990. La nueva coalición gobernante, que incluye desde socialistas hasta democratacristianos, optará por mantener una estrategia de inserción económica que incluye un regionalismo abierto y la profundización de los vínculos con los mercados globales —especialmente asiáticos— por medio de la suscripción de tratados de libre comercio.[17] En materia de seguridad, las hipótesis de conflictos vecinales serán complementadas por compromisos con misiones de paz de Naciones Unidas en lugares como Camboya, Timor del Este, Chipre, Bosnia y Haití. A la vez, la relación con EE. UU. se profundizará, más aún, con la participación de las Fuerzas Armadas en ejercicios militares, donde podrán hacer empleo de sus renovados sistemas de armas e intercambios de oficiales para recibir formación.
En el período entre los años 1990 y 2021, el país ya no crecerá territorialmente, sino que incluso perderá superficie, al resolver disputas pendientes con Argentina y Perú, acudiendo a tribunales arbitrales y cortes internacionales de manera voluntaria. Sin embargo, la cultura estratégica desarrollada a lo largo de dos siglos, que prácticamente obliga a Chile a superar su relativo enclaustramiento, tamaño comparado y lejanía con los centros de poder mediante el empleo del océano, lo llevará, ahora, a expandir su economía mediante la firma de tratados de libre comercio con los principales países de la Cuenca del Pacífico y el reforzamiento de sus redes de seguridad con la participación en ejercicios navales, terrestres y aéreos como Rimpac, Southern Star y Red Flag, por mencionar algunos.
La acción diplomática, siempre muy legalista, seguirá ligada a foros como Naciones Unidas y la Organización de Estados Americanos, pero innovará con la creación de nueva institucionalidad económica, como el acuerdo P-4 (Brunéi Darussalam, Chile, Nueva Zelanda y Singapur), antecedente directo del Tratado Integral y Progresista de Asociación Transpacífico (CPTPP, por sus siglas en inglés), y la Alianza del Pacífico (Chile, Colombia, Perú y México), bloque de libre comercio regional. La participación en el Foro de Cooperación Económica Asia-Pacífico (APEC, por sus siglas en inglés) se volverá regular.
Tras una oleada de fuertes protestas y con los efectos de la pandemia aún golpeando la economía, en marzo de 2022 asumió la Presidencia de la República el izquierdista Gabriel Boric Font, quien llegó con un ánimo refundacional que se expresó también en la política exterior. Su programa de gobierno como candidato ni siquiera mencionaba al Asia-Pacífico, pese a que hacia esa región se canalizan más del 50 % de las exportaciones de Chile. Miembros de su coalición también sugirieron la necesidad de revisar los tratados de libre comercio ya suscritos y se pronunciaron por bloquear algunos en proceso de ratificación.
Los énfasis del gobierno de Boric, que fueron tomados prácticamente en su totalidad de un libro llamado “Nueva voces de Política Exterior,”[18] están puestos en potenciar la integración latinoamericana, fomentar el respeto a los derechos humanos y la democracia, promover el cuidado del medioambiente y contar con una política exterior marcadamente feminista. Entre los elementos de continuidad que sobrevivieron se encuentran la defensa del multilateralismo, el respeto a la legalidad internacional y la resolución pacífica de controversias.
Ahora bien, la sola idea de poner freno o propiciar la revisión de los tratados de libre comercio supuso introducir un elemento disruptivo en la política exterior de los últimos 40 años, lo que despertó fuertes críticas y obligó al Gobierno a revertir esa decisión. El CPTPP, finalmente, fue ratificado y se empezó a retomar el rumbo hacia el Asia-Pacífico con la asistencia de Boric a la cumbre de la APEC, en Indonesia, y a la RPC, para el Foro de la Iniciativa de la Franja y la Ruta, además de gestionar la visita de altas autoridades de los países asiáticos. También la vocación latinoamericanista del presidente encontró rápidamente sus límites, cuando sus críticas a los regímenes de Nicolás Maduro y de Daniel Ortega, de Venezuela y Nicaragua, respectivamente, marcaron una distancia respecto de sus colegas de izquierda. La decisión del mandatario mexicano de no entregar la presidencia pro tempore de la Alianza del Pacífico a Perú, por no considerar legítimo el gobierno de Dina Boluarte, inmovilizó el bloque. Finalmente, el líder chileno mantuvo la posición de su antecesor, Sebastián Piñera, en cuanto a condenar abiertamente la invasión rusa a Ucrania, a diferencia de los países latinoamericanos que prefieren la ambigüedad.
