Resumen
El objetivo es analizar la incidencia de la relación entre Perú y Estados Unidos (EE. UU.) en la Seguridad y Defensa Nacional. Se discuten políticas peruanas en estos ámbitos con EE. UU. La metodología empleada proviene de las ciencias sociales, adoptando una perspectiva a largo plazo. Se sostiene que, para desarrollar intereses y objetivos nacionales, los gestores e integrantes de la comunidad política deben considerar la geopolítica de las relaciones internacionales, así como realizar una valoración adecuada de la presencia de los estados hegemónicos y los márgenes de decisión que pueden desarrollar países con menor peso estratégico. Desde una perspectiva académica, es importante contribuir a la toma de decisiones oportunas mediante la investigación y la exposición ante la opinión pública.
Palabras clave: Seguridad nacional, defensa nacional, Perú, Estados Unidos, toma de decisiones
Introducción
La seguridad de un Estado, de la sociedad que le da nacimiento y vida, así como de las personas que conforman una comunidad nacional, es un tema de preocupación e interés creciente. Ha dejado de ser un asunto restringido a jefes de gobierno y sus entornos, para ocupar el lugar que le corresponde: ser tema prioritario en la agenda pública (Jordán y Cueto 2013). Sin embargo, a pesar de su relevancia, este tópico es constantemente relegado o sustraído del interés público. La discusión se encuentra alejada del ciudadano, sea por desconocimiento, desinterés o porque existen actores que lo apartan del ojo público. De ahí la importancia de que las instituciones académicas civiles y militares, públicas como privadas, se dediquen a debatir, analizar e investigar en torno a la Seguridad y Defensa Nacional, aportando sustantivamente al conocimiento y al interés de nuestra sociedad, logrando una vinculación virtuosa con cada ciudadano.
En este ensayo, el objetivo es analizar la incidencia que la relación entre Perú y EE. UU. ha ejercido sobre la Seguridad y Defensa Nacional. Se presentará la evolución de estas dimensiones a lo largo de la historia republicana, haciendo hincapié en los momentos en que esta conexión ha sido más cercana o distante. En este contexto, se hace notoria una posición de dominio, influencia o marginalidad del país del norte en la toma de decisiones peruanas y, por ende, en las acciones implementadas en determinadas situaciones.
Fundamentos Teóricos
Es prioritario conocer los conceptos que estructuran una propuesta de análisis, ya que contribuyen de manera significativa al conocimiento. La metodología del trabajo científico exige claridad en el uso de términos, lo que facilita un lenguaje común que permite una discusión enriquecedora. No obstante, dado el objeto y delimitación de este ensayo, se deja a cada lector la tarea de estudiar cada concepto en su complejidad, variabilidad y alcance.
Seguridad. Se entiende como los grados y niveles que garantizan a un Estado nación la capacidad de subsistir y desarrollarse. Este concepto también incluye la percepción que posibilita a las personas y a los Estados experimentar una sensación de seguridad. Inmediatamente surgen preguntas: ¿Cuáles son esos grados? ¿Cómo identificarlos? ¿Cuál es su relación con la subsistencia y el desarrollo? En este punto, es oportuno seguir las reflexiones de Hugo Palma (2015), quien señala que alcanzar la seguridad es sólo un sueño. Esto se debe a que la existencia está plagada de un sinfín de posibilidades, cada una de las cuales encierra situaciones imprevisibles, “…pues lo imprevisto y el riesgo son consustanciales a la vida humana”.
Es indispensable tener presente que, a pesar de su amplitud e inexactitud, el concepto de seguridad incluye varios “contribuyentes” a la sensación de seguridad. Así, para fines didácticos, es fundamental comprender que diversos grupos de actividades realizadas al interior de las sociedades contribuyen a la obtención de seguridad (FIGURA 1). A su vez, esto, muchas veces, genera confusión y puede conducir al error de considerar a los distintos sectores y actividades públicas como dedicados exclusivamente a la obtención de seguridad. Asimismo, muchos aplican este mismo entendimiento erróneo al ámbito de las actividades privadas.
De esta manera, es fácil incurrir en una equivocación de pasar de una preocupación por lograr seguridad a convertir toda actividad en un aspecto de control, lo cual puede llevar a la idea de que todo debe ser controlado por el Estado. Este planteamiento lleva a pensar y actuar en la dirección de implementar regímenes más autoritarios o dictatoriales que subsumen al ser humano a una pieza del engranaje de la seguridad (Figura 1). Es decir, no se trata únicamente de que existan “contribuyentes” en la consecución de la seguridad; más bien, esta adquiere tal nivel de centralidad que los agentes del Estado tienden a avanzar hacia el control de dichos “contribuyentes”. Cabe reafirmar que esto es incorrecto.