Sin embargo, las grandes definiciones que debe tomar Chile para posicionarse ante el escenario geopolítico actual no se han producido, se sigue resolviendo sobre la contingencia, y eso obliga a evaluar los cursos de acción frente a los factores que están reconfigurando el nuevo orden internacional.
Navegando en Aguas Turbulentas
El actual escenario geopolítico encuentra a Chile en un mal pie y enfrentado a múltiples crisis. Su economía, que brilló por su desempeño en América Latina y lo llevó a ingresar a foros como la Organización para la Cooperación y el Desarrollo, donde se premian las buenas políticas públicas, y a instalar funcionarios en el Fondo Monetario Internacional y muchos otros, presenta bajos niveles de crecimiento.[19] La inversión extranjera directa cae y los proyectos se estacan.
La estabilidad política, construida por medio de los consensos alcanzados tras la restauración de la democracia, ha dado paso a una aguda polarización, la que se ha manifestado, sobre todo, en la reducción electoral de los partidos tradicionales que ocupaban el centro, en la aparición de nuevas fuerzas y en el predominio de los extremos en el proceso constitucional que se desató tras las protestas de los años 2019 y 2020. Solo la pandemia fue capaz de imponer una pausa ahí donde el choque era cada vez más recurrente.
La crisis, por supuesto, afecta a la seguridad en uno de los países más pacíficos de la región. Las nuevas bandas del crimen organizado han irrumpido con inusitada violencia,[20] elevando los homicidios, en particular el Tren de Aragua,[21] originaria de Venezuela. Los atentados terroristas también arrecian en siete provincias del sur del país de la mano de grupos que reivindican supuestas causas étnicas.[22] El descontrol fronterizo ha quedado de manifiesto con el ingreso de decenas de miles de migrantes irregulares, quienes ocupan terrenos y cambian las dinámicas de barrios enteros. El gobierno de Boric, apoyado por sectores que tradicionalmente eran críticos hacia las Fuerzas Armadas, se ha visto obligado a desplegar a los militares en tareas de apoyo a las policías, tanto en el norte como en el sur, lo cual tiene que hacerse por medio de la declaratoria de estados de emergencia, puesto que un rol permanente en seguridad pública no está establecido en la Constitución vigente.
Desde esta situación es que Chile tiene que responder interrogantes tan complejas, tales como: ¿En qué forma enfrentará la polarización de la seguridad, dada la agudización de la competencia entre EE. UU. y la RPC (con su aliado Rusia)? ¿Cómo enfrentará la fragmentación de la globalización económica, que tantos beneficios le ha traído? ¿Cómo se hará cargo de sus llamadas obligaciones globales[23] en materias como el cambio climático, pero también crimen organizado, terrorismo, cibercrimen, migraciones, gobernanza financiera y otras? Por último, ¿Cómo se presentará al mundo, dada la proliferación de nuevas narrativas estratégicas?
Intereses Nacionales, la Brújula Infalible
En tiempos de alta incertidumbre, los países y los tomadores de decisiones pueden desorientarse, pero por el mismo motivo, siempre hay que volver a los intereses nacionales, que marcan el norte de la brújula que debe guiar a los hombres de Estado, como sostenía el teórico Hans Morgenthau.[24] Es cierto que los intereses nacionales suelen ser permanentes, aunque ello no impide que puedan ir actualizándose dada la evolución del contexto internacional en el cual se promueven o defienden. Solo si están bien definidos, producto de un profundo análisis estratégico, se podrán enfrentar de forma ventajosa los desafíos, amenazas y oportunidades que se presenten en el horizonte. De su interacción con el mundo depende, en gran parte, su consecución, expansión o contracción.
En un documento elaborado por AthenaLab[25] se propuso como intereses nacionales de Chile los que se enumeran a continuación, expresados desde la condición tricontinental del país y sus intensas interconexiones globales a través del Pacífico como destino obligado de superación de su relativo enclaustramiento y lejanía: (1) Mantención de la integridad territorial (vecinos); (2) Soberanía efectiva (en todo el país); (3) Independencia política (potencias); (4) Integración al mundo (apertura comercial y multilateralismo); y (5) Aporte a la seguridad global (operaciones y ejercicios combinados). Ciertamente, ante las interrogantes que presenta la actualidad geopolítica, las respuestas posibles deben considerar la mejor forma en que se preservan y maximizan estos intereses.
Frente a la Polarización de la Seguridad Global: Chile, al igual que muchos países, enfrenta el dilema de tener como su principal socio comercial a la RPC y su principal socio de Defensa a EE. UU. En la medida en que se incrementa la competencia entre estas dos potencias en el plano militar, se vuelve cada vez más complejo mantener una posición equidistante o no comprometida.
El país incluso ha sido escenario de disputas, a propósito de la adjudicación de contratos a empresas para la instalación de redes 5G. En el año 2019, mientras el secretario de Estado estadounidense Mike Pompeo advertía que se haría difícil compartir información sensible si empresas chinas eran escogidas,[26] el canciller chino Wang Yi afirmó que la seguridad no debía ser un argumento para bloquear a compañías de su país.[27] Otro caso complejo se vivió cuando el gobierno chileno revocó un contrato adjudicado a una empresa con capitales chinos para imprimir cédulas de identidad y pasaportes nacionales, luego de presiones abiertas de la Embajada de EE. UU., que alertó sobre la posible cancelación del Programa de Visa Waiver.
Esos ejemplos son solo una muestra de la creciente complejidad que presenta el escenario geopolítico actual para Chile. Intereses como la independencia política para tomar decisiones soberanas, la integración abierta al mundo y el aporte a la estabilidad global se ven sometidos a presión.
No obstante, si se trata de seguridad, no debe existir duda de la sintonía entre Chile y EE. UU., que está respaldada por la geografía, visiones coincidentes, interacciones cotidianas entre sus Fuerzas Armadas y empleo de plataformas y sistemas de armas comunes. Todo ello en el marco de una relación bilateral bicentenaria. Asimismo, ambos países forman parte del Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca (TIAR), lo cual ya los compromete en materia de defensa frente a posibles agresiones de potencias extracontinentales, muchas de las cuales empiezan a asomarse de forma creciente en el hemisferio. En distintas formas, el narcotráfico está golpeando a sus sociedades, obligando a generar respuestas colectivas en materia de interdicción e inteligencia.
Respecto del Indo-Pacífico, donde se orienta más del 55 % de las exportaciones chilenas,[28] Santiago y Washington colaboran preferentemente a través de sus Armadas en la protección de rutas marítimas comerciales y pasos interoceánicos, y también enfrentan amenazas trasnacionales; en particular, el narcotráfico y la pesca ilegal no regulada y no documentada. Es decir, llevan consigo valores que son esenciales, como el respeto a la libertad de navegación y la provisión del buen orden en el mar. Se podría agregar que la seguridad de los fondos marinos también se está volviendo clave, dada la importancia de los cables de fibra óptica que transmiten datos. En tal sentido, los intereses nacionales no se ciñen al territorio necesariamente y otorgan un rol significativo a la Armada de Chile en su protección.[29]
En lo que respecta a la Antártica, ambos países son miembros signatarios originales del Tratado Antártico y si bien EE. UU. no presenta reclamaciones territoriales, a diferencia de Chile, la mantención del statu quo en el continente blanco parece ser objetivo común, a pesar del aumento de la competencia geopolítica y los efectos del cambio climático.[30] Por lo demás, el TIAR cubre parte de la Antártica, lo que a veces se olvida.
Muchas de las plataformas de armas que utiliza Chile, como cazas F-16, transportes C-130, tanqueros KC-135, helicópteros Bell 214 y Black Hawk, así como misiles, radares y sistemas de comunicaciones empleados por buques, son de origen estadounidense.[31] Esta situación, que incluye capacitaciones y planes de mantenimiento, crea una dependencia de facto, positiva hasta ahora.
En cuanto a la RPC, la relación en materia de seguridad es prácticamente inexistente. Más allá de intercambios académicos y visitas, no hay participación en ejercicios combinados ni plataformas comunes. Ahora bien, la polarización en este campo no se manifiesta directamente. Quizás lo más sintomático es que vecinos como Argentina, Bolivia y Perú estén admitiendo más presencia del país asiático en el campo espacial[32] y portuario.[33]
Por todo lo anterior, Chile no debiera tener dudas de que sus capacidades deben orientarse, en primer lugar, en defensa de su soberanía, pero debido a que su economía es tributaria de los mercados internacionales, tiene que cooperar para reforzar el orden mundial basado en reglas y tomar resguardos ante quienes ocupan presiones económicas para torcer decisiones soberanas. La estabilidad del sistema internacional es beneficiosa para el país desde el punto de vista que esto no solo crea un mejor ambiente para el comercio global, sino que también mejora la probabilidad de respeto a la integridad territorial, a la independencia política y a la conexión abierta con el mundo, entre otros intereses nacionales.