Figura 1. Seguridad
Fuente: Elaborado por el autor
Al mismo tiempo, los alcances del significado de seguridad se están expandiendo. Esto implica que adquiere una riqueza polisémica con diversidad de objetos y definiciones, lo que dificulta la claridad sobre de qué se habla y complica la delimitación de responsabilidades, entre otros aspectos. Esta situación complica enormemente la implementación de acciones en este ámbito. Sin embargo, la discusión relativa a la riqueza del concepto seguridad, necesaria para definir y aclarar cuál debiera utilizarse en un contexto específico, como en lo concerniente a la Seguridad Nacional, se dejará para un análisis en una próxima entrega. Por ahora es relevante tener en cuenta lo anotado.[1]
Defensa Nacional. Para lograr una imagen conceptual clara, es útil dejar de lado temporalmente el concepto de poder nacional y señalar que, según la teoría, se compone de tres subconjuntos: relaciones internacionales, inteligencia y poder militar (Figura 2). Cada uno de estos elementos se interrelaciona y, en el ámbito cotidiano, da lugar a instituciones, organizaciones y procesos, así como a la capacitación de recursos humanos. Estos son diferenciados por su adscripción a un subconjunto específico y necesitan interactuar positivamente para lograr el objetivo propuesto.
Figura 2. Defensa Nacional
Fuente: Elaborado por el autor
Por ahora, es suficiente señalar que las Fuerzas Armadas (FF. AA.) integran el poder militar, el cual contribuye a la Defensa Nacional, y esta, a su vez, a la Seguridad Nacional (Figura 3).
Figura 3. Relación entre las Fuerzas Armadas (FF. AA.), la Defensa Nacional y la Seguridad Nacional
Fuente: Elaborado por el autor
Hegemonía. El término “hegemonía” ha pasado por diversos cambios y es, como muchas, polisémica. Conviene aclarar que se entiende como una situación de dominio de un “m” sobre un “n”. Sin duda, el rol de “Hegemón” y las acciones vinculadas al ejercicio de esta han variado a lo largo de la historia. En esta ocasión, se define el concepto como una forma de liderazgo que busca y consigue tanto legitimarse como ser imitada en valores y prácticas, a nivel de Estados (Chase-Dunn et al. 1994) o entre miembros de una sociedad. Esta definición contempla las interacciones entre sociedades hegemónicas y periféricas (San Martín 1987).
Interacciones en Seguridad y Defensa Entre Perú y EE. UU.
Como se señaló, este análisis se centra en dilucidar los momentos de mayor cercanía o lejanía, discutiendo la posición de dominio, influencia o marginalidad que tuvo el país del norte respecto a la toma de decisiones en el Perú. En la narración, se sigue la periodificación de la historia republicana del Perú elaborada por investigadores con perspectivas en la historia política. Es pertinente revisar a Jorge Basadre (1968), complementando sus estudios con los realizados por Contreras y Cueto (2010) o Chanamé (2024), recordando observar el contexto de la historia mundial.
El Perú es un país cuyas prioridades como Estado se han desarrollado sobre dos pilares: primero, ser reconocido como Estado soberano; y segundo, definir su patrimonio territorial. Es importante remarcar la trascendencia de estas dos líneas de acción que constituyen lo que hoy llamaríamos “política de Estado”. Cada una de ellas configuró los objetivos hacia los cuales debían sumarse contribuciones desde todos los ámbitos. El primer pilar se logró durante el siglo XIX, mientras que el segundo se culminó en la segunda década del siglo XXI, cerrando los temas pendientes en espacio y frontera marítima con Ecuador (2013) y Chile (2014).
Inicio de la República Peruana (1820-1840)
La presencia estadounidense en Perú era marginal y se hacía notar, a través de embarcaciones dedicadas a la actividad ballenera. El reconocimiento oficial de la existencia y soberanía del Perú por parte de EE. UU. se produjo mediante el nombramiento de James Cooley como primer Encargado de Negocios de los EE. UU. en Perú, el 2 de mayo de 1826. Hacia el final de este período, se dio un momento de compleja cercanía desde la política de los EE. UU., al reconocer la soberanía de la Confederación Perú-Boliviana el 16 de marzo de 1837, con el nombramiento de James B. Thornton como Encargado de Negocios. Aunque es cierto que, primero, esta acción se daba en consonancia con los intereses del Estado Confederado y no del Estado peruano[2]; y, segundo, que servía para permitir a los ciudadanos estadounidenses continuar con sus labores comerciales., EE. UU. estaba lejos de gravitar en los considerandos de la seguridad y la defensa de los peruanos (Wagner de Reyna 1997).
Apogeo y Crisis de la República (1840-1870)
En esta etapa, con respecto a lo anotado anteriormente, se evidencia un cambio significativo en la interacción entre EE. UU. y Perú, en la cual jugó un rol clave el boom del guano.
El desenvolvimiento de los procesos productivos derivados de las revoluciones industriales requería, cada vez, mayores cantidades de insumos que hicieran posible los nuevos volúmenes de producción. Uno de los productos principales eran los textiles que, elaborados de fibra vegetal (algodón) o animal (lana), estaban restringidos por las cantidades de cosechas o la renovación de pastizales por ciclos “naturales”. Esta limitación se podía superar usando guano para fertilizar la tierra, lo que permitía un incremento en las cosechas en menores tiempos o la renovación de pastizales. El impacto fue tal que los países europeos y EE. UU. miraron con suma atención al Pacífico Sur.
Para Perú, fue evidente el creciente interés de EE. UU., aunque este fue menor en comparación con la presencia y política intervencionista de las potencias europeas en América. La lectura desde la geopolítica permite entender que Perú, en lo que respecta a su seguridad, promovió en el ámbito de las relaciones internacionales un firme camino orientado a crear vínculos de cooperación y fraternidad americana.
Fue actor de primera línea en la promoción e implementación del acercamiento entre los estados americanos. Un claro ejemplo fueron los congresos que se desarrollaron en la ciudad de Lima en 1845, 1856 y 1865. En dichos cónclaves, los objetivos eran la cooperación americanista, aminorar conflictos entre los estados, tomar decisiones y acciones conjuntas ante la presencia de las potencias europeas. Estas metas se concatenaban con los pilares de la política de Estado peruana mencionados anteriormente.[3] En ese contexto, el gobierno del Perú, casi dos décadas después del establecimiento del estado norteamericano, nombró a Juan Ignacio de Osma como su primer ministro plenipotenciario en EE. UU. (1846).
La presencia y acercamiento de EE. UU. al Perú se debió a lo siguiente:
a) Atracción por el Guano. En 1856 se emitió la Guano Islands Act, una medida cuestionable, ya que autorizaba a los ciudadanos estadounidenses a tomar posesión de islas con depósitos de guano.
b) Creciente Competencia Entre Casas Comerciales Británicas y Estadounidenses. Esta competencia quedó graficada en la larga rivalidad entre la firma inglesa Gibbs y la estadounidense Grace (Ortiz 2005; Sobrevilla 2003), lo que se ahondó en el siguiente período de la historia peruana.
Para redondear, se observa a un Perú que promueve el fortalecimiento de su Defensa Nacional mediante labores confiadas a dos sectores primordiales. Se hace referencia al sector de Guerra y Marina, que sigue una sostenida política de adquisiciones destacada en lo relativo a compras navales (naves con mayor autonomía, poder de fuego y tecnología de punta), modernización de sus componentes y educación de sus integrantes; y al impulso del sector de Relaciones Exteriores, cuyos miembros tienen el encargo de promover los intereses nacionales (demarcación territorial, solidaridad americanista, rechazo al intervencionismo europeo), actuando como agentes activos que se complementan con los oficiales militares. El cuerpo diplomático apoya en la obtención y procesamiento de la data de “inteligencia” para la toma de decisiones, así como viabiliza el equipamiento para las FF. AA.
Se puede concluir esta etapa señalando que, a pesar de la diversificación de los intereses estadounidenses en la región, en el Perú, en particular, las decisiones en torno a Seguridad y Defensa Nacional tienen los ojos puestos en la solidaridad americanista ante el intervencionismo europeo, así como en la consolidación de fronteras (Wagner de Reyna 1976, 1997), sin que ello implique contar con EE. UU. como una variable sustantiva para el logro de los objetivos nacionales.
Crisis, Guerras y Reformas (1870-1896)
Esta etapa se caracterizó por la confluencia de varias crisis, tales como:
a) La Primera Crisis Mundial del Capitalismo, que conllevó a la contracción y encarecimiento del crédito, así como a la caída de los precios de las exportaciones primarias en América Latina.
b) La Crisis Fiscal, que afectó seriamente a todos los países de América del sur, siendo notoria en el caso del Perú.
c) El aumento de los complejos belígenos (Molina 2019) en las relaciones internacionales.
El Perú transitó violentamente desde gobiernos encabezados por caudillos militares regionales hacia uno liderado por el político civilista Manuel Pardo y Lavalle, quien fue el fundador del primer partido político (Mc Evoy 1994). Este hecho produjo la pronta sublevación de un sector del ejército, comandado por los coroneles Gutiérrez, en contra de la elección del nuevo presidente. El clímax de esta asonada fue la captura y fusilamiento del presidente José Balta y Montero. A la par, elementos de la Marina brindaron protección al mandatario electo, y se desencadenó una revuelta popular contra el golpe de Estado, culminando con los líderes rebeldes colgados de las torres de la catedral en Lima.
La Guerra internacional (1879-1883),[4] también conocida como la Guerra del Pacífico, derivó en la ocupación por parte de tropas y burocracia chilena. La Guerra civil (1881-1895) se desarrolló entre diferentes regiones y caudillos (Morales 2012). Estos años culminaron cuando la Coalición Nacional derrotó a Andrés Avelino Cáceres[5]. Fueron hitos que marcaron profundas fracturas en la sociedad peruana.