En ese sentido, la polarización de la seguridad no debiera generar un dilema mayor, porque ya está resuelta. Solo cabría agregar que, en la búsqueda de socios afines, también existen potencias medianas, como Australia,[34] Francia,[35] Japón[36] y Reino Unido,[37] que parecen altamente atractivas por las mismas sintonías antes expresadas, todas democracias que, desde luego, condenan la agresión de Rusia a Ucrania.
Las relaciones vecinales no parecen ser objeto de una nueva polarización como la que condujo a guerras o crisis en el pasado, puesto que los países ya cuentan con mecanismos jurídicos para resolver sus disputas,[38] como el Pacto de Bogotá (1948), y ven en la diplomacia la herramienta privilegiada para relacionarse, puesto que tampoco hay mayor comercio con ellos. Al menos, es el camino escogido por Chile, lo que no impide tener una capacidad de disuasión permanente, un gran aporte a la estabilidad y fomentar medidas de cooperación ante catástrofes naturales u otros desafíos comunes.[39]
Frente a la Fragmentación de la Globalización Económica: Chile debe insistir tanto en las ventajas y beneficios del libre comercio, ya sea por la ratificación y modernización de tratados vigentes, como en la búsqueda de nuevos mercados que permitan colocar sus exportaciones y atraer capitales. El proteccionismo no es una opción ni una posibilidad para un país que cuenta con 26 tratados de libre comercio que le dan acceso a economías que representan el 86 % del Producto Interno Bruto Global.[40] Sin embargo, el realineamiento y aseguramiento de las cadenas de suministros que buscan las potencias industriales a través de mecanismos como el nearshoring y friendshoring,[41] generan nuevas oportunidades que pueden ser aprovechadas ventajosamente; en particular, cuando se trata de la explotación de minerales críticos para la descarbonización de las economías, como cobre, litio y tierras raras, de los cuales Chile posee abundantes reservas.
No obstante, en un mundo donde la coerción económica está de regreso, directa o indirecta, es un deber tener una aproximación a las inversiones en los sectores estratégicos que considere la variable de seguridad. A pesar de ser muy globalizado, Chile no tiene legislación ni una institución específica que defina cuáles son esos sectores y cómo se debe proceder cuando intereses extranjeros se manifiestan. Se le atribuye al líder sudafricano Nelson Mandela la frase que dice que cuando tienes lo que los poderosos quieren, debes negociar bien o prepararte para defenderlo. Probablemente, acá estamos frente a una de las amenazas a los intereses nacionales, en lo que se refiere a independencia política y apertura de mercado, y que es producto de cierta ingenuidad respecto de la relación entre geografía, comercio y seguridad. La misma opción de seguir empleando el concepto de Asia-Pacífico sobre Indo-Pacífico parece dar cuenta de ello.
Frente a las Obligaciones Globales: En la medida en que puede afectar el desarrollo y bienestar del país, y con ello comprometer la promoción y defensa de los intereses nacionales en su conjunto, el cambio climático obliga a generar respuestas nacionales, pero también regionales y globales cooperativas. Si en el Chile americano la sequía parece ser el signo más evidente,[42] el aumento del nivel de los océanos representa una amenaza real para el Chile oceánico insular; mientras tanto, el derretimiento paulatino de los hielos en la Antártica chilena empieza a modificar el paisaje. Sin duda, existe una oportunidad de descarbonizar la economía gracias a la disponibilidad de minerales críticos[43] y energías renovables de todo tipo, sin contar con la realidad de que el país es un importador neto de hidrocarburos. La creación de nuevas áreas marinas protegidas es una contribución en esta línea, al igual que la suscripción de compromisos derivados del Acuerdo de París (2015) y las distintas Conferencias de las Partes (COP, por sus siglas en inglés).
Otros desafíos, como la migración, el narcotráfico y el terrorismo, también se enfocan de manera cooperativa, dado su carácter transnacional y su origen americano; aunque no siempre la confianza entre los países vecinos facilita los intercambios y tampoco contribuye la inestabilidad política, con cambios intempestivos de gobierno en Perú y Bolivia, revueltas en Chile y alternancia en Argentina. Lo curioso es que según la encuesta AthenaLab-Ipsos, el tráfico de drogas es considerado la principal amenaza para los cuatro países.[44]
Frente a las Nuevas Narrativas Estratégicas: Tal como se explicó, el país que se conoce hoy como la República de Chile es producto de una evolución histórica. Esta concepción permite entender tanto su posicionamiento geográfico tricontinental como su búsqueda constante de superar el enclaustramiento y lejanía relativa mediante el empleo provechoso del mar, lo que debiera continuar.[45]
¿País latinoamericano, del Indo-Pacífico (en su cuadrante suroriental) o del Sur Global? La geopolítica crítica,[46] a diferencia de la tradicional, se centra en el rol del discurso e ideología, por tanto, es fluida y sujeta a interpretación. En este sentido, la interacción entre los seres humanos y el espacio físico produce geopolítica.