Durante este período, la presencia norteamericana en el Perú crecía impulsada por inversiones y actividades de sus ciudadanos en torno al salitre, las navieras comerciales, la infraestructura y los textiles. En esos momentos se desarrolló una competencia entre estadounidenses y británicos, cuyo mayor ejemplo se puede apreciar en la rivalidad entre las familias Grace y Gibbs. Esta disputa fue notoria a lo largo de los años de la guerra que enfrentó a Chile, Bolivia y Perú, en la cual cada una de las familias nombradas, utilizó sus redes sociopolíticas y empresas en favor del Perú o Chile, lo que ha producido una errónea imagen de una suerte de “alianza” entre los países en conflicto y una de las potencias anglosajonas (Ortiz 2005).
En esta etapa, se puede identificar la interacción entre los intereses políticos del Perú y los intereses estadounidenses para implementar acciones relativas al logro de objetivos en lo se puede denominar “Política de Seguridad”, lo cual es relevante para el objetivo de este ensayo. Hacia 1881, el Perú estaba siendo derrotado por Chile. Es en este escenario cuando se hizo lo posible por entusiasmar al gobierno de EE. UU. para que actuara diplomáticamente en benéfico de la seguridad del Perú. Para ello, se utilizó el mejor recurso que tenía el Perú: la diplomacia. Desde las relaciones internacionales, que implicaban labores de inteligencia, se alimentó el esfuerzo por contener la ambición chilena que delineaba un derecho de conquista sobre territorios del sur peruano.
El Perú buscó que EE. UU., durante la administración del presidente James A. Garfield,[6] adoptara una postura de acercamiento hacia el planteamiento peruano vinculado con la preservación de su patrimonio territorial. Esta intención se refleja en los discursos y acciones de personajes relevantes de la política estadounidense de la época, como Stephen A. Hurlbut,[7] quien, hay que señalar, excedía sus atribuciones y manifestaba simpatía hacia el Perú,[8] o James Gillespie Blaine, Secretario de Estado.[9] Blaine, meses después de concluir su cargo, expresó en reiteradas oportunidades a la prensa que se estaba gestando una guerra inglesa contra el Perú, utilizando a Chile como instrumento.[10]
La política exterior de EE. UU. varió con el gobierno del también republicano Chester A. Arthur,[11] quien reconoció que la victoria militar le permitía a Chile plantear exigencias al Perú. Arthur nombró a Frederick Theodore Frelinghuysen como nuevo Secretario de Estado y envió nuevos agentes diplomáticos: Cornelius A. Logan para Chile y William H. Trescott para Perú. Este último debía relevar a Hurlbut, proteger los intereses de las compañías estadounidenses, mediar para la liberación de Francisco García Calderón de su cautiverio en Chile reconociéndolo como presidente legítimo y promover la paz entre ambos países. A Trescott le llegaron instrucciones en el puerto chileno de Valparaíso con el siguiente tenor:
El deseo del Presidente es que no se imponga ni se haga ninguna declaración compulsiva, por motivo alguno, ni a Chile ni al Perú; ya sea sobre la divergencia que existe entre ambas repúblicas, sobre indemnización de guerra, sobre modificación de límites, o sobre el personal del gobierno del Perú (Barros 441).
Para el Perú, culminada la guerra, resultó interesante contar con la variable norteamericana para alcanzar acuerdos que financiaran la reconstrucción posterior al conflicto bélico y atender temas en la agenda del patrimonio territorial peruano. Fruto de ello fueron el Contrato Grace,[12] así como los problemas derivados de la implementación del Tratado de Ancón[13] respecto a los territorios peruanos que quedaron bajo bandera chilena durante diez años. Al término del plazo, debía consultarse a la población mediante plebiscito para decidir la adscripción de estas provincias al Perú o a Chile. El lapso para la consulta popular a las poblaciones de Tacna y Arica se cumpliría en 1893. El presidente peruano Remigio Morales-Bermúdez intentó que se realizara el plebiscito buscando acercamientos con el gobierno de La Moneda, a través de las acciones del Ministerio de Relaciones Exteriores. Así, desde mediados de 1892 hasta abril de 1893, se realizaron coordinaciones que resultaron infructuosas.
En síntesis, en pocos años, se pasó de buscar la activa participación de la diplomacia estadounidense al Contrato Grace y los alcances del plebiscito; hechos que evidencian cómo los intereses peruanos y la creciente influencia de EE. UU. alcanzaron un nivel de mayor interacción.
Consolidación y Hegemonía de EE. UU. en la Política Peruana (1896-1945)
La política es, entre otras, la toma de decisiones y la gestión de las mismas, una idea central para el período que se reseñará. A inicios de 1896, el Perú observó a los EE. UU. como un socio relevante, debido a su presencia comercial y económica, así como a la necesidad de contar con la política estadounidense para alcanzar objetivos en la política internacional peruana. En la etapa que abarcó hasta mediados del siglo XX, se evidenció el rol hegemónico norteamericano, bajo la definición propuesta al inicio,[14] en lo que respecta a las políticas de seguridad y defensa para el país inca.
Para el estudio de esta etapa, reconociendo grupos de rasgos característicos, se propone subdividirla de manera que facilite su análisis:
1896 a 1919: Durante este período, se instauró el orden conservador peruano, caracterizado por un acuerdo de gobernabilidad entre civilistas, demócratas y otros grupos. Se implementaron una serie de reformas políticas, económicas y sociales (Morales 2005). Estos años se distinguieron por un incremento sustantivo de la presencia económico-comercial y la interacción política entre EE. UU. y Perú, lo que condujo a un paulatino desplazamiento de la hegemonía británica.
1919 a 1930: La crisis del orden conservador dio paso a que un segmento del mismo, encabezado por Augusto B. Leguía y apoyado por redes populares, asumiera el control de la estructura política del Estado peruano. Durante el Oncenio, la presencia hegemónica de EE. UU. quedó consolidada tanto en los objetivos y acciones de política exterior como en la administración interna. Esto se ejemplifica en dos casos: primero, en el esfuerzo por consolidar el patrimonio territorial mediante las gestiones diplomáticas respaldadas por EE. UU. para conseguir la reincorporación de Tacna al Perú; segundo, en el fortalecimiento de la Marina de Guerra del Perú (MGP), que culminó su proceso de reforma con la asistencia de una misión de oficiales de la armada norteamericana, la cual facilitó la paulatina inserción de usos, costumbres y procedimiento navales, así como la adecuación de la estructura de mando y la compra de material bélico de la potencia hegemónica.[15] Símbolo de lo señalado fue el cambio en la categoría de la legación estadounidense que pasó a ser embajada en 1920.[16]
1930 a 1945: Este período estuvo marcado por crisis en los contextos mundial y sudamericano. A pesar de la admiración que suscitaron en grandes sectores sociales y políticos, los movimientos comunistas y fascistas, y los gestores peruanos persistieron en un creciente alineamiento con los intereses norteamericanos. Esto se notó en los temas de Defensa Nacional, aunque sin acaparar todos los aspectos del poder militar peruano.[17] Fue un proceso caracterizado por el acercamiento a la visión estratégica aliada durante la Segunda Guerra Mundial, la victoria militar peruana ante Ecuador en 1941 y el logro del objetivo político mediante la firma del Protocolo de Río Janeiro en 1942. Hechos que patentizaban un camino acertado en la interacción con la hegemonía estadounidense para el logro de varios puntos en la adenda del patrimonio territorial peruano.[18]
Efectos del Bipolarismo Asimétrico de EE. UU. y la Unión Soviética en Perú (1945-1990)
La segunda mitad del siglo XX abarca una etapa que, a nivel mundial, estuvo signada por el bipolarismo asimétrico entre las alianzas y sistemas liderados por EE. UU. y la Unión Soviética (Alcalde 2015). En la actualidad, no cabe duda de la indudable asimetría, pues los estadounidenses lideraban un espacio de potente crecimiento económico y desarrollo social, con democracias cada vez más institucionalizadas. En contraste, los soviéticos se rezagaron en la competencia más allá del desarrollo focalizado en sectores como la industria militar o aeroespacial, debido a las carencias inherentes a la ideología socialista, caracterizada por una dictadura totalitaria sin incentivos para el desarrollo individual, combinado con gastos enormes para sostener, en otros países, dictaduras similares, produciendo déficit, estancamiento y ausencia de soportes para un desarrollo sostenible.
La hegemonía de EE. UU. sobre los países de América, incluido Perú, se tradujo en políticas orientadas a construir un orden basado en frenar la presencia soviética, impidiendo la expansión de la ideología comunista, promoviendo el desarrollo económico-comercial, a través de Bretton Woods, y la importancia de México o Brasil.
El Perú, curiosamente, mantuvo lineamientos orientados al aseguramiento de su patrimonio territorial, renovando el liderazgo y la fraternidad en el ámbito latinoamericano. Esto resulta notable en el período comprendido entre 1945 y 1980, años en los cuales el Perú friccionó en más de una ocasión con EE. UU. debido a lo siguiente:
Acción de Flotas Pesqueras: Esto llevó a que, como política de Estado, se adoptara la doctrina de las 200 millas marinas, lo cual facilitó la coordinación de políticas internacionales con Colombia, Ecuador y Chile.
Participación en Foros Internacionales: El Perú impulsó acciones orientadas a lo que llegó a ser la Comunidad Andina, alcanzando uno de sus momentos más álgidos al evitar el envío de una fuerza de paz a Nicaragua. Para ello, se concertaron acciones a través del Consejo Andino de Cancilleres.
Promoción del Sistema Económico Latinoamericano: Esto se realizó en apoyo a las políticas internacionales desde México y Venezuela.
Acción en el Grupo de Contadora[19] y el Grupo de Río: También se desatacó la controvertida Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC).
Un tema muy sensible para la memoria social en América Latina fueron las acciones de diversas tradiciones y movimientos subversivos, que presentaron objetivos y características radicalmente diferenciadas. Se hace referencia, por ejemplo, a movimientos que enfrentaron dictaduras cuasi familiares como las de Cuba, Nicaragua o El Salvador; a guerrillas marxistas-leninistas o incluso maoístas en Argentina, Bolivia, Colombia o Chile, así como a la emergencia del terrorismo maoísta que, al igual que lo realizado por Pol Pot contra el pueblo de Camboya, puso en riesgo la existencia de la sociedad peruana. Estos fenómenos propiciaron una mayor colaboración entre los gobiernos de América Latina y EE. UU., primero por percibir la amenazante presencia comunista y las acciones terroristas maoístas, y luego para trabajar en la construcción de sistemas democráticos.
La hegemonía estadounidense en las políticas de seguridad de cada uno de los estados latinoamericanos, así como en los ámbitos de inteligencia y poder militar, se basó en la cooperación y en la capacitación de los recursos humanos. No obstante, un punto disonante se puede encontrar en la adquisición del material bélico. En el caso peruano, se decidió reiteradamente diversificar los nexos con industrias militares de varios países, como ocurrió con la compra de aviones al Reino Unido, posteriormente a Francia y a la Unión Soviética.[20] Es decir, el Perú perseveró en mantener autonomía para gestionar el uso de la fuerza alineándose más con los objetivos de su propia política que con los intereses del liderazgo norteamericano.
Perú en la Hegemonía Unipolar y Rivalidades Emergentes (1990-2020)
Se parte afirmando que, a nivel mundial, la caída del grupo de países comunistas liderados por la Unión Soviética representó el fin del siglo XX e inicio del siglo XXI. Este fue un momento en el que la línea de tiempo del mundo y del Perú coincidieron. En el caso peruano, confluyeron la captura de las cúpulas de los grupos terroristas Sendero Luminoso, conocido como el Partido Comunista del Perú (PCP-SL) y el Movimiento Revolucionario Túpac Amaru (MRTA), junto con la implantación de la reforma estructural del presidente Alberto Fujimori Inomoto.[21] Este período marcó cambios significativos tanto en la sociedad como en el Estado peruano, constituyendo un proceso de transición plagado de conflictos y tensiones hacia un orden liberal que logró indicadores de crecimiento económico, reducción de la pobreza, ampliación del comercio, y aumento del empleo y de la clase media. Esto, en consonancia con la política tradicional del Perú, dio un renovado impulso a la participación en la esfera internacional.
El propósito principal de la política exterior norteamericana al comenzar el siglo XXI consistía en mantener su hegemonía en las Américas, evitar el surgimiento de un rival hegemónico en Europa o Asia, estar alerta a los avances de Rusia y China (Mearsheimer, 2001, 386), promover un reordenamiento que los anglosajones denominan globalización y coaptar el creciente liderazgo de Brasil en América o su proyección en el Atlántico Sur.
Esos años encontraron a Perú y a EE. UU. como países que cimentaron su cercanía en intereses comunes en torno a una agenda de valores democráticos compartidos. Ambos promovieron acuerdos, foros y espacios comerciales con una mirada tanto al hemisferio como al mundo. Esto se puede apreciar en la participación que las dos naciones han tenido en los temas relativos a la paz y la seguridad internacional.
En lo específico del tema de seguridad y defensa, se puede constatar que el gobierno estadounidense ha mantenido sus políticas y formas, sin que gravite el hecho de que las administraciones sean demócratas o republicanas respecto a Perú.
La política estadounidense hacia América del sur, especialmente hacia Perú, se orienta a que los temas de defensa se enmarquen en la contribución hacia el gran objetivo de fortalecer la seguridad y estabilidad regional. Para ello, se debe actuar bajo el marco del Acuerdo de Cooperación Bilateral en Materia de Defensa y Seguridad. De ser así, los mecanismos pasan por cooperar en el campo militar, privilegiando las coordinaciones entre los Estados Mayores Conjuntos de ambos países, así como entre los sectores de Defensa y Relaciones Exteriores.
Sin embargo, lo complicado radica en torno a la agenda. Esta requiere, antes de firmar y mucho antes de actuar, definiciones y toma de decisiones por parte de Perú. Si se observan los temas puntuales, se estaría frente a una concepción de defensa que, sin dejar de ser interesante, incide en los roles y funciones que la teoría, la doctrina y el marco normativo en esta área poseen. La política estadounidense gira en torno a que los países de la región, como Perú, sean socios ante:
- Tráfico ilícito de drogas (TID)
- Terrorismo
- Delincuencia organizada transnacional
- Trata de personas
- Desastres naturales
- Tráfico ilícito de armas pequeñas y ligeras
- Proliferación nuclear
Asumir esta agenda para estructurar el poder militar de manera concurrente implica alinear la organización, capacidades y equipamiento. Pero, sobre todo, conlleva a plantearse las siguientes preguntas:
- ¿Cómo clarificar los intereses nacionales?
- ¿A qué peso estratégico se debe aspirar?
- ¿Qué se entiende por seguridad?
- ¿Cuál debe ser la política de defensa y cómo contribuirá a la seguridad?
- ¿Qué hipótesis y escenarios se deben considerar para construir las capacidades del país, teniendo en cuenta las diferencias, amenazas y riesgos en un mundo en crisis?
Lo anotado explica que los peruanos han interiorizado que el liderazgo ejercido por EE. UU. conlleva la paradoja de ser un país admirado por sus evidentes fortalezas y virtudes; no obstante, es observado con recelo por su “intención” de influir directa o excesivamente en las decisiones y acciones de Perú.
Hoy en día, surgen inquietudes adicionales a lo descrito líneas arriba. Estas interrogantes se ven motivadas por el ascenso de potencias que han desarrollado rivalidades con los intereses estadounidenses en la región, tales como Brasil, la Federación Rusa y la presencia de la República Popular China (RPC).
En ese escenario, es destacable lo que Perú viene impulsando: un plan de diez años para el desarrollo de la industria naval con Hyundai Heavy Industries de Corea del Sur como socio estratégico; el crecimiento de los Servicios Industriales de la Marina (SIMA); la construcción de patrulleras oceánicas, patrulleras marítimas y unidades auxiliares logísticas; y la modernización de la Fuerza Aérea del Perú (FAP), a través del Servicio de Mantenimiento del Perú (SEMAN), con ensamblaje de aviones. Mejor aún, se prevé la producción de piezas para cazas coreanos, insertándose en una red de producción internacional. Además, progresivamente, se vienen brindando servicios certificados a empresas como Boeing. Todo ello avizora un salto tecnológico con encadenamientos virtuosos para el desarrollo de Perú, mejorando, sin duda, su peso estratégico.
Para el Perú, se ha tornado crucial tener respuestas a las interrogantes formuladas, así como contar con un Estado eficiente y una sociedad participativa que delibere en pro de implementar soportes acordes a sus intereses nacionales. La falta de respuesta, al postergar la toma de decisiones por refugiarse en el mantra de que hoy se han superado todos los problemas estudiados a lo largo de la historia y al concentrarse únicamente en unas singulares nuevas amenazas, implica renunciar a ser actores responsables.
Conclusiones
Se requieren estudios descriptivos y analíticos sobre los entornos de seguridad, ya que la contribución de la defensa nacional es fundamental para comprender el contexto actual de Perú. Entre 1820 y 1895, la presencia de EE. UU. en la política peruana fue poco relevante; por el contrario, entre 1896 y 1945, los intereses y la hegemonía estadounidense en la región crecieron significativamente. Durante este período, Perú observó con gran interés la participación de EE. UU. en temas de seguridad, defensa nacional y el desarrollo de su respectivo poder militar.
El bipolarismo asimétrico entre EE. UU. y la Unión Soviética llevó a que la primera potencia ejerciera hegemonía en el continente americano, entendida como una suma de intervencionismo que incluía acción armada, así como cooperación y liderazgo orientados a privilegiar la interacción con la institucionalidad militar.
La hegemonía de EE. UU., en el siglo XXI, ha incidido en que el Perú asuma preconceptos sobre política de seguridad y se oriente hacia las denominadas “nuevas amenazas”. Sin embrago, la última década avizora un impulso admirable en el desarrollo de la seguridad y defensa, lo cual requiere mejoras sustantivas en el escenario político.
Corresponde a la sociedad peruana establecer una política de seguridad adecuada, así como definir los roles y funciones de los componentes de la Defensa Nacional, las relaciones internacionales y el poder militar, en consonancia con sus intereses. La única manera de interactuar efectivamente con la hegemonía estadounidense y otras potencias emergentes es actuando como protagonistas de su propio destino.
Notas finales:
- Términos como “seguridad ciudadana”, “seguridad alimentaria”, “seguridad energética” entre otros, no serán abordados en esta ocasión. Para el objeto de estudio de este ensayo se entiende “seguridad” como los grados y niveles, incluida la percepción, que permiten a los Estados y la sociedad nacional tener una sensación de seguridad, garantizando que un Estado pueda subsistir y desarrollarse. ↑
- La relación de los Jefes de Misión de EE. UU. en el Perú presenta un vacío entre 1837, con la presencia de James B. Thornton (1801-1838), y 1840, cuando asumió James Chamberlayne Pickett (1793-1872). Thornton fue comisionado ante el gobierno peruano y, al llegar, se encontró con la instauración de la Confederación Perú-Boliviana, ante la cual ejerció la representación de EE. UU. Al fallecer en enero de 1838, su puesto fue cubierto por Pickett, quien presentó sus documentos ante el gobierno peruano el 30 de enero de 1840. Este bienio corresponde a las guerras de Confederación y a la anarquía que siguió a su disolución (U.S. Department of State, «Chiefs of Mission for Peru,» last modified March 14, 2024, https://history.state.gov/departmenthistory/people/chiefsofmission/peru ↑
- Es decir, reconocimiento de soberanía de la República del Perú, así como la definición de su patrimonio territorial. ↑
- El apoyo de las casas comerciales, como la británica Gibbs a Chile y la estadounidense Grace al Perú, ha llevado a numerosos autores a interpretar erróneamente esta situación como un enfrentamiento entre dos potencias. ↑
- El cacerismo, representado por el Partido Constitucional y el Ejército, controló el gobierno desde 1886. Ante la posibilidad de un nuevo gobierno de Cáceres en 1894, se produjeron rebeliones. Apareció la Coalición Nacional, integrada por agrupaciones políticas (civilistas, liberales y demócratas) y organizaciones de pobladores, quienes triunfaron en la guerra civil e instauraron un orden conservador en Perú (Basadre 1968; Botana 1998; Morales 2005). ↑
- James Abraham Garfield (1831-1881), miembro del Partido Republicano, senador y presidente de los EE. UU., murió a consecuencia de un atentando con arma de fuego. ↑
- Stephen A. Hurlbut (1815-1882), general del ejército estadounidense y político republicano, desempeñó funciones diplomáticas en Colombia y Perú. ↑
- La postura de Stephen Hurlbut, favorable al Perú, fue contrarrestada por la de Hugh Judson Kilpatrick, antiguo representante diplomático de los EE. UU. en Chile. Al igual que Hurlbut, Kilpatrick falleció en la ciudad de Santiago en 1881 durante la guerra. ↑
- Blaine fue nombrado Secretario de Estado por Garfield, ejerciendo del 7 de marzo de 1881 hasta el 19 de diciembre de 1881. https://history.state.gov/departmenthistory/people/secretaries ↑
- Blaine manifestó su opinión en el diario New York Herald 30 de enero y el 27 de abril de 1882. ↑
- Chester Alan Arthur (1829-1886), político republicano, impulsó la reforma de la administración del servicio público y de la armada. Se puede apreciar una interesante semblanza en: https://americaspresidents.si.edu/es/research/object-groups/conociendo-a-los-presidentes-chester-a-arthur ↑
- El contrato Grace sigue siendo un tema polémico. Dado que el presente artículo se centra en seguridad y defensa, y en cómo ha ido siendo más gravitante la presencia de los EE. UU., remitimos a los interesados a la lectura de la memoria que presentó la cartera de relaciones Exteriores ante el Congreso (1893:43). ↑
- Firmado el 20 de octubre de 1883 en balneario de Ancón, por representantes de Chile, Jovino Novoa, y del Perú, José Antonio de Lavalle, para poner fin a la guerra y a la ocupación del Perú por tropas chilenas. ↑
- Utilizando diversos autores (San Martín 1987; Chase-Dunn et al. 1994), se entiende la hegemonía como la combinación de una forma de liderazgo que busca y consigue tanto legitimarse como ser imitada por otros en valores y prácticas a nivel de Estados. Esto suma el juego de interacciones en el que tienden a involucrarse las sociedades hegemónicas, que intentan imponer sus intereses, y las periféricas, que buscan asimilarse y resistirse a los mismos. ↑
- La misión naval estadounidense estuvo integrada por los capitanes de navío Frank Barrows Freyer, Lewis Causey, el capitán de fragata Charles Gordon Davy y el capitán de corbeta Paul Fitzsimons. ↑
- La Legación estadounidense en Lima fue elevada a Embajada. Así, el 24 de abril de 1920, el embajador William E. Gonzales presentó sus cartas credenciales ante el gobierno peruano. ↑
- Como fue el caso de las compras militares a Italia y el envió de personal para ser entrenado. ↑
- Se pueden contraponer los resultados de la guerra entre Colombia y el Perú, que derivaron en la confirmación de la posesión del denominado Trapecio Amazónico para el primero (Montagne, 2020). ↑
- Inicialmente integrada por México, Colombia, Venezuela y Panamá, se sumaron Argentina, Brasil, Perú y Uruguay, por lo que más de una vez se habló del Grupo de Lima. ↑
- La compra de cazas bombarderos Cambera del Reino Unido marcó una tendencia basada en la capacidad soberana de uso de la fuerza (Zlatar 2005). Esto fue seguido durante los años 70s, 80s y 90s con la adquisición de Mirage-5 y Mirage-2000 en Francia, misiles Exocet, y tanques T-54 y T-55 en la Unión Soviética, Bielorrusia y Rusia, así como sistemas Katiusha, helicópteros MI, aviones Antonov, SU-22 y Mig 29. ↑
- Es común que los historiadores cataloguen el decenio fujimorista como “autoritarismo cívico-militar”. Al respecto, se puede revisar lo tratado por Contreras y Cueto (2010). ↑