En cada época de transición suelen aparecer conceptos para intentar dar cuenta de las nuevas realidades. Por ello, podríamos decir que Chile es un país de pertenencias múltiples, ampliando el concepto de Pellicer (2006),[47] y el Indo-Pacífico parece ser el lugar más indicado para instalarse, en la medida que implica adhesión a las normas internacionales, respeto a la libertad de navegación, mercados abiertos y, en el mejor de los casos, democracia. Se trata, en definitiva, de la versión japonesa original del Indo-Pacífico Libre y Abierto, desarrollada por el primer ministro Abe Shinzo y continuada por su sucesor, Kishida Fumio.[48]
En el Indo-Pacífico, por lo demás, caben los territorios en la costa americana, en Oceanía y en la Antártica, ya que cierra el cuadro por el sur. Es cierto que desde que EE. UU. adoptó el concepto[49], la RPC lo ve como una simple estrategia de contención. Pero dado que la economía y la seguridad de Chile se juegan cada vez más en este ámbito —y también las del mundo—, sería conveniente que se adopte, ya que responde a una geopolítica más desafiante, tanto en su concepción tradicional como crítica.
Notas Finales:
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- Medeiros E. ed. “Cold rivals: The New era of US-China strategic competition”. Washington DC: Georgetown University Press, 2023: 4. ↑
- Allison, Graham T. “The new spheres of influence”. Foreign Affairs, n.° 99, marzo – abril 2020: 30 – 40. ↑
- Roubini, N. “Megaamenazas: Las diez tendencias globales que ponen en peligro nuestro futuro y cómo sobrevivir a ellas”. Santiago: Ediciones Deusto, 2023: 194. ↑
- Wallace-Wells, D. “The Uninhabitable Earth: A Story of the Future”. London, Penguin Random House, 2019: 23. ↑
- Toro, Juan P. “Las potencias extracontinentales en América Latina”, Vol. XXXVII. Política Exterior n.° 214, julio – agosto 2023: 50. ↑
- Ine. “Resumen de censos de población y vivienda”. Instituto Nacional de Estadísticas. https://www.ine.gob.cl/estadisticas/sociales/censos-de-poblacion-y-vivienda#:~:text=Resumen%20de%20censos%20de%20poblaci%C3%B3n%20y%20vivienda&text=Sus%20resultados%20indican%20que%20la,51%2C1%25)%2C%20mujeres ↑
- Green, C. “¿Es Chile una potencia marítima?”. Valparaíso: Imprenta de la Armada, 2023: 114. ↑
- En el Congreso Nacional descansa la “Estrategia Nacional de Seguridad y Defensa” enviada por el Ministerio Defensa, en 28 de junio de 2012. https://www.bcn.cl/obtienearchivo?id=repositorio/10221/15344/1/La%20Estrategia%20Nacional%20de%20Seguridad%20y%20Defensa_v6.doc ↑
- El Ministerio de Relaciones Exteriores publicó en 2016 y 2018, respectivamente los libros “Vocación de Paz: La Política Exterior de Chile” y “Política Exterior de Chile 2030”, que no tienen carácter vinculante y más bien responden a necesidades de difusión y reflexión académica. ↑
- The Henry Jackson Society-AthenaLab, “Auditoría de capacidad geopolítica: Sudamérica” y “Auditoría de capacidad geopolítica: Cooperación Asia-Pacífico”. Athena Lab, agosto de 2019. https://athenalab.org/auditorias-de-capacidad-geopolitica-sudamerica-y-apec/ ↑
- Dodds, K. “Geopolitics: a very short introduction”. Oxford: Oxford University Press, 2019: 4. ↑
- La amenaza española no desapareció hasta las postrimerías del siglo XIX, ya que se libró una breve guerra naval entre los años 1865 y 1866. ↑
- Historia de Chile Siglo XIX. “Diego Portales a Manuel Blanco Encalada, 10 de septiembre de 1836”. Universidad de Las Américas, 2024. https://historiachilexixudla.wordpress.com/2008/09/03/epistolario-de-diego-portales ↑
